El derecho que reconocemos a los demás es una concesión del sentimiento de nuestro poder al sentimiento del poder ajeno. Cesan nuestros derechos cuando nuestro poder vacila y se quebranta profundamente, y, al revés, cuando nos tornamos mucho más poderosos, los derechos ajenos dejan de ser para nosotros lo que eran hasta entonces. El hombre justo necesita la sutil sensibilidad de una balanza para medir los grados de poder y de derecho, que, dada la liviandad de las cosas humanas, muy poco tiempo permanecen equilibrio y por lo común no hacen más que subir y bajar. Ser equitativo es difícil, por consiguiente, y requiere mucha experiencia, mucha buena voluntad y sobre todo mucha inteligencia.
Derechos
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