El vocablo inglés «gore» significa en español «sangre«. De ningún modo se puede definir mejor este género, en el que lo importante es mostrar el mayor número de mutilaciones, tripas y litros de sangre. Por supuesto, no siempre se limita a esto, y si bien muchas películas muestran la sangre como único reclamo, otras han usado el gore como vehículo de expresión artística, de crítica social, de elemento terrorífico, o incluso como elemento principal de las más hilarantes comedias. Para entender como se origina el gore, debemos remontarnos a mediados de los años 40 en los EEUU. Las grandes compañías cinematográficas habían formado lo que se conoce como el «Studio System», con el que controlaban todos los aspectos relacionados con el cine: producción, distribución y exhibición. Ni que decir tiene que sin la existencia del mercado del vídeo o la televisión por cable, no había sitio para ninguna producción independiente. En 1949, la Corte Suprema declara que los estudios están realizando prácticas monopólicas con este sistema, y les fuerza a renunciar al control de los cines.
Eso lleva a las compañías a cambiar su estrategia. Ahora debe competir para colocar sus películas en las salas, por lo que se centran en las grandes producciones, abandonando la producción de serie B. Este es en un principio el mercado que persiguen las producciones independientes. Lo facilita el reconocimiento de la libertad de expresión en las películas, que la misma Corte Suprema ratifica en 1952. Se dejan atrás fuertes censuras, lo cual es la punta de lanza del inicio de los nudies, films cuyo atractivo era la muestra de piel femenina, cuyo primer ejemplo fue The Immoral Mr. Teas (1959), dirigido por Russ Meyer, que recaudó la entonces sorprendente cifra de 1 millón de dólares. Cuando el género se satura, hay que buscar un nuevo reclamo. La pareja productor/director formada por David F. Friedman y Herschell Gordon Lewis lo encuentra en la sangre: crean Blood Feast en 1963, iniciando todo un género. Tras el éxito, la pareja no tarda en repetir la experiencia con 2000 Maníacos (1964) o Color Me Blood Red (1965).
Por supuesto, al igual que en los nudies, muchos otros se subieron al carro, entre los que destacan Andy Milligan –The Ghastly Ones (1968), Bloodthirsty Butchers (1970)- o Ted V. Mikels –the Astro Zombies (1967), the Corpse Grinders (1972)-. También al igual que los nudies, el gore (o splatter, como se prefiera) se agota, consumido por la saturación de títulos. Es el momento de una nueva generación, que toma el gore no como un fin sino como un medio, una herramienta que sirva al objetivo de sus films, ya sea el terror, la parodia o la crítica. Tal es el caso de George A. Romero y su film de 1968 la Noche de los Muertos Vivientes (donde el gore tiene una presencia más implícita), John Waters –Multiple Maniacs (1970); Cosa de Hembras (1974)-, o Tobe Hooper, quien firma en 1974 la Matanza de Texas. Otros incluían el gore dentro de sus mundos de ficción, como Russ Meyer en Supervixens.
Tanto la Noche de los Muertos Vivientes como la Matanza de Texas suponen un giro radical del cine gore. En principio, su éxito supone el inicio de la atención de las grandes compañías sobre el género, comenzando un proceso de absorción y uso de la sangre en las grandes producciones (El primer gran ejemplo había sido la Hammer Films, en cuyos films vampíricos la sangre tenía su papel terrorífico y erótico a la vez). Por otro lado, la atmósfera malsana, cruda, inquietante y asfixiante demuestra que el gore no tiene forzosamente que ser explícito, como había sido hasta el momento (Ni la Noche… ni la Matanza… abusan en ningún momento de la sangre). En tercer lugar, el género comienza a mostrar el desencanto de esa nueva generación con la sociedad en la que viven, y/o la parte más oscura de ésta.
La veda del «gore de autor» la abre Andy Warhol (y su colaborador Morrisey) con las inclasificables Sangre para Drácula y Carne para Frankenstein, ambas de 1973. Mientras, al calor de la sangre, otros directores iban surgiendo, como Wes Craven con la Última Casa a la Izquierda (1972); Abel Ferrara en el Asesino del Taladro (1979) o David Cronenberg con Vinieron de Dentro de… (1974); o iban empezaban a incluir la sangre de manera progresiva en sus trabajos, como el genial Dario Argento en Suspiria (1976). Mientras en España el gore comenzaba a verse en mayor o menor medida en algunos films de la mano de Paul Naschy, Jesús Franco, Juan Piquer Simón o Jorge Grau, en EEUU el género comenzaba a entrar en las grandes producciones. El Exorcista (1973) abre un camino que seguiría, por ejemplo, la Profecía (1976). Pero no es hasta el inicio de la nueva década hasta que el éxito de películas como la Noche de Halloween (1978), Zombie (1978) o Viernes 13 (1980) cuando las grandes productoras aceptan el género como otra forma más de ganar dinero.
Muchas de las películas que se filmaron estaban firmadas por gente que había empezado en el género de forma independiente, como es el caso de Wes Craven, que con Pesadilla en Elm Street (1984) impulsa además una nueva corriente dentro del género, mezclando la sangre, el terror y el humor negro. Antes de Pesadilla…, otros films de serie B habían realizado esa mezcla, entre los que destacan las producciones de la compañía independiente de más éxito, la Troma Films, pero nunca con el éxito del film de Craven, a excepción de Posesión Infernal (1982) de Sam Raimi, que tiene merecidamente un lugar de honor dentro de la historia del género. Pero no podemos avanzar sin antes hacer mención de dos grandes ramas del gore que tuvieron gran importancia a principios de los 80, e íntimamente relacionadas. Son el género mondo y el gore italiano.
