No es un mojicón, tampoco una magdalena, lo que abre la espita de la memoria de W. G. Sebald (1944-2001), sino una caminata de varios días por el condado de Suffolk, en la costa este inglesa. Una memoria, la de Sebald, que habla sin apabullar.
Me recuerda esta narración de Sebald a otra más reciente, a la de María Belmonte en Los senderos del mar, un viaje a pie, donde la caminata servía para abordar lo autobiográfico, al tiempo que daba pie también para hablar con los lugareños y de rondón tocar un buen número de temas interesantes. Lo mismo hace aquí Sebald, que contrasta el presente -aquello que ve- con las huellas que el palimpséstico pasado ha dejado, y así nos vemos leyendo sobre la pesca de los arenques, sobre la industria textil de la seda, acerca del mundo visto desde el cielo, sobre la integración del hombre y la máquina (que me trae en mientes una lectura reciente: La máquina de Joseph Walser) sobre figuras como Chateubriand, Conrad, Swinburne, Thomas Browne, Diderot y las apreciaciones de éste, por ejemplo, sobre la ciudad de La Haya.
Lo que Sebald trae del pasado en las investigaciones y lecturas que lleva a cabo es la parte más negra de la historia, refiriendo episodios en los que los muertos se cuentan por millones y donde queda claro que aprendemos poco o nada de la historia. Lo curioso viene cuando estos genocidios no son ya solo humanos, sino que incluso se nos refiere la anécdota -es un decir- de una tormenta acaecida entre el 16 y 17 de octubre de 1987 que dejó en Inglaterra, entre otros muchos daños, un saldo de 15 millones de árboles muertos.
Cuando Sebald comienza hablando de Conrad para sin darnos cuenta estar escuchando a Marlowe, en El corazón de las tinieblas, ese tipo de transiciones tan sutiles, ese viajar en el tiempo y en el espacio tan ameno y placentero a la vez, convierte la literatura en manos de escritores como Sebald en puro gozo. Y si en vez de 300 páginas Sebald se hubiera remontado a lo Chateaubriand con unas 3000 páginas, o más, de memorias ultratúmbicas, pues tan a gusto, oiga.
Editorial Debate. 301 páginas. Año 2000. Traducción de Carmen Gómez y Georg Pichler
Lecturas periféricas | Lecturas sumergidas: En la tela de araña de Sebald | Textos sobre W. G. Sebald
Un libro verdaderamente emocionante, excepcional. Deja huella en quien lo lee.
Sí Manuel, ha sido una lectura muy gratificante. Dispuesto a seguir leyendo a Sebald, ¿alguna sugerencia?
Un saludo
Francisco