Enrique Vila-Matas
80 páginas
Nórdica editorial
Ilustraciones: Anuska Allepuz
2005
En este cuento breve Vila-Matas nos presenta a una mujer que se enfrenta a su destino. Es un decir. Porque el destino es un vaticinio.
A Isabelle a sus diez años una gitana le pronosticó que moriría un dos de febrero, sedienta, de pie, tal vez bailando, en un día de invierno muy lluvioso, de un año a determinar.
Ese es el quid de la cuestión, porque a todos cuando nacemos nos pueden decir lo mismo, esto es, que un día moriremos, aunque no nos digan el día de ese año indeterminado en el que la parca nos llevará con ella. Y entonces vivimos tan tranquilos.
Todo este vibrante relato es la lucha interna de Isabelle entre vivir esclava del funesto vaticinio o saltarse todo a la torera y que pase lo que tenga que pasar.
El suspense está presente en todo momento, no faltan los detalles extravagantes, absurdos, patéticos, nada raro cuando hablamos de humanos que se aferran con uñas y dientes a sus existencias aunque no sepan luego qué hacer con ellas. No es el caso de Isabelle que quiere medrar y lo logra hasta situarse en el ojo del huracán, o del tifón.
Todo queda al final abierto. Un pertinaz suspense que queda en suspenso.
Las ilustraciones de Anuska Allepuz casan muy bien con la atmósfera preñada de pesadilla, de miedos, brumas y angustias de una Isabelle en pugna por no ser solo un títere del destino.
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