El destino o la casualidad van disponiendo ante mí libros que guardan cierta conexión. En el anterior que he leído La moral del comedor de pipas, comer pipas se convertía casi en una filosofía de vida, donde al comedor de las mismas el cerco que creaba con las cáscaras le servía casi de murete frente a la expectante realidad circundante. En Palomitas de Juan Pablo, en la contraportada nos advierte de que pocas cosas hay más agradables que sentarse en un banco con palomitas y ver la vida pasar.
No sé si conocen los microgramas de Walser. Sin llegar a semejante delirio achicador Juan Pablo escribe sus relatos en un formato que ya no sería un libro de bolsillo, sino de libro de monedero, porque las dimensiones del libro son del formato chuleta, de las que nos hacíamos en el colegio en EGB.
El microlibro lo forman 11 relatos o microrrelatos, el último formado por cuatro entradas cada una de diez palabras.
Hay algo que recorre los amenos y sugerentes textos que adopta la forma de una energía vital que impele por ejemplo a un Superviviente a seguir siéndolo, como si los lazos de sangre ganasen de calle a los cantos de sirena de una soga, las ganas de burlarse, en Wasabi, de los demás haciendo acopio de humor macabro aún a costa de poner en riesgo su vida, el ronroneo maullador de la melancolía En la ciudad que lloraba en un cajón; las ardorosas expectativas luego atemperadas y puestas a punto de nieve en Iceberg, el aroma del sexo de aquel Verano de 1986 que deja ahora un retrogusto adolescente de cuando la vida era tal y algunos recuerdos superan el puesto de control de la desmemoria; más ausencia y la añoranza que nunca se nos van hay en Caramelos de limón, porque pegajosas como son, siempre se adhieren al cielo del paladar, como una magdalena permutada aquí en caramelo evocador; en Deudas vencidas sobre un dicho se construye un relato cuya conclusión valida dicho dicho con ángeles caídos, Mefistófeles, Steve Jobs y el Vaticano por medio; Limpieza metódica me lleva a Tesis y hasta aquí puedo aggggghhh…; en Intercambio brilla el humor negro al plantear la rivalidad de dos amigos, o conocidos o contemporáneos, llevada hasta sus últimas consecuencias; El mensaje deriva hacia lo fantástico, quién sabe si también orgiástico, encontrando a la joven que dé perfecta réplica al avemaría, y no me refiero a un dueto con Bisbal.
Si te descuidas te sale la reseña más larga que el propio libro 😀
¡Gracias!
Buenas Palimp, podía haber recurrido al Pollice verso o verso pollice, y dejar así visto para sentencia el libro, pero mientras que el servidor no exceda su capacidad prefiero explayarme a resolver el tema con un «ni fu ni fa sino todo lo contrario» «se deja leer» o chorripondieces del mismo pelo. La duda que me asola, es que en un libro de estas características, en vez de faja habría que ir directamente a la microtanga o incluso apenas un hilillo, en donde Walser si que podría ahí darlo todo.
Le voy a poner un hilo de plástico rojo como los de abrir paquetes con la frase ‘Ni fu ni fa sino ¡todo lo contrario! – Devaneos’ Si con eso no se vende ya no sé yo.