De entre todos los ídolos que se ofertaban en el mercado de la juventud para que ésta se agotará lejos de sí misma y envejeciera lo más rápido posible, Zappa fue el único al que admiré por su rechazo a convertirse en uno de ellos, aún teniendo más talento que casi todos los demás. Era el espíritu que ríe, como Lautréamont sería el primero en revelarme la poesía. Su grupo se llamaba los Motherfuckers ¿cómo se había enterado de mi existencia?.
Nadie como él sabía encadenar un fragmento sobre una sola nota, como se hace una patada a seguir en rugby para provocar un quiebro decisivo en la línea de ataque. Con él las fronteras revelaban que su única y lamentable intención era separar las cosas de los seres: Libertad alegría, invención: todo aquello que echaba de menos en mi vida podía oírlo en su música. Quería vivir en un mundo que por fin diera brillo a la existencia, pero me desesperaba al comprobar que sólo podía encontrarlo en los microsurcos del vinilo.
Bouillier circunevolucionando
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