Yo con César Aira (Coronel Pringles, 1949) alucino. Me pasó lo mismo cuando leí El mago y hace poco Prins, pues todas ellas son tan inclasificables como godibles. Varamo nos sitúa en Colón, ciudad Panameña, en 1923, donde un funcionario recibe como salario dos billetes falsos y poco después escribe en unas pocas horas (con nocturnidad y no sabemos si también con alevosía) El canto del niño virgen, obra maestra de la poesía centroamericana. Esto me trae en mientes la novela La literatura nazi en América de Bolaño. No digo más.
Las novelas de de Aira son heteróclitas y la narración va cambiando de tema sin darnos cuenta, pero llevándonos siempre donde el autor quiere, y al lector solo le resta dejarse llevar, muy posiblemente prendado por la inteligencia del autor, sus sagaces comentarios, el humor absurdo, situaciones peregrinas (Varamo como embalsamador, las conversaciones con su madre, la aparición de las Góngoras, el contrabando de palos de golf…), y unas cuantas reflexiones sobre la literatura y el arte de escribir que ya estaban presentes también en El mago y en Prins, donde se nos viene a decir de distintas maneras (aquí por boca de tres editores piratas) que escribir es fácil, que cualquiera puede hacerlo, que todo es ponerse, que las mejores obras son las primeras cuando no hay técnica alguna, que en pocas horas se puede escribir una obra maestra y que incluso dentro de esa literatura de entretenimiento y consumo había vanguardias, experimentaciones…. Los mitos son una construcción del lenguaje, se dice en la novela. Aquí Aira construye la realidad a base de ficción y de mucha imaginación.
Habida cuenta de que el autor es prolífico, me queda Aira para rato.