Chiara Gamberale
Seix Barral
2012
480 páginas
Chiara Gamberale es romana, joven (1977), apuesta, versátil: es locutora de radio y escribe en revistas como Vanity Fair y publica también novelas, como La luz en la casa de los demás. La mayoría de los escritores jóvenes padecen el mismo mal, sufren lo que podemos denominar como escrituras epidérmicas, cioè, que las historias se mueven en la superficie, de ahí que una vez leídas, esas novelas sean flor de un día, pues nada hay en ellas que logre echar el ancla en nuestra memoria, al menos en mi caso, a lo cual en nada ayuda nuestra modernidad líquida que actúa como exfoliante.
Gamberale que se nota que está muy puesta al día, opta por una idea que a todas luces debe funcionar: una niña pierde en el acto a su madre en un accidente de tráfico. Y de buenas a primeras, se encuentra sin su progenitora y sola. Del padre desconoce su existencia o está en la luna que no es lo mismo pero es igual. Y los miembros de la
comunidad de propietarios que querían mucho a la difunta, deciden en un acto de altruismo ilimitado, cuidar a la niña. Una mujer mayor y soltera la adoptará, pero todos los demás vecinos se avendrán a turnarse en los cuidados que la menor requiera. ¿a qué mola?. Cinco familias variopintas y una niña a la que amamantar.
Además, la madre le deja en herencia a su hija, llamada Mandorla, una carta en la que le confiesa que hace años tuvo una relación con un miembro de la comunidad y que de aquellos polvos vinieron estos lodos.
Así que un motivo muy poderoso para avanzar en la novela y llegar al final es saber quién es el padre de la criatura. Este recurso funciona como señuelo, pero ahí comienzan los problemas del libro, dado que todo resulta impostado, acomodado, artificioso, nada espontáneo.
Los vecinos deben ser variopintos para que la historia sea más florida, así tendremos a una pareja gay, a la anciana solterona, al ingeniero hecho a sí mismo, el potencial director de cine infiel y su mujer que se defiende a su vez con otra infidelidad. Hay también adolescentes, en especial uno, Matteo de quien Mandorla está coladita y la hermana de Matteo que reniega de todo y de todos.
Chiara que no se chupa el dedo, cuenta la historia poniendo voz a los pensamientos y reflexiones de Mandorla. De tal manera que ciertas páginas que nos resultarían pueriles en boca de un adulto tendrán un pase al ser puestos en boca de una niña, que aprehende el mundo cada día.
Como decía al comienzo, todo se queda en la superficie, en presentar a los personajes, en relacionarlos minimamente, en dejar que estos se enamoren, se pongan los cuernos, se perdonen, y la historia se queda ahí, mientras Mandorla se va haciendo mayor, siendo criada entre todas esas personas, que no son su familia pero que se comportan como tal.
Algunos diálogos a fuer de querer ser modernos parecen extraídos de una película, como cuando aparece en escena Palomo Carnevale, que es justo admitir que es el personaje más conseguido, por lo que tiene de macarra, distanciándose algo de lo ñoño y bisoño que resulta todo lo demás.
Un libro apto para lectores complacientes que cayó en mis manos en uno de esos días en los que no tenía nada a mano que leer, y en el que una amiga vino a saciar mi sed con un libro como el presente, que no me ha gustado.
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