Aristófanes (Atenas, 444 a. C. – 385 a. C) es un comediógrafo que no pasa de moda. Hace unas semanas representaron en mi ciudad una obra suya, La asamblea de las mujeres la cual me ha resultado muy graciosa.
Lo que me resulta curioso de esta comedia es que aparece Sócrates como un personaje importante de la obra, que no sale muy bien parado. Lejos su halo virtuoso con el que ha pasado a la posteridad, aquí resulta objeto de mofa por parte de Aristófanes, que se toma a chufla la filosofía de Sócrates, embebido éste en la contemplación de la naturaleza, dando lugar a jocosos diálogos.
La historia va de un padre que ante las deudas contraídas por su hijo Fidípades -deudas que no quiere asumir- decide acudir a un pensador, a fin de curtirse en la dialéctica, de tal manera que sea capaz de controlar a la perfección con tal habilidad el razonamiento justo como justo, empleando las palabras como arma. En ese pensadero es donde Sócrates expone la filosofía objeto de burla por Aristófanes por boca de Estrepsíades. Aparecen también Las nubes, indignadas por la escasa atención que reciben, sin que nadie valore su papel, que ellas entienden crucial, merced a sus tormentas, rayos, truenos, capaces de cambiar el curso de los acontecimientos, y por ende, la Historia.
He disfrutado con el cara a cara entre el razonamiento justo y el razonamiento injusto, donde se defienden por un lado la virtud, el decoro, la responsabilidad; todo lo cual es puesto en entredicho por el razonamiento injusto; aquel que defiende la licenciosidad, el placer carnal, el consumo de bebidas alcohólicas, el adulterio, y todo aquello que a menudo es objeto de sanción por las leyes de Atenas, cuyos jueces también son satirizados por el autor. Y no es solo que se defiendan ciertos actos y conductas, sino que se va un paso más allá, a fin de hacer pasar todos estos desmanes por algo correcto, oportuno, necesario, connatural al ser humano.
Un texto, esta obra de Aristófanes, que data de hace casi 2500 años (la escribió el 423 a.C) y que hoy resulta tan vigente, pues día a día vemos cómo no solo se nos miente a diario, sino como hay toda suerte de maquinaciones que permiten a los enjuiciados, y a sus abogados valerse de todo tipo de artimañas “legales” para escurrir el bulto, para nunca o casi nunca, asumir, ni sus errores, ni el daño causado, ni la amoralidad, vileza y lo poco ejemplar de sus actos. Todo estas artimañas inmorales serán criticadas duramente por Platón en el Gorgias, o el arte de la retórica.