Creo que los libros de Tavares para ser disfrutados precisan de la ingenuidad del lector. Una ingenuidad que implica volver al origen, despojarse de lo aprendido, de aquello que nos contamina, y mirarlo todo con otros ojos, los del comienzo. De esta manera quizás El señor Valéry (que viene a ser un 10% de El Barrio y el que inaugura la serie), ilustrados con los pensamientos de Valéry (algunos de los cuales me recuerdan los que aparecían en Los detectives salvajes de Bolaño), no nos resulte una simpleza, una tomadura de pelo. Sus planteamientos son similares a los que he encontrado cuando he releído su Enciclopedia. Tavares invita a ver las cosas de otra manera, desde otra perspectiva, y lo hace sin grandes alardes, en el caso de Valéry recurriendo a la lógica, al humor absurdo, a la paradoja, como la que se explicita en el último relato, con ese triángulo que quisiera ser un cuadrado, constatando que la única forma de alcanzarlo es añadiendo a su triángulo otro triángulo, no un cuadrado, es decir, se llega a ser otro (aquello que queremos ser) siendo uno mismo con mayor intensidad o por duplicado.
El señor Valéry (Gonçalo M. Tavares)
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