No sabía que detrás de las Bandas sonoras de películas como Primos, Grupo 7 o After, entre otras, estaba Julio de la Rosa (Jerez de la Frontera, 1972), quien además de hacer rock, también ha escrito poesía y ahora debuta con Peaje, su primera novela. A esto ahora le llaman ser un Hombre del Renacimiento. Gente como Leonardo Da Vinci se cuentan con los dedos de una mano a lo largo de la historia, pero como La Historia Moderna cotiza a la baja y tenemos partidos del Siglo cada semana, pues a un tío que haga varias cosas y las haga mínimamente bien, todas juntas y a la vez se le da esa denominación o etiqueta: cosas del marketing.
Hablemos de Peaje. En el prólogo, Joan S. Luna dice que la novela tiene ¿200 páginas?. En realidad son 140 páginas, descontadas el prólogo. 140 páginas que no se leen, se devoran, con el ansia de quien en la autopista hace kilómetros a lo loco, como si no hubiera peajes.
¿Qué tiene Peaje?. Un puñado de páginas en donde Julio de la Rosa sin querer pasar seguramente a la Historia de la Literatura Española con esta novelita, sí que le permite al lector pasar un buen rato, alcanzando éste altas cotas de ensimismamiento: la comencé ayer al filo de la media noche, leí otro tanto en el almuerzo, otro poco de vuelta a casa de nuevo en el autobús, caminé con el libro en la mano sorteando farolas y bolardos por la Gran Vía, esquivando las gotas de lluvia y las puntas de las varillas de los paraguas azuzando mis pupilas, libé otras páginas en el ascensor, y lo acabé hace nada y me he reído una jartá con las salidas, ocurrencias, reflexiones de Julio de La Rosa, a través de su personaje, José Tudela, quien encerrado en esa cabina de la autopista, donde los automovilistas deben abonar esos 6,40 euros, que dinamizan y mucho la novela, crea una historia para cada uno de ellos. Unas veces acierta, otras no.
El caso es ficcionar esas vidas ajenas, dinamitar el tedio, evitar que haga mella la soledad. Y José charlará consigo mismo, echará mano de los periódicos para ver quién deja el barco, rumbo ¿a la nada?. Obituarios que en manos de José darán mucho juego.
Y si no hay amor, pues una historia deviene en un monolito de papel. Y entre amores y desamores, devaneos, escarceos y pajas mentales, Julio nos lleva y nos trae por un sinfín de parajes y estados mentales, cosiendo microrrelatos a las costuras de esta novela, dándole continuidad, un acertado sentido del ritmo, logrando una novela redonda, que una vez eche a rodar, debería llegar muy lejos.
Nada peor que tomarse a sí mismo en serio, sea la profesión que sea. Julio de la Rosa hace de la despreocupación un arte, de lo cotidiano su cruzada, de la realidad su magma creativo
Además de una policía estética añadiría yo también una policía ética (etílica ya tenemos; bueno no, basta darse una vuelta por parques y plazas para ver las consecuencias del botellón en cualquier ciudad de España los fines de semana. Un paseo por ejemplo el domingo a las 8,3O por el Parque del Ebro Logroño), o bien unos corruptos que en un acto de lucidez se suicidaran todos juntos y a la vez. Una catarsis en condiciones. Por pedir…
Tropo Editores. 2013. Prólogo Joan S. Luna. 140:páginas
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