Todavía hoy hay gente dispuesta a sacrificar su vida por unos ideales. En el caso de la periodista rusa Anna Politkovskaya su afán era poner en entredicho la forma de proceder de los gobernantes rusos, su racismo velado, sus maniobras ilegales. Hace años que se fijó en Chechenia, esa república independentista con la que enseguida se ensañó el Gobierno Federal, una vez que ésta manifestó sus deseos de desligarse de Rusia y emprender su camino sola.
La periodista durante estos últimos años estuvo viajando continuamente a la zona de Chechenia, a su capital, Grozni, para informar de aquello que veía con sus propios ojos. Sus testimonios tienen un valor incalculable, dado que la política informativa de Putin hace imposible que los periodistas se desplacen hasta esa zona a realizar su trabajo. Anna en este libro, “Chechenia, la deshonra rusa”, con todo lujo de detalles nos pone al día del infierno que vive el pueblo Checheno, condenado de antemano por el Gobierno Ruso, el cual está llevando allí una masacre. Milicias armadas, de hombres sedientos de sangre y atiborrados de alcohol, matan sin miramientos a cuantos les apetece, violan mujeres, organizan zatchistka prenden fuego a los cuerpos, y cuando todos estos actos acarrean alguna denuncia, los jueces deciden absolver a los culpables, dado que en la “Lucha contra el terrorismo”, todo es lícito. Así que matar niños se convierte en algo insoslayable, dado que seguramente cuando crezcan serán terroristas, como sus padres, así que la mala hierba es mejor segarla de raíz.
Anna no oculta las razones por las que no le gusta su actual presidente, Vladimir Putin, proveniente del ejército, quintaesencia del KGB, al que el pueblo rinde pleitesía, como el lacayo temeroso al amo. Putin cae bien entre los rusos, y Anna en su batalla, casi sola, toda vez que entiende que los intelectuales comen gustosos las “zanahorias” que les ofrece el país, habla del racismo velado de su presidente, del genocidio que éste está perpetrando en Chechenia desde hace años, de cómo las personas que viven allí no interesan al Gobierno para nada, al tiempo que esa guerra permite seguir llenando los bolsillos de los de siempre, y aumentar el número de soldados que en Chechenia no realizan su bautismo de sangre, sino que allí sobre el terreno, en esa tierra donde todo está permitido, pueden dar rienda suelta a sus ánimos belicosos y hacer todas las barbaridades que les venga en gana con la mayor impunidad. Muchos acaban pirados, los mismos que luego pasan a formar parte de la población civil sin haber recibido ningún tratamiento psicológico tras su paso por Chechenia.
Finalmente Anna, nos comenta lo difícil que es informar desde Chechenia. Lo complicado que es tener acceso al agua, ya sea para comer, como para la higiene personal, teniendo que dorar la píldora a algún militar para que le deje bañarse en su destacamento. El alojamiento y la comida son igualmente dos aspectos que se solucionan de cualquier manera, durmiendo como se puede y alimentándose de pan y te.
El tema de Chechenia está claro que no suscita ningún interés, no ya en la comunidad internacional, tampoco en internet. Buscando algo de este libro que acabo de leer, por su título me salen menos de mil referencias, casi todas tan solo con la sinopsis del libro, algo ridículo teniendo en cuenta que si buscamos algo sobre cualquier famoso: “Paris Hilton” por ejemplo, obtendremos millones de resultados en cualquier idioma.
Como afirma Anna, la comunidad internacional mira para otra parte, mientras Putin va estrechando las manos de los presidentes de países como Estados Unidos o Francia. Tras el 11-S sus palabras acerca de que iba a acabar con los terroristas, sonaban muy bien, así que parece ser que si matar un puñado de terroristas en Chechenia implica arrasar con la población civil, lo que se denominará daños colaterales, cuenta entonces con el beneplácito del mundo entero.
La historia personal de Anna no acaba bien. Al final del libro, expone algún caso de periodistas que han perdido la vida por hablar de temas que muchos prefieren no tocar. Anna estaba en el punto de mira, lo sabía, y finalmente murió asesinada. ¿Fue Putin el responsable?. Directa o indirectamente seguro que sí. Anna era una persona inteligente que sencillamente informaba de las atrocidades que se cometían y que veía sobre el terreno, sin hacer distingos sobre si los cuerpos calcinados eran de islamistas o no, lo cual le valía la etiqueta de “enemiga del pueblo”.
Chechenia, la deshonra rusa, no responde todas las preguntas, no atesora todos los porqués, si bien la autora trata de modo sencillo de intentar arrojar algo de luz sobre el asunto y supone un buen acercamiento a Chechenia, esa zona bañada de sangre y olvidada por todos.
Su lectura deja en el lector, al menos en mi caso, rabia e impotencia. Rabia al ver cómo los errores se suceden irremediablemente, sin haber aprendido nada de experiencias como el Holocausto judío, sino que encima se llevan a cabo acciones que siguen la senda de la “limpieza étnica”. Las palabras que Anna dedica a la telenovela Spetsnaz son muy ilustrativas al respecto, al igual que la proliferación y uso civil de las zatchiska.
Sin duda leeré este libro. Gracias amigo.
Yo del tema del Chechenia sólo sé lo que sale en los telediarios, osea, poco o nada y es un tema que me interesa pues como pasa ahora en Georgia la belicosidad de Putin es irrefrenable.