Archivo de la categoría: 2006

Lord

Lord (João Gilberto Noll )

João Gilberto Noll
2006
132 páginas
Adriana Hidalgo Editora

Leí una entrevista al escritor Luis Rodríguez en la que recomendaba esta novela. Luis y Noll se parecen. Son las suyas escrituras radicales, singulares, que dejan al lector postrado en la perplejidad.

Leo este artículo de Vicente Luis Mora sobre la novela de Noll, donde nos dice que fue Luis Rodríguez quien le forzó a leer a Noll. A menudo, en esto del leer vamos recorriendo los caminos que otros en su día hollaron para los que vamos detrás. Respecto a la novela de Noll experimento algo similar a lo que me sucedió leyendo La herida se mueve, esa sensación de que no haces pie, de que el autor te puede salir por cualquier parte, una sensación de extrañamiento, algo hipnótico, a pesar de que aquí sí hay una semántica y algo parecido a una historia.

“Aquellas palabras sin semántica funcionaban para mí como un mantra y, como tal, era hipnótico, me llevaba a un estado de indeterminación: un murmullo satinado nunca convertido en gesto, en acción.

El protagonista es un escritor que acude a Londres invitado por un inglés que le paga el alojamiento y dietas. Un hombre con siete libros escritos, a sus espaldas. Ese es su patrimonio. Todo lo demás es excedente. Un ser que en Londres va camino de disolverse dentro de sí mismo. Como el personaje de Paradoja del interventor que perdía el tren, al hacer una pausa en un pueblo y decidía quedarse allí, en Lord, el protagonista llega a Londres y su horizonte es ya un billete sólo de ida. Brasil quedó atrás.

Noll compone escenas muy visuales, que provocan rechazo y atracción al mismo tiempo, una narración inasible, que no lo pone fácil, que abandona lo manido para aventurarse por construcciones mentales, a menudo sorprendentes, lo cual me conduce a este párrafo en el que el protagonista se pregunta sobre el acto de escribir.

Por qué unimos una palabra a otra y armamos frases suntuosas o secas, sinuosas o directas, brutas o subliminales. Si lo que decimos con tales frases tienen relación inmediata con las cosas o sólo se sirven de la descarga de nuestras neuronas imposibles. Y en el caso de que prevaleciera esta última hipótesis ¿por qué no nos callamos, aun cuando yo pierda el empleo de profesor de este delirio llamado lengua portuguesa?

Una lectura muy excitante, un autor, João Gilberto Noll, en el que abundar.

Estatuas

Estatuas (Cristian Crusat)

Cristian Crusat
2006
Pre-Textos
109 páginas

Cristian Crusat (Marbella, 1983) acabó de escribir el que sería su primer libro, Estatuas, compuesto por 13 relatos, en 2003 en la Fundación Antonio Gala, publicado en 2006 por Pre-Textos.

Quizás sea el primer relato el que ha sido más de mi agrado, el que lleva por título Los deseos, su precio, por lo que éste tiene de misterioso.

El resto de los relatos los protagonizan en su mayoría jóvenes, de la edad de Crusat cuando los escribió, unos treinta años; jóvenes que trabajan, viven en pareja o con mascotas, que engañan a sus parejas o que se evaden viendo películas en un cine X. Son relatos tan pegados a la realidad que apenas hay distancia para coger algo de perspectiva, relatos en los que los pocos diálogos que hay no cuajan, e historias como la del relato Algo no huele bien, que resultan burdas.

Algo más interesante me resultan los relatos más experimentales del tipo Literatura de estado o Nueva era o incluso esa novela en miniatura que es Las ratas y el sapo. A lo que no encuentro acomodo es a la sección El matasellos, que cierra el libro, que se me antoja más relleno que literatura.

Quiero leer Solitario empeño, su último libro de relatos, a fin de ver cómo escribe ahora Cruisat, diez años después de su debut.

El monte análogo

El Monte Análogo (René Daumal 2006)

René Daumal
177 páginas
Editorial Atalanta
2006

La singularidad de la novela es que se publicó inacabada allá por 1944. Parece ser que lo que pudo sacar adelante antes de morir René Daumel (1908-1944) es la mitad de la novela, que fue lo que se publicaría. El resto del libro son esquemas de trabajo, capítulos sueltos, recomendaciones para alpinistas principiantes, y un microensayo titulado Unos cuantos poetas del siglo XXV, donde se mofa de distintas corrientes poéticas, como el lirismo matemático, por ejemplo.

Tenemos pues un final abierto, un final el cual se quiso obtener a pie de cama del enfermo de tuberculosis, mientras Daumel agonizaba, pero sin mucho éxito al perecer este.

El título ya produce asombro e hilaridad. El Monte Análogo: novela de aventuras alpinas no euclidianas y simbólicamente auténticas. El desarrollo de la narración es disparatado y fantástico.

El periplo es una historia de aventuras a lo Julio Verne (como un viaje al fondo de la tierra, a la inversa) pero con una mayor carga filósofica, religiosa y metafísica, toda vez que el acto de escalar, se conciba más que como un ejercicio físico que como algo espiritual, al abandonar las regiones inferiores y entrar en contacto con lo divino, en una empresa tan imposible y fantástica como subyugante.

Daumel reviste toda la narración con mucho humor, ya desde el título y luego con el encuentro entre el protagonista, quien escribe un artículo en una revista hablando del Monte análogo, y un lector de dicho artículo que creerá este a pies juntillas, un tal Sogol (palíndromo de Logos) quien lo convence para realizar la empresa juntos.

Inician la aventura, el inventor el narrador, la mujer de este y media docena más de aguerridos aventureros quienes deciden ponerse en camino, a bordo de un velero y logran llegar al Monte Análogo, tras echar por tierra las teorías euclidianas, que me recuerda la isla de Lost, la cual también quedaba fuera del mapa, por los campos gravitatorios que la rodeaban.

Dos relatos fascinantes, la Historia de los hombres huecos o la de la Rosa-Amarga cifran la capacidad de invención de Daumal, trufada además toda la narración de detalles mitológicos, filosóficos, metafísicos, muy ingeniosos, divertidos, hilarantes y sorprendentes, que dejan un regusto amargo al acabar de leer este libro incompleto, porque uno es consciente de la potencia de la narración, y de lo que podría haber sido de haberse llevado a buen puerto.

Creo que vale la pena iniciar la escalada de este Monte Análogo, embarcarse en esta empresa fantástica, porque aunque no lleguemos a la Cumbre, la lectura, ese durante, mientras dura, me ha resultado apasionante

Elegía

Elegía (Philip Roth)

Philip Roth
2006
Random House
160 páginas

Mirando la contraportada de este libro nos dicen que esta novela de Philip Roth versa sobre la pérdida, el arrepentimiento y el estoicismo. Sí y no.

El protagonista es un publicista de 70 años que dilapida la mayor parte de su tiempo en una camilla de urgencias, siendo intervenido y reparado, saliendo airoso hasta la fecha.

Se trata además de un consumado adúltero y al final de sus días cuenta en su haber con tres ex mujeres y varios hijos. La primera mujer después de tantos años de matrimonio nos la pinta como abnegada y buena. Pero como él es un necio y le gusta mucho el sexo y meter