Hay una obsesión en los creadores porque su obra se convierta en cultura. En ellos predomina el afán estático sobre el dinámico. Lo importante no es tanto hacer la obra, sino hacer la que conviene, la que va a ser considerada (y esto último lo digo haciendo referencia, sobre todo, al dinero). Y no se dan cuenta de que la economía ha descubierto (hace tiempo, antes de que ellos nacieran) en el arte un bien comercializable que, curiosamente, no tiende al bienestar económico del fabricante de ese bien; sino, en una medida mucho más escandalosa que de costumbre, al bienestar de los traficantes. La justificación económica de la producción artística es lo desmesurado de sus plusvalías posibles. ¿Es que no significa eso crisis de la cultura?
Espíritu de aprendiz (Isidoro Valcárcel Medina). El arte económico (1993). Pepitas de Calabaza. 2018