Y tiene lo suyo que un libro publicado en 1952 y tan breve me haya resultado tan plomizo y me haya costado tanto acabarlo y me sorprende porque dicen de esta novela que es una obra maestra que describe muy bien el paso de la niñez a la adolescencia y el primer amor y los primeros picores y las primeras sidras y los primeros copazos de coñac tan añejo como la narración y el libro promete porque se ambienta en Asturias y en las playas de Gijón y Asturias con sol es una maravilla y con lluvia también lo es y buena parte de la narración tiene que ver con Dios y con la religión y cuesta creer que se demore tanto en el tema a cuenta del pecado y de la mortificación que le supone de paso al lector seguir leyendo hasta que de repente y ya al final pasamos del latín a Aristóteles y el autor pierde ya el norte del todo con derivas mitologicasbucolicasvirgilianas mientras uno viendo nadar tan lejos de la orilla a la pareja de tórtolos ya se barruntaba lo peor y comprueba que no y que aquí no pasa nada o pasa de todo y a mí no me llega nada de nada más allá de una somnolencia aniquiladora que me abocaría a pensamientos libidinosos a fuerza de tanto empeño copulativo pero ni eso
Helena o el mar del verano (Julián Ayesta)
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