Archivo de la categoría: 2003

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El perdón de los pecados (Antonio Fontana)

Mi manera de comprometerme fue darme a la fuga, canturreaba Sabina en una de sus canciones. Ángela hace lo propio. Después de ver, cuando es una niña, cómo su padre se da a la fuga, tras encomendarle que cuide de su hermana Tecla, tras conocer que su hermana sufre parálisis cerebral y una vez llegue a la edad adulta, abandonará el hogar familiar comprando billete de ida, por que no le volverán a ver más el pelo.
Lo que Ángela gana huyendo lo pierde por la vía de los remordimientos y el peso de la culpa que la lastrará para siempre.
Una llamada de teléfono rompe la noche a tajazos, para hacerla volver, para arrostrar, quiera o no, su pasado y volver a recordar a su hermana Tecla, a su anegada madre, a los vecinos que entre dimes y diretes se alegrarán de volver a ver a la hija pródiga, la cual no encontrará el abrazo filial, sino dos féretros indistintos ante los que pedir perdón por sus pecados. Un Dios que está muy presente, pero no para pedirle milagros, sino para rendirle cuentas, para cantarle las cuarenta.
Las preguntas que se formula la madre de Tecla siempre son las mismas en estos casos. ¿Qué ocurrirá cuando yo falte? ¿Qué culpa tiene Tecla?
Una novela muy triste esta de Antonio Fontana (Málaga, 1964) y también purificadora. Sin ceder a lo sentimentaloide creo que el autor con mucha precisión va desentrañando esa madeja de sentimientos morales y punzantes que convierten el día a día de todos ellos en un porvenir funesto, encadenados a una enfermedad que no les da ni tregua ni respiro.
El suicidio, el asesinato, la muerte en definitiva, repartirá las cartas que ellos juegan. Todos pierden.

Acantilado. 2003. 156 páginas

Virginia Woolf

Flush (Virginia Woolf)

En la demoledora Patas de perro el protagonista era un niño, mitad perro mitad humano. En Tuyo es el mañana uno de los narradores era un galgo. Virginia Woolf en esta breve novela pergeña una biografía de un perro, un cocker spaniel, que atiende al nombre de Flush. Lo original pasa por ponerse en la piel de un perro, y ajustar su mirada a la visión de un perro, a la altura de la rodilla. Un mundo -en la década de los cuarenta del siglo XIX- que el can aprehende a través de los colores, los olores y que brinda secuencias muy interesantes como el estado de agitación en el que se halla su dueña, la famosa poetisa victoriana Elizabeth Barrett Browning (1806-1861), cuando ésta se prenda del que sería su marido, Robert Browning o cuando nace el hijo de ambos.
“La superioridad de Flush sobre los seres humanos estriba en la posibilidad de sentir y la incapacidad para expresarse por medio de palabras. Puede captar olores, tonos, acentos peculiares. “Conocía Florencia como jamás la conoció ningún ser humano, como no la conocieron ni Ruskin ni George Eliot. La conocía como sólo la pueden conocer los mudos. Ni una sola palabra de sus innumerables sensaciones se sometió nunca a la deformidad de las palabras”.

Por medio hay cierta intriga, como cuando el perro es secuestrado en las calles de Londres por unos pandilleros barriobajeros, en Wimpole street, al no ir Flush atado, y cuya liberación se producirá tras el depósito de una cantidad y tras pasar Flush unos ratos atroces, sin saber en ningún momento que iba a ser de él.

Luego, Elizabeth, Robert, Lily Wilson (la criada) y el can se trasladan como unos peregrinos de la belleza a Italia. Se asientan en Pisa y luego en Florencia. El contraste entre el ambiente londinense con su frío, su humedad, su grisura, y el bienestar italiano, con su sol, su calor, su luz, su alegría, su algarabía, las voces restallantes, los pródigos olores, la chiquillada tomando las calles, los mercados callejeros. En fin, la vida chorreando y palpitando por todos los rincones. Ese contraste lo recoge muy bien Woolf a través de los sentidos de Flush.

Además de poner a un perro como voz narradora, Woolf también concede algo de espacio a Lily Wilson, la criada de Elizabeth, algo poco habitual pues como dice Woolf, los biógrafos no suelen dirigir sus focos hacia el servicio doméstico. Las apreciaciones de Lily cuando ésta llega a Italia y se hace cruces antes las Venus desnudas, se verán poco después superadas, una vez que aprecie y disfrute la vida en el sur y se enamore de un italiano, que desgraciadamente le saldrá rana.

Destino. 2003. 158 páginas. Traducción de Rafael Vázquez Zamora. Epílogo de Marta Pessarodona.

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La hora del diablo (Fernando Pessoa)

Fernando Pessoa
Acantilado
Traducción de Roser Vilagrassa
2003
79 páginas

Desconocía esta vis cómica o humorística, de Fernando Pessoa (1888-1935) que no había encontrado ni en su poesía ni en su Libro del desasosiego.

Sea como fuere esta novela me ha encantado.

El título, La hora del diablo, editado por Acantilado con traducción de Roser Vilagrassa, ya da la pista. El protagonista es el diablo, no un diablo al uso, no un ente diabólico asociado a lo satánico, sino algo más terrenal, más humano valga la contradicción, dado que el diablo se nos presenta como la encarnación de la nada, un ente angelical, que está más asociado a aquello que le hace al humano fantasear, soñar. Ahí donde se sueña está el diablo, ahí donde surge la duda está el diablo, así se explicita la tentación diabólica. Un diablo que conoce a una mujer embarazada en una fiesta de disfraces, la cual quiere que sea la transmisora de su estirpe.

Este es el diablo de Pessoa, el cual se quejará de que los escritores, primero Milton y luego Goethe no le han hecho justicia en sus escritos. Un diablo que se ve a sí mismo como la otra cara de Dios; uno es el sol, el otro la luna, es más un complemento que un contrario. Un diablo que está cansado del rol que le han asignado y que envidia de los humanos su fugacidad, el calor humano al lar del hogar donde las familias rumian su presente, a su paso por la tierra. Todo lo cual vale más que la metafísica de los misterios a la que los dioses y los ángeles están condenados por esencia, se lamenta el diablo.

Felices los que duermen en su vida animal, que es un sistema peculiar de alma, velado con poesía e ilustrado con palabras.

La narración es poética y filosófica, y a pesar de su brevedad, apenas cuarenta páginas, es un texto jugoso, fértil (en todo lo tocante a lo que entendemos por religión y la idea que tenemos de Dios), abierto a muchas lecturas e interpretaciones, y un final, que se completa con otro posible final. Vale la pena leer también el apéndice Historia y alcance de «La hora del diablo» de Teresa Rita Lopes donde se abunda en la interpretación de la novela y la enriquece con otros textos de Pessoa en los que éste aborda temas parejos.

Mala suerte (Juan Aparicio-Belmonte 2003)

Portada libro Juan Aparicio-Belmonte
Juan Aparicio-Belmonte
Editorial: Lengua de Trapo
Año: 2003
189 páginas

Una amiga se empecinó en que me comprara, Un amigo en la ciudad, el último libro de Juan Aparicio-Belmonte. Lo busqué en la Biblioteca y no lo habían comprado (!malditos recortes!), pero me llevé otro del mismo autor, Mala suerte, el primero que Aparicio-Belmonte publicará allá por el 2003 y por el que se llevaría el I Premio de Narrativa de Caja Madrid.

El premio consolación de todas maneras me ha salido un patanegra.

Los libros hay que sacarlos de las bibliotecas, de las casas, cogerlos de las manos (del lomo), que vean mundo, que vayan de bares. Este ejemplar me lo llevé a un bar, y mientras lo leía, no pude menos que echarme unas risotadas, lo que propició que el camarero levantara la cabeza por encima de la barra, la recorriera hasta el final y echara un vistazo al nombre del libro que lo tenía así dispuesto (mirando al tendido) mientras iba al baño.

¿Belmonte?. Al leer ese nombre, el pueblo, piensa en corridas de toros. Habrá quien incluso mente a Manuel Chaves Nogales y su libro sobre el torero y hay que coger entonces el toro por los cuernos y rematar la faena. No, no es ese Belmonte, éste, nació en Londres y no es torero (que yo sepa).

El libro me ha gustado mucho. Ha sido una descomunal sorpresa. Tengo otros cuatro libros más de Aparicio-Belmonte en la recamara.

¿De qué va? ¿Por qué es tan bueno?. Apuntad, despacito y con buena letra:

Un legionario, técnico de luces, histérico, psicopático, de la margen izquierda.
Una Comisario despampanente, con aureola, entregada a su trabajo y a la resolución de un caso: dos crímenes.
Un novio joven (el de la comisario) que está escribiendo una novela de mierda.
Un inspector de policía fofo y blando y una panda de oficiales, que son una panda.
Un abogado obsesionado con su mala suerte, examinado por un psicoanalista.
La mujer del abogado (su carichi) que pinta cuadros de paisajes.
Un camello con una melena bisbaliana, que de tan perfecta parece una peluca.
Un psicoanalista que recibe los envites del abogado, guarecido tras sus gafas oscuras, a quien le hubiera venido bien un chaleco antibalas.
Madrid. El Barrio de Salamanca. El Barrio de la Ventilla.
Un novio celoso que ve fantasmas donde sí los hay.
Una secretaria (la del abogado) que convertirá su coqueteo en la perdición de su novio.
La pasión, el deseo, las infidelidades (no consumadas), las heridas que van camino de cerrarse, la Mala Suerte que dará título a una novela dentro de la novela.

¿Es esto una reseña?.
No
¿y?