Julián Herbert
Malpaso
2016
158 páginas
Digamos que escribir es abrir y cerrar paréntesis y meter dentro un puñado de vida al peso.
Julián Herbert abre los paréntesis con un párrafo que resulta tan ineludible como subyugante:
«La noche antes de que un tren le arrancara las piernas a Ernesto de la Cruz y Doc Moses soñara con un venado muerto y Plutarco Almanza tuviera la desgracia de toparse con el hombre de las botas grises, Guzmán se enderezó en la cama con una aureola de vértigo envolviéndole la cabeza».
Luego Herbert principia varias historias y cierra luego los paréntesis, dejando todas las historias inconclusas.
En esa pretendida y buscada indefinición reside la belleza de la novela; una novela violenta, seminal, brutal, infernal, donde el sexo y la muerte se reparten todo el tiempo de la narración, que nos cuenta cómo un custodio al resbalar de los vagones pierde las piernas y cómo la búsqueda de los miembros amputados se convierte en una aventura; cómo para celebrar su 30 cumpleaños Guzmán decidirá encamarse con una prostituta que hará la número 30 en su currículo amatorio, poniendo los cuernos a su mujer, que le devolverá la infidelidad haciendo lo propio con un conocido, en la fiesta al homenajeado a la que ésta no acude; cómo un doctor que mantiene una apasionada relación con su hija no logra descifrar algo de su pasado que lo atormenta con pesadillas nocturnas, mientras fantasea con llegar a matar; cómo el mejor amigo de Guzmán, El Mayor, no ve otra manera de salir al paso de sus problemas que sembrando el suelo de cadáveres.
Herbert crea una atmósfera enfermiza, salvaje, degradada, en ese territorio reseco y fronterizo entre México y los Estados Unidos y levanta un cercado sexual donde casi todas las mujeres no son otra cosa que prostitutas en quienes los machos saciar sus ansias.
«Lo bueno de Monterrey es que ahí uno siempre se consigue una chamaca…¿Qué habría sido de la Jacziri Yanet, con lo buena que estaba, tan buscona y caliente aunque fuera chiquilla? Como las de allá, pensó, las de Chilpo y también las de Cuaji, que a los catorce se ponen frondosas y jariosas y a los veinte ya están acedas como las cocas que se venden a la orilla del riel. Qué sabrosa la Yanet. Lástima que saliera embarazada. Como las gatas, carajo: apenas tienen tantito celo, y ahí está la camada. La casa llena de aullidos».
La única pega que le puedo poner a la novela, además de tener que estar mirando el diccionario a cada rato gracias a palabras como: troca, fondonga, cacarizos, alburear, joterías, guardapedos, cabús, zambutir, jarioso, mojarra, muino, felón, acedas, oquis, güerca, huizaches, bato, cintilar, aluzar, etc, es que me ha resultado muy corta.
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Me pareció muy bruta la historia. Demasiada violenta. Si tienen pesadillas en el libro es porque la conciencia no la tienen limpia.
Ciao.
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