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ánima Wajdi Mouawad

Ánima (Wajdi Mouawad 2014)

Es curioso que un libro que a un escritor le ha costado escribirlo diez años, un lector, yo, lo devore casi de un tirón. Y eso que son 435 páginas del ala.

El libro en cuestión se titula Ánima del libanés Wajdi Mouawad. Wajdi es conocido sobre todo por su tetralogía La sangre de las promesas compuesta por: Bosques, Litoral, Incendios (reseña) y Cielos.

El argumento, de entrada, es bastante convencional. Una mujer aparece asesinada brutalmente en Canada, en Quebec. Su asesino le ha realizado un corte encima del vientre por donde la ha violado hasta matarla. La pareja de la víctima, Wahhch, quiere saber quién es el asesino. El Coroner encargado de la investigación le hace saber que la policía en este caso se llama andana, pues el asesino trabaja para la policía y es mejor dejarlo correr.

¿Decide cruzarse Wahhch de brazos?. No.

Tras el cruel asesinato empieza la acción, el movimiento incesante, un continuo deambular que no cesará hasta que acabe la novela, 400 páginas después. A lo largo de las cuales Wahhch recorrerá medio Canadá y otro medio Estados Unidos, primero como cazador y luego como presa. Esto es, Wahhch va siguiendo la pista del asesino hasta que lo encuentra y éste, el asesino, le da por culo, perdón, lo sodomiza, y luego Wahhch tiene que escapar porque el asesino tras sodomizarlo decide ir a por él con intención matarlo. Y entonces, cruz de navajas por una mujer

Dicho así todo esto parece un poco coñazo. No lo es, o sí, y la lectura me ha dejado ofuscado y no veo las cosas con suficiente nitidez. Diré que leyendo el libro, durante un buen rato he tenido mis reservas (no de indios) precisamente, pero al final me he dejado llevar y la cosa ha mejorado ostensiblemente.

Si en otras novelas se lleva la polifonía de voces (Bulevar 20, Fin de Fiestas…), aquí se lleva la polifonía animal, es decir que nos enteramos de lo que pasa en esta historia porque en cada momento hay presente algún mamífero, ave, reptil, insecto, etcétera, presente, y es a través de sus ojos, la manera mediante la cual vemos el periplo, andanzas, correrías, devaneos sexuales, de Wahhch.

Esto de los que animales piensen tiene su gracia porque es bastante original (dejando de lado Rebelión en la granja) y además es un aliciente, porque resulta divertido leer las reflexiones de un caballo o de un cerdo antes de pasar a formar parte de la cadena alimentaria humana, de un perro antes de una pelea mortal con otro congénere, de una mosca antes de libar el sudor de su objetivo, de una paloma viendo el mundo desde el cielo, de un mono descojonándose de lo tontos que son los humanos mientras se lía un cigarrito, de un pez olvidándolo todo cada…, etcétera, así como ver cómo sienten los animales la tristeza, la alegría, el dolor, la excitación, de los humanos, identificando cada estado emocional de estos con un color diferente, o sus sentidos tan desarrollados para percibir cualquier aroma, olor, excrecencia, fluido o flujo corporal.

Y lo que empieza como algo parecido a una venganza, o al menos con la esperanza de Wahhch de poner cara al asesino (y saber así que no ha sido él), a medida que se van cometiendo más crímenes, todo comienza a ser cada vez más ensordecedor y más tenebroso y más negro y más visceral, cuando Wahhch vaya abriendo brecha en su memoria granítica y sus recuerdos comiencen a aflorar y el deseo de venganza deje paso a un deseo de saber quién es, anhelo de ir en busca de esas palabras que le permitan tener un nombre, una identidad, un pasado, porque Wahhch sabe que todos los finales son iguales: bajo tierra. Y su empeño, su cruzada existencial, será saber qué paso cuando a sus cuatro años estuvo enterrado bajo tierra y por qué su padre adoptivo le salvó la vida y ahí entra en escena un escenario bélico aterrador, la masacre de Sabra y Chatila, en 1982, cuando unos cristianos maronistas armados, sembraron el terror en un campo de refugiados palestinos ante la pasiva mirada de los Israelitas. Wahhch tendrá oportunidad de conocer de la boca de un amigo de su padre, qué es lo que sucedio realmente durante esas 72 horas dantescas. Ahí Wajdi se despacha a gusto y esas páginas inundadas de sangre e ignonimina lograrán erizar el bello de cualquier persona sensible.

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Wajdi Mouawad

Ráfagas de frases cortas dotan la lectura de un ritmo ágil, vertiginoso diría, a lo que ayuda que muchas páginas sean apenas dos párrafos y esta historia de Wahhch yendo en busca de su pasado olvidado, convertido su (sin)vivir en un continuo afán de ir hacia adelante sin parar de moverse, realizando un viaje exterior que es también al mismo tiempo interior, hacia el fondo de su ser, de su inconsciente, ha convertido esta lectura, en una lectura casi compulsiva, enfermiza, febril.
Wajdi construye poderosas imágenes visuales, sí, este libro se ve al tiempo que se lee, y el acierto de dar la voz a los animales permite como en una secuencia relatada por las aves, ser testigos de una estampida de caballos con colisión fatal en una autopista, donde la pluma sustituría a una cámara registrando una plano aéreo.

Ánima es esa clases de novelas que quieres acabar a toda costa para dejar de sufrir, para recuperar el pulso normal, para volver a congraciarte con la luz apacible de la nevera, del fulgor estelar sobre los tejados, sí, lejos, muy lejos, cuanto más lejos mejor, del infierno con el que nos deleita/tortura Wajdi con esta Ánima, que os animo a leer.

Jérôme Ferrari Editorial Mondadori

El sermón sobre la caída de Roma (Jérôme Ferrari 2013)

Jérôme Ferrari
Editorial Mondadori
2013
175 páginas

No me gustó Donde dejé mi alma, del galo Jérôme Ferrari. El sermón sobre la caída de Roma, aunque haya ganado el Goncourt en 2012, más que un sermón me ha resultado un coñazo.

Los mismos males que aquejaban Donde dejé mi alma, están presentes también aquí, en esta novela, que es anterior. Ahora, en lugar de una tragedia interior y una reflexión vacua sobre la violencia, Jérome nos da la tabarra con lo que supone el fin de una civilización, la extinción del mundo que hemos conocido. Así que se pone manos a la obra y nos engarza tres historias, a cual más aburrida. La palma se la lleva aquella que nos relata como dos jóvenes corsos dejan su pueblo para ver mundo y una vez en la facultad parisina, abandonarla, para volver a su pueblo y regentar un bar, donde los parroquianos se emborrachan, echan la partida, se embrutecen, mientras camareras con calculadoras entre las piernas, acarician los genitales de los comensales, a modo de bienvenida.
Ferrari no sabe si ponerse lírico o burro, y opta por lo segundo, por impactar con el mal gusto, lo soez, empleando una prosa pobre y errática, que da el golpe de gracia a una novela que ni me ha divertido, ni entusiasmado.

El contraste entre ese mundo actual que se cae a pedazos, en manos de jóvenes superficiales, y ese mundo de comienzos del siglo XX, habitado por Marcel y sus hermanos, un mundo doloroso, enfermo y cruel, donde cada día vivido era una batalla, solo sirve para poner en evidencia que el presente es algo tan leve y efímero como un parpadeo.

Jérôme Ferrari

Esos devaneos que Jérome se trae sobre el fin de la civilización, sobre la caídita de Roma, revestidos bajo la piel de una novela, aburren desde las primeras páginas, ya que no coge el tono en ningún momento y su prosa parece de cartón piedra, una cháchara con delirios de épica y grandeza (y nulos efectos), que no lleva a ninguna parte. Pasar de un homicidio pre-castración a los últimos estertores de San Agustín, sin apenas transición, es todo cuanto preciso para decidir que de Jérome voy servido.

Si alguien está interesado en las Señales que precederán al fin del mundo, que lea a Yuri Herrera. Ese libro sí me ha gustado. Y si la cosa va de Bárbaros, lean el ensayo de Baricco. Amen. Podéis ir en paz.

Arno Geiger, El Aleph editores, 2013

El viejo rey en el exilio (Arno Geiger 2013)

Arno Geiger
157 páginas
El Aleph Editores
2013

El autor austriaco Arno Geiger (1968) aborda en su última novela (publicada por El Aleph editores) El viejo rey en el exilio la demencia de su padre August. Arno da por bueno lo que en su día afirmó Derrida -que se escribe, entre otras cosas, para pedir perdón- y el tono que adopta este relato autobiográfico viene a ser un homenaje al padre presente/ausente.

En los albores de la enfermedad del padre y al no disponer de toda la información, ciertas conductas del mismo, le resultan a Arno y al resto de su entorno familiar, apenas comprensibles y muy a menudo frustrantes y reprobables. Una vez que todos tomen consciencia de que su padre sufre una enfermedad degenerativa; demencia, alzheimer, es cuando tratan de organizarse y hacer las cosas de otra manera, a fin de coger el toro por los cuernos. Arno, va entonces al encuentro de su padre, del cual se había distanciado con el paso de los años, un encuentro no exento de tensiones, fricciones, desaliento, tristeza, alegría y esperanza. En resumen, un torbellino de sensaciones que experimenta todo cuidador que se faje en las atenciones dedicadas a un enfermo de larga duración y cuya mente es una cantera al aire libre, donde cada día es una detonación que la irá barrenando, hasta su extinción.

El libro, al tiempo que va constatando los progresos de la enfermedad en la mente de August, hasta verse obligado a dejar su casa para ser ingresado en un asilo, donde se cuestione a diario su falta de rendimiento y su escasa utilidad, va arrojando datos sobre la vida del mismo, sobre el efecto devastador que la guerra tuvo en su persona. August sobrevivió a la guerra, pero se llevó al futuro un trauma, que le impediría, de manera voluntaria, volver a salir de su pueblo y ver mundo, ceñido a un esquema mental que le impelirá a buscar la tranquilidad, el confort de lo cotidiano.

Arno nos habla del matrimonio de su padre, condenado éste al fracaso, de los hijos que tuvieron, de la separación, todo ello con la voluntad de comprender a su padre, de saber cómo fue su vida, y quizá un libro sea una buena forma de dejar por escrito, cómo, y a pesar de todo, las personas que nos rodean a menudo se nos muestran incompletas, apenas iluminadas, con pasados mutilados, o nunca narrados. Arno, por ejemplo, descubrirá unos papeles escritos por su padre donde explica cómo fue su regreso a casa, desde Bratislava, tras debatirse durante cuatro semanas entre la vida y la muerte, hechos de los que Arno no tendría conocimiento (más allá de una foto) si su padre no lo hubiera escrito en unas cuartillas que luego guardaría en unos cajones.

El libro está escrito desde el cariño, desde el reconocimiento, entendida la proximidad de la muerte y la estación anterior, la enfermedad, como una lección de vida y creo que si el libro resulta bastante emotivo y enriquecedor, éste queda perfectamente resumido en una foto, la de la solapa, en la que se va al padre y al hijo al aire libre, caminando. La mirada que el hijo destina a su padre y lo que ésta contiene, lo dice todo.

Lecturas periféricas
| La presencia pura (Christian Bobin) | No he salido de mi noche (Annie Ernaux) | Manual de pérdidas (Javier Sachez)

Donde dejé mi alma (Jérôme Ferrari 2013)

Donde dejé mi alma Jerome Ferrari Editorial Demipage portada libro
Jérôme Ferrari
Editorial Demipage
2013
180 páginas

Descubro leyendo Donde dejé mi alma, a un escritor (Jérôme Ferrari) y una editorial (Demipage). Jérôme Ferrari (1968) se llevó el Premio Goncourt 2012 por su novela El sermón sonre la caída de Roma. La pretensión y el argumento de la misma quedan bien definidos en las páginas 183 a la 185 por la notas de la traductora, Sara Martín Manduiña.

«Con esta obra, Ferrari demuestra que la literatura es una arma certera que, a diferencia de la pretendida objetividad de la Historia y de la obscena desmesura de la Épica, es capaz de desentrañar al hombre desnudo, con toda su brutalidad, su intranscendencia o su heroicidad.

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