El mondo nace como documental truculento, mostrando crímenes de guerra, autopsias y cosas similares en Este Perro Mundo (1961). Cuando, a finales de los 70, la sangre artificial está ya instaurada dentro del cine, se da el siguiente paso: sangre real y muertes verídicas. El mondo resurge, pero esta vez los documentos son en su mayoría recreaciones en un estudio, para comercializarlos como reales, o simplemente buscar una simulación lo más real posible. Los títulos más destacados fueron Snuff (1974) de Michael y Roberta Findlay, y ¡Mundo Caníbal, Mundo Salvaje! (1976) u Holocausto Caníbal (1979), ambas de Ruggero Deodato. En Italia este género fue prolífico, y supuso la antesala de otra serie de títulos que buscaban explotar el éxito de las producciones norteamericanas, con imitaciones de bajo coste y alto contenido sangriento. Los muertos vivientes fueron el tema estrella, y Lucio Fulci, Lamberto Bava o Bruno Mattei los directores más representativos junto a Dario Argento, si bien los films de éste disten en calidad y temática de los anteriores, y cuyos peores films son los que hizo como productor de algún otro director italiano.
Volviendo a EEUU, hablábamos del éxito de films como Pesadilla en Elm Street o Posesión Infernal. Ambos son representativos de dos fenómenos que marcan el género en siguientes años. Pesadilla… marca las grandes producciones y/o las interminables sagas, de las que son buenos ejemplos respectivamente Noche de Miedo (1985) o las continuaciones de la propia Pesadilla…, de Halloween o de Viernes 13. Posesión Infernal hace lo propio con el triunfo de la imaginación de las producciones independientes sobre los grandes presupuestos. Llegan así films emblemáticos como el Vengador Tóxico (1983) y sus secuelas, dirigidas por Lloyd Kauffman y que representan la amplia producción gore de la Troma Films (dirigida por el propio Lloyd) desde entonces. Otros largometrajes a destacar son el debut del escritor Clive Barker como realizador con Hellraiser (1987) o ¿Donde te Escondes Hermano? (1981) de Frank Henenlotter.
Dos parejas, las formadas por Larry Cohen y Wiliam Lustig y la ya mítica Brian Yuzna junto a Stuart Gordon ofrecen también algunos de los mejores títulos desde el mercado independiente. Los primeros crearon la saga Maniac Cop en 1988, y por separado son autores de ¡Estoy Vivo! (1974) y Maniac (1981). A los segundos les debemos títulos emblemáticos como Re-Animator (1985), su secuela la Novia de Re-Animator (1990) o Re-Sonator (1986). Además Yuzna se hizo cargo de la tercera parte de el Regreso de los Muertos Vivientes (1985) (a la que había seguido la Divertida Noche de los Zombies en 1988, ambas dos comedias divertidísimas que se ríen de la sangre y de sí mismas), dando un giro radical a la temática de la serie. Otros talentos del gore que surgieron en esos años fueron Peter Jackson –Mal Gusto (1987); Braindead (1992)- o Sam Raimi, que con Terroríficamente Muertos (1987) y el Ejército de las Tinieblas (1992) confirma su comunión con los fans sellada en Posesión Infernal.
En los últimos años, el ultra gore alemán capitaneado por Andreas Schnaas –Violent Shit (1989)- y Christoph Schlingensief –the German Chainsaw Massacre (1990)- fue una moda efímera, y en la que no se puede incluir a Jörg Buttgereit –Nekromantik (1987); Schramm (1994)- más preocupado de la belleza de lo muerto, de lo oscuro del alma humana que en mostrar mutilaciones por doquier como sus paisanos. El cine oriental también ha comenzado a dejarse notar. Su mejor muestra es Tetsuo (1989) de Shinya Tsukamoro. En España, Acción Mutante (1992) abrió el camino a directores independientes, que suelen mezclar el humor y la sangre a partes iguales en cortos o película independientes. Destaca, junto a los últimos trabajos del incombustible Jesús Franco, el film de Antonio Blanco y Ricardo Llovo La Matanza Caníbal de los Garrulos Lisérgicos.
En EEUU, el gore está ya totalmente instaurado. Quentin Tarantino –Reservoir Dogs (1991); Pulp Fiction (1993)- no es solo uno de los directores más reconocidos, sino que se permite apoyar a otros directores amantes del gore como Robert Rodríguez. Y hasta directores como Kenneth Brannagh o Steven Spielberg hacen uso (y abuso) del gore en films como Frankenstein, de Mary Shelley (1994) o Salvad al Soldado Ryan (1998). Mientras, el cine independiente de terror hace uso de él en muchos de sus títulos. En algunas ocasiones para dar pie a interesantes creaciones. En otras, como reclamo para los fans, de la misma forma que cuando Lewis y Friedman revolucionaron casi sin quererlo el cine de terror.
En los últimos años cabe destacar la película Saw, que ha dado un nuevo empujón al cine más sangriento con 2 partes (Saw II) hasta ahora y la 3ª ya en el horno, y también procedente de Estados Unidos y con Tarantino por medio, la mediocre, pero con mucha sangre, Hostel.
Fuente | Cine Fantástico