Van cinco con esta las novelas que leído de Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt), el cual a medida que lo leo me va demostrando que tiene un estilo propio, muy reconocible y para mí, deleitable.
Se dice a menudo que algunos escritores siempre escriben la misma historia una y otra vez, hablaríamos de un eterno retorno, como el experimentado por Roland, el protagonista de la novela, el cual como Walter Benjamin hacía con los pasajes de Paris, éste hace lo propio con el registro de esas zonas neutras parisinas en las que se asienta, tratando así de conjurar los fantasmas del pasado, las heridas y llagas de su juventud, los rostros que no quiere volver a ver, las infaustas experiencias que quiere desterrar, ese pasado que nunca acaba de pasar y sí de posar, pues como una piedra en el corazón cuesta mucho despojarlo de uno mismo, y por mucho que cambie de domicilio, de barrio, París es como un tablero de ajedrez donde los peones como él tienen movilidad reducida y la realidad les viene cercada o enmarcada por unos límites que parecen imposibles de superar, salvo quizás a través de la muerte, que sería la liberación definitiva, que le permitiría a Roland y la joven que conoció en un café en su juventud, una tal Louki, cortar con la maroma umbilical que la liga a una realidad de la cual siempre estar huyendo, donde su estado ideal, el de Louki es la huida, el tránsito, el deambulamiemto, y aquí el despeñamiento. Y como en sus otras novelas encuentro aquí una prosa notarial que levanta acta de un mundo extinto, un registro topográfico de un París que se metamorfosea, un intento siempre vano de dejar constancia de nuestro paso por la tierra, a fin de dejar de ser simples so(m)bras del pasado.
Anagrama. 2008. 132 páginas. Traducción de María Teresa Gallego Urrutia
Patrick Modiano en Devaneos | Un circo pasa, El callejón de las tiendas oscuras, La hierba de las noches, Accidente nocturno