Stallone a sus 61 años está el pobre que da pena verlo, con los estragos que en sus carnes ha dejado el uso de anabolizontes y en su rostro el botox. Si nunca ha tenido mucha expresividad, ahora apenas mueve un músculo cuando interpreta, ¿pero acaso interpreta?. Recuerdo que tras rodar Copland, Stallone dijo que sólo volvería a ponerse detrás de las cámaras para rodar películas serias, con mensaje. Pues bien, sólo sue un ardid, porque luego rodó la sexta parte de Rocky y ahora la cuarta de Rambo. Comprobó que la gente no está interesada en ver a Stallone haciendo cine serio, porque para eso hay miles de actores más cualificados que le dan sopas con onda a la hora de actúar. Stallone ha tenido un físico primoroso, una concentración de músculos que le han dado el status de estrella del cine de acción del que aún goza y ha entendido que si Rambo no puede dejar de lado sus intintos asesinos él tampoco puede dejar de hacer cine de acción.
Con relación a las tres partes anteriores de la tetralogía de Rambo, hay diferencias notables en cuanto al aspecto físico y movilidad el protagonista. En las tres entregas anteriores, Rambo era pura fuerza, un derroche de energía, de uso de armas, aquí los años le pesan así que en lugar de corretear, Rambo va a lo fácil, mata a los enemigos haciendo uso de un arco, o situándose detrás de una ametralladora con la que dar pasaporte a cientos de birmanos. No está Stallone para virguerías y de hecho está más estático que nunca.
La película sorprende por su escasa duración, ya que no llega a la hora y media. Parece una entrega más de las películas de Chuck Norris cuando cogía la metralleta y preparaba una buena en territorios asiáticos. Rambo vive en la frontera con Birmania, cazando serpientes. No quiere saber nada de nadie, afianzado en su descreímiento. Tiene lo que se conoce como «el culo pelado». A su encuentro llegan una panda de voluntarios, cuya buena fe les impele a ayudar al pueblo birmano asesinado impunemente por las tropas del gobierno, llevándoles medicinas. Rambo se niega a ayudarles pero luego cede y a bordo de su embarcación los lleva río arriba hasta la frontera. Se despide de ellos y vuelve a su casa. Pasan los días y Rambo sabe que los voluntarios han sido hecho prisioneros y el jefe de los voluntarios, envía a la zona unos mercenarios, a los que Rambo llevará río arriba. No quieren los mercenarios que Rambo les acompañe, pues lo consideran un pelele, si bien no hace falta ser muy listo para comprobar que Rambo no tiene el aspecto de un barquero enclenque y pusilánime.
El caso es que cuando están en harina y la cosa se les complica aparece Rambo y pone a los malos en su sitio. Rambo antes luchó por su gobierno en Vietnam y ahora lucha por preservar su dignidad, por hacer lo único que sabe hacer, ponerse las vestiduras de una máquina de matar y hacer la labor lo mejor posible. En esas circunstancias, el escenario o los beneficiarios de la belicosidad de Rambo son intercambiables.
Si la película no es muy cara, he leído por ahí que ha costado unos 14 millones de dólares, creo que es porque no hay muchas localizaciones, apenas un par de lugares donde tiene lugar la escabechina, los tiroteos y las explosiones. La misión consiste en rescatar a los voluntarios supervivientes y una vez completa la película finaliza.
Stallone que ha escrito el guión, la protagoniza y dirige ha hecho un buen negocio con esta película ya que de momento en taquilla ha funcionado bien. No creo que esta cuarta parte fuera necesaria, como tampoco lo era la sexta de Rocky pero Stallone al igual que las folclóricas y los cantantes quieren vivir de las rentas hasta que la palman, exprimiendo una y otra vez la gallina de los huevos de oro. Ahora que parece ser que Stallone ha puesto final a sus dos sagas más rentables, no sé que le deparará el futuro, quizá lo mejor sea que se retire, disfrute de la jubilación, de los nietos o de la petanca en su defecto y se vaya de la gran pantalla con algo de dignidad antes de que el botox lo convierta en un caricatura de sí mismo.