Aunque la miel es un producto de difícil alteración debido a su bajo pH y alta concentración de azúcar, esta puede ser colonizada por microorganismos, principalmente levaduras y mohos. Estos llevan a cabo fermentaciones de los azucares produciendo alteraciones en olor, sabor y color de la miel. Para evitar estas alteraciones es necesario reducir el grado de humedad de la miel por lo que bastará un recipiente con cierre adecuado.
Conocida las características de la miel, debemos hablar de su idoneidad en la alimentación. Es cierto que es más dulce que el azúcar refinado, pero el que sea más sana es discutible. Tiene niveles más altos de fructosa, lo cual facilita el trabajo del páncreas más que la sucrosa pero, por otra parte, es más pegajosa y por lo tanto peor para los dientes.
Además de la fructosa, de la glucosa y del agua, la miel contiene otros azúcares así como enzimas, minerales, vitaminas y aminoácidos. En pruebas realizadas en la Universidad de Wisconsin se demostró que distintas muestras de la miel de diferentes regiones contenían una amplia gama de las vitaminas del grupo B, incluyendo la riboflavina, ácido pantoténico, niacina, tiamina y pirodoxina. No obstante, las concentraciones de cada vitamina fluctuaban significativamente según la región a que pertenecía la muestra. Otros estudios también encontraron que la vitamina C contenida en la miel también fluctúa según la región donde se haya recolectado. Las mieles de color más oscuro contienen más vitaminas que las más claras, así como también son portadoras de más minerales como calcio, magnesio y potasio. Otras investigaciones han evidenciado que la glucosa de la miel hace aumentar la absorción del calcio, del magnesio y del cinc.
Es importante saber que la miel no es un alimento adecuado para bebés de menos de un año de edad. La miel puede contener las esporas bacterianas causantes del botulismo infantil, una enfermedad rara pero importante que afecta al sistema nervioso. Después del primer año, nuestro sistema inmune es capaz de defendernos de la exposición a las esporas del botulismo. A partir de un año de edad pues si se puede dar miel a los niños, el peligro se limita a los bebés.
Otra de las propiedades de la miel es que facilita la curación de heridas, y se ha utilizado en quemaduras e infecciones postoperatorias. Las autoridades sanitarias Australianas han aprobado recientemente la comercialización de un producto llamado «Medihoney» para el tratamiento casero de heridas y de infecciones. Según los investigadores australianos que desarrollaron este producto, la miel tiene un significativo número de ventajas: La viscosidad proporciona a una barrera protectora que previenen la infección de la herida.
Promueve un ambiente húmedo que permite que la piel crezca a través de heridas sin la formación de una cicatriz.
La miel estimula el crecimiento del tejido fino bajo superficie de la piel.
Tiene una acción antiinflamatoria que reduce la hinchazón y el dolor. También mejora la circulación, lo que acelera la curación.
La miel también actúa como desinfectante, matando a las bacterias que pueden infectar heridas.
No obstante estas propiedades, la miel no es recomendable para lesiones serias, heridas abiertas o quemaduras graves. Mejor sólo utilizarla para ayudar en pequeños cortes o quemaduras caseras. También debe tenerse en cuenta que los estudios mencionados trabajan con miel sin procesar, no las variedades comerciales que encontramos en los supermercados.
Tanto para si es para ingerirla como para aprovechar estas cualidades que hemos mencionado, busque miel natural sin procesar y a ser posible que sea de su región, así evitará posibles alergias con pólenes que son desconocidos por nuestro sistema inmunitario y podrían provocar alergias.