En estos momentos en los que restar en el domicilio deviene un imperativo legal (y aún más, ético), resulta muy oportuno abastecerse de buenas lecturas. El último libro que he leído y que recomiendo encarecidamente es el ensayo Historia de la imaginación de Juan Arnau. Un libro fascinante.
Arnau es filósofo y astrofísico y ofrece aquí una propuesta de humanismo radical. Según Arnau el filósofo no es ya el experto en silogismos, ni siquiera en argumentaciones o destrezas dialécticas; ahora se caracteriza por la agilidad, gracilidad y ternura de su imaginación. Es en esta donde la filosofía ha de buscar su camino. Las imágenes son para el intelecto lo que los objetos para los sentidos. Los fantasmas humanos, no las cosas, son los criterios de verdad del pensamiento, pues la experiencia propia de la razón discursiva no está constituida por cosas sino por imágenes.
La corriente del pensamiento que nos ofrece Arnau nos lleva desde el antiguo Egipto hasta el sueño de la ciencia, dedicando su espacio entremedias a la tradición hermética, los órficos y pitagóricos, la Grecia clásica, la visión de los filósofos, los gnósticos y neoplatónicos, la imaginación medieval, la Cábala, el sufismo, la magia del Renacimiento, el Romanticismo y los mitos, la imaginación científica, y el teatro de la mente.
Son capítulos no muy extensos de unas 20 o 30 páginas, en los que Arnau transmite su conocimiento y carga de erudición de una manera clara, sencilla, accesible, inteligible, lo cual es de agradecer cuando uno aborda temas como la Cábala, por ejemplo.
Pequeños ensayos que ejercen como un imán sobre nuestro vivo intelecto, en los que se aprende, al tiempo que uno se divierte, sin tener la sensación de que haya algo redundante, pues todo es mollar. Hay pasajes que he disfrutado especialmente como aquellos dedicados a la Divina comedia de Dante.
Toda la cultura europea está impregnada por la Comedia, por las emociones que evoca, por su intensidad y exactitud. Borges recomendaba olvidarse de la erudición y atenerse al relato. Poco importan las querellas entre güelfos y gibelinos, la batalla de Montaperti, las alusiones míticas o escolásticas. La poesía nació de la épica, y la épica es narrativa. De ahí que, si se desconoce el toscano medieval, sea preferible leerla en prosa (en verso castellano resulta agotadora). De este modo es posible seguir el hilo mágico de un relato que destaca por una inteligencia oriental. El proceso iniciático de Dante (el de cualquier hombre) reproduce el cosmogónico, idea recurrente en el vedismo y el neoplatonismo. Realizar las posibilidades del ser así lo exige. «¿No veis que somos larvas para formar la mariposa angélica que a Dios mira de frente?», dice Dante evocando a Ovidio y anticipándose a Kafka. El hombre está destinado a la metamorfosis, y estas son regresivas o evolutivas. Unos se convierten en planta o mineral; otros, como Beatriz, en ángel. El espíritu tiene una vocación ascensional, pero para cumplirla debe aligerarse. Los hombres, nacidos de la carne, no son sino gusanos, pero gusanos que lo divino puede transmutar en ángeles.
Por poner alguna pega, he de decir que he echado en falta un Índice onomástico al final, en donde van las notas, de cara a tener así acceso de una manera fácil a todo aquel aluvión de figuras históricas (filósofos, poetas, Dioses, mitos, historiadores, políticos, Reyes, conquistadores, magos…) que se dan cita en un libro que considero ya de consulta recurrente.
Editorial Espasa. 2020. 328 paginas