Archivo del Autor: Francisco H. González

Gérard de Nerval

Sylvie (Gérard de Nerval)

Quería leer esta nouvelle desde que hace un tiempo leyera Tras las huellas de los románticos de Richard Holmes, donde uno de los biografiados era Gérard de Nerval (1808-1855).

Para Umberto Eco, Sylvie (publicada dos años antes de la muerte de su autor) es uno de los libros más bellos jamás escritos. Una lectura, la de Sylvie que le dejó trastornado. Más tarde supo que a Proust le había sucedido lo mismo.

Lo que el narrador de esta delicada, preciosista, sinéstesica y barroca novela, tributaria del mundo clásico, manifiesta es la imposibilidad del amor, un amor que se le presenta al galán bajo el rostro de tres mujeres, dos a las que conoció en su mocedad y otra en el tiempo presente: una actriz de la que se queda prendado cuando acude en calidad de espectador a un teatro parisino.

La narración supone para el protagonista regresar al pasado, al reencuentro con Sylvie, uno de sus amores platónicos de juventud (cuando ella era joven, alocada, salvaje, andaba descalza y tenía la tez morena), abandonar la ciudad de París por unos días y dirigirse ocho leguas al norte, a pueblos como Ermenonville, Loisy, donde la vida ha cambiado poco, para demorarse en paseos entre bosques, a la vera del río Thève, disfrutando de la calidez de una vida sencilla, donde el pasado se perpetúa en forma de bailes, fiestas y tradiciones que se mantienen con el correr de los siglos, donde late el corazón del pueblo francés, escenas en las que se evidencian las desigualdades sociales entre ellos.

El narrador, a quien conocen como el parisino, dado que a éste le resulta difícil librarse de su estigma urbanita, comprueba en su regreso a la Arcadia rural que Sylvie nunca será suya, que la actriz de la que cree estar enamorado, no es más que el reflejo vago de Adrienne, aquella joven rubia de la que se enamoró por un momento en su juventud, inseminado desde entonces con la semilla amarga del desamor en el que naufragará ya por siempre.

Se hace mención en el texto a la novela de 1761 La Nueva Eloísa de Rousseau (quien residió en Ermonenville), cuando el enamorado recita de memoria pasajes del libro a Sylvie y más tarde cuando ella dice haber leído la novela y verse en la piel de Julia y a él en la de Saint-Preux. Pero al final, disipado el embrujo, él siente a Sylvie más como una hermana que como una amante y solo le resta aferrarse a sus recuerdos de juventud, cuando todo podía haber sido distinto, antes de que la vida los pusiera en caminos diferentes, siempre paralelos por mucho que se empecinen en hacerlos converger.

Acantilado. 2002. 82 páginas. Traducción de Luis María Todó.

¿Escritura creativa?

Lo de escritura creativa me suena a pleonasmo, porque pienso que la escritura o es creativa o no es.
Impartir talleres de escritura creativa es una manera que tienen muchos escritores de ganarse la vida, o al menos de mejorársela un poco. No es habitual encontrar un artículo tan bien sustanciado, de un escritor (Gonzalo Torné), titulado precisamente Contra los cursos de escritura creativa, donde comparto lo ahí esgrimido.
La escritura es técnica, pero sobre todo es imaginación y talento, y eso afortunadamente no se puede enseñar ni aprender en un taller.

elviajeromaslento

El viajero más lento. El arte de no terminar nada (Enrique Vila-Matas)

Ando leyendo Guerra y Paz y al tener que acudir esta tarde a un rocódromo durante una hora larga, llevar a Tolstói bajo el brazo no me apetecía, así que me cogí El viajero más lento de Vila-Matas que iba leyendo a pequeños sorbos desde que lo compré el otro día en una feria del libro de ocasión. Tolstói es Dios, la literatura hecha oblea con la que comulgar, esto lo sabemos todos, pero leídas cien páginas andaba un poco saturado de tanto príncipe, princesa, conde, reuniones de salón y cadenas de favores y Vila-Matas, como siempre, es un soplo -o una ventolera- de aire fresco.

Así, mientras leía en un hangar sobre un mesa de madera, la gente iba y venía a las taquillas, sitas a mi espalda, sonaba la música con canciones de Manu Chao a todo trapo, los niños mostraban su capacidad pulmonar explicitando su enfado y sus buenas dotes para hacer la croqueta espasmódica, sin haber tenido maestro alguno, yo, ajeno a todo e impasible a lo Eastwood, iba avanzando, embebido, apresurándome despacio en la lectura de los distintos ensayos, gozando, soprendiéndome con la entrevista a Dalí (y las diferencias que éste marca, por ejemplo, entre el cine de Antonioni y Fellini), riéndome mucho con la falsa entrevista a Marlon Brando, porque comparto lo que se dice en el ensayo de Echenoz, de que un libro es objeto de placer, y en este caso, leer estos ensayos de Vila-Matas consiste para mí en no retenerlo todo, en quedarme con lo justo (de esta manera el libro deviene inagotable, porque a medida que vas leyendo muchos de los libros que se citan, cada lectura de los ensayos es diferente), a saber, con los libros aquí citados que quiero leer como Viaje al fondo de la noche, La vida instrucciones de uso, los Aforismos de Lichtenberg, los Diarios de Gombrowizc, El sueño de los héroes, Petersburgo, Una guerra perdida, Dos pájaros a nado, El tercer policía, Pálido fuego, La ocupación del suelo, Movimiento perpetuo, Cosmos, Lago, Los sinsabores del verdadero policía…, y en disfrutar de lo manifestado de otros libros que sí he leído como 53 días, Los detectives salvajes, Un hombre que duerme, Maupassant y yo, Bartleby el escribiente, o La saga/fuga de J. B..
Me sorprende la admiración que Vila-Matas siente hacia la novela de Torrente, la cual leí no hace mucho y disfruté lo que sí estaba escrito, a la que llegué a través de una reseña de Avilés a la novela del gallego. Me sorprende también ver ahí Mondoñedo y como no podía ser menos a Cunqueiro (del que disfruté mucho su ingeniosa El año del cometa), pues tengo la sensación de encontrarme como en casa.

Buena parte de lo enunciado en estos ensayos se ha ido desplegando luego en las novelas, artículos y ensayos que Vila-Matas ha ido escribiendo desde 1992. Al leer por ejemplo su libro más reciente, Impón tu suerte, ahí está de nuevo Perec, Bolaño, el arte inconcluso, la idea de fracasar, la tentación o el deseo de no hacerlo.

Cuando leo un libro a veces me pregunto cómo he llegado hasta él, y sé que muchas veces es porque en su día leí algo de Vila-Matas que se quedó por ahí rondando en mi cabeza, como si Vila-Matas fuera una gallina ponedora, en plan Hormiga Reina, capaz de poner millones de huevos al día en nuestros cerebros (esto se da un aire al alaizquierdacartaresquiana), que luego eclosionan y nos abocan a ciertas lecturas, sin que, pensamos, vengan a cuento (o a novela o a ensayo).

Vila-Matas podrá gustar o no como novelista, pero como divulgador de la literatura y de los escritores que la posibilitan (y a él le gustan) no tiene rival. Y que quieren que les diga, Guerra y Paz será la octava maravilla, pero leo el final de ensayos como El otro Frankfurt, y veo al hombre-libro de Argel levantarse de la silla, encender un cigarrillo y perderse por entre las sombras del atardecer de Bankfurt y me veo más ahí, que en los enrarecidos salones petersburgueses.