Archivo del Autor: Francisco H. González

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La mujer de la arena (Kôbô Abe)

«Lasciate ogni esperanza, voi ch´entrate»

En esta portentosa novela de Kôbô Abe (1924-1993), publicada en 1962 (llevada al cine en 1964) bajo el título en japonés de (Suna no onna, con traducción de Kazuya Sakai), el autor reflexiona sobre la condición humana, sobre la tensión que existe entre la necesidad de volar, de llevar una vida nómada, sin ataduras, ni compromisos, y el deseo de tener compañía, de solazarse en el amparo y protección que brinda el hogar, el alivio de la soledad en la compañía ajena, el apaciguamiento que depara el día a día rutinario y clónico.

Un profesor de escuela, de vocación entomóloga, abandona su hogar sin avisar, se entrega a la aventura y acaba en un poblado donde sin saberlo, en la entrada al mismo bien pudiera existir un cártel que recogiera las palabras de Dante que principian este escrito.

No existía. Existía. Ya no existo. ¿Ha importado?. Esta inscripción que aparecía en un epitafio y que recogía Adolfo en Fantasmas del escritor, creo que se ajusta a la perfección a lo que Abe quiere transmitirnos en esta ficción. Para ello recurre precisamente a la figura de un entomólogo, el cual a medida que estudia cuantos insectos tiene a tiro se ve a sí mismo como otro insecto más. Si cogemos algo de perspectiva, desde el aire, vemos que los humanos somos poco más que hormigas, las ciudades hormigueros, embebidos en un continuo ir y venir, acarreando bienes, sumidos en un consumo que nos consume y concluyendo nuestra especie de la misma manera que el resto.

A fin de no destripar la historia, pues su gran aliciente es llegar a la misma virgen, apuntar que de alguna manera esta novela me ha recordado a otra novela que leí con sumo gusto, El niño que robó el caballo de Atila, pues ambas plasman muy bien la zozobra y angustia del encierro en un agujero. Es palmario también el toque Kafkiano de la historia, que me recuerda a su vez a otra novela estupenda, Paradoja del interventor, donde al igual que sucede aquí, de un día para otro, la vida de un hombre cambia radicalmente, abundando luego en lo absurdo de las situaciones, y en la insignificancia de sus actos y por ende, de su existencia.

Otro de los pilares de esta atemporal novela es el deseo sexual, que aviva, reverdece y aquí incluso envilece a quien lo satisface. La novela presenta una cara sensual y voluptuosa, donde la piel ajena y querida vemos que achica el universo y las grandes expectativas del hombre, hasta concretarlo en un punto mínimo que deviene suficiente, cuando el espíritu de transformación muda en otro más llevadero, el de la adaptación.

Recuerdo otra novela que leí y disfruté hace tiempo, cuyo protagonista era también un entomólogo: Alimento para moscas de Jon Obeso.

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Más allá del olvido (Patrick Modiano)

A veces encontramos facturas, papeles, tickets entre las hojas de libros, agendas, donde apenas podemos reconocer nada. Quizás por el tipo de papel o de tinta. Con los recuerdos nos sucede algo similar, están ahí y cuando queremos recuperarlos a menudo son poco más que bruma.

Patrick Modiano, en esta novela, sigue con su particular reconstrucción existencial, recopilando retazos como dice Alberto Manguel, simulando escribir -como apunta Vila-Matas– siempre el mismo libro, cosechando elogios de otros escritores como Torné, o palabras como estas que le dedica Adolfo García Ortega en Fantasmas del escritor: Para mí, Modiano es una especie de Balzac contemporáneo, el creador de un fresco parisino, privado y universal a la vez. Y también lo tengo por un escritor tan titánico como Victor Hugo, a la hora de crear personajes en claroscuros, oblicuos, de los que no deja de apiadarse o asombrarse con una sutileza inocente; alabanzas que comparto después de haber leído, con ésta (publicada en Francia en 1996), seis novelas suyas.

Lo interesante cuando leo a Modiano es confirmar cómo es posible construir y echar a andar una novela y que ésta resulte consistente y entretenida con tan escasos mimbres, con un argumento mínimo, con un narrador (que es escritor, y que en sus años de mocedad comerciaba con libros usados y que casualmente decide comprar un libro que leyó anteriormente y le gustó: Huracán en Jamaica) que no se sienta frente al papel para dar cuenta de sus recuerdos (no muchos la verdad, pues Modiano está más cerca del Perec de (Me acuerdo, que de Chateaubriand en su vis memorialista), sino que más bien aprovecha su escritura para ir en pos de los mismos, realizando una labor arqueológica, de exhumación del pasado, de inventariado, quizás porque como creo que dijo Faulkner, el pasado nunca acaba de pasar y así aunque se sucedan las décadas, cuando una pareja se reencuentra, el tiempo se suprime y el ayer y el ahora pasan a ser lo mismo y el espacio se reduce al horizonte del roce de la piel. Un volver al pasado (ahora que superados ya los cuarenta, de todo comienza ya a hacer mucho tiempo) llevará al protagonista, y al lector, a la juventud, sin cumplir los 18, a aquellos momentos leves, ligeros, distendidos, inconclusos, exentos de ataduras y responsabilidades, donde incluso en algunos momentos soplaban los vientos de la felicidad. Escribir es volver ahí, anclarse en ese instante, para avivar el rescoldo del pasado, e ir en busca del tiempo perdido y ahora (por momentos) recuperado o reconstruido.

Me auxilia google maps, a falta de algún mapa al final de la novela, para situar las localizaciones parisinas (y en esta ocasión también las londinenses, pues parte de la novela transcurre en Londres), y me pregunto si al igual que hablamos del Madrid de Galdós, del Londres de Dickens, podemos hablar también ya de la Barcelona de Luis Goytisolo o del París de Modiano.

No sé si existe alguna web donde alguien se haya tomado la molestia topográfica de situar en un callejero de París todos los lugares (calles, bulevares, cafés, plazas, locales, cines…) que aparecen en las novelas de Modiano. Si es así, que me lo haga saber a la voz de ya.

Patrick Modiano en Devaneos | Un circo pasa, El callejón de las tiendas oscuras, La hierba de las noches, Accidente nocturno, En el café de la juventud perdida.

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El favor de la sirena (Denis Johnson)

Es evidente para usted que mientras escribo esto no he muerto. Pero puede que sí cuando lo lea.

Así finaliza, Triunfo sobre la tumba, el cuarto de los cinco relatos que conforman El favor de la sirena. Denis Johnson (1949-2017) tenía cáncer y sabía que iba a morir. Cuando el lector tiene este libro entre sus manos Denis ya ha muerto. La pregunta que me hago es cómo se enfrenta uno a la muerte cuando es escritor. Igual que los demás, supongo, pero la duda es si ante esa tesitura, sabiendo que el final está ahí mismo, si aún le quedan a uno ganas de escribir, lo hará llevado por el resentimiento, el amor, el odio, la complacencia, la ternura…

Denis Johnson

Denis Johnson

Cuando uno lee estos cinco relatos se imagina un letrero luminoso, con la palabra esperanza, donde todas las letras están fundidas. Denis no escurre el bulto, no se deja llevar por ensoñaciones y lo que ofrece es triste a más no poder. En sus relatos abunda en la enfermedad, sea el cáncer o el alzheimer (ahí queda Liz, mujer con Alzheimerm, que sin memoria y sin identidad, se refiere a todos con un Hola, desconocido), también en la decrepitud, en el efecto que las drogas y las medicaciones operan sobre los reclusos y los internos de centros psiquiátricos. Denis en los relatos pone el acento, o más bien el punto final, en todos esos personajes que pululan por los relatos y van muriendo páginas después. Hay muerte y conmoción, cuando aparece el atentado y caída de las torres gemelas. Denis aborda también su labor como escritor, como crítico, como profesor de talleres literarios. Literatura que (le) sirve para poco, para vivir en todo caso y morir como el resto.

Disfruté mucho en su día leyendo Árbol de humo, que me pareció un novelón. Otro tanto con su novela más breve Sueños de trenes, pero con estos relatos he tenido la sensación de no formar parte de nada de lo referido, por mucho que haya ahí circunstancias que nos atañen a todos y por mucha pena que pueda darnos el saber que este libro Denis lo escribió en las últimas, pues los relatos creo que tienen muy poco fuelle y se dispersan tanto que cunde el desinterés, resultándome plomizos.

Literatura Random House. 2018. 190 páginas. Traducción de Javier Calvo.