¿Se imaginan ustedes a los jugadores de la selección nacional, durmiendo en tiendas de campaña, sobre esterillas, lidiando con mosquitos, respirando el aire fresco y puro de las montañas, ambientados con los ronquidos del compañero…?. No, ¿Verdad?. Cuesta imaginarlos sin deleitarnos con sus últimos móviles de última tecnología, vestidos como pinceles, extasiados por sus peinados vanguardistas, alojados en hoteles de cinco estrellas o en balnearios de lujo. Otras selecciones no pueden darse estos lujos, y como las circunstancias obligan, se concentran en un camping. La modalidad de alojamiento más económica. Así lo ha hecho la selección de fútbol de Guinea que ha venido a España a disputar unos amistosos, y que se ha alojado en Valdeavellano de Tera, un pueblo Soriano próximo a Logroño. Los jugadores están contentos porque para ellos es una experiencia inolvidable. Algunos se han regresado a su país, pues allá trabajan y el fútbol es algo secundario. Otros se quedan por aquí hasta el 28. Nuestros jugadores galácticos habitan también en otro planeta, galáctico también, distante a años luz de los futbolistas con menos recursos.
Aunque no fuera más que para que nuestros jugadores tocaran tierra, no estaría de más que una vez cuando menos el seleccionador se los llevara a un camping, a purgar los magros resultados obtenidos en el último mundial, y comprobasen que por muchos cientos de millones que ganen y mucho dinero que muevan, los Dioses (lo del balón tampoco) no existen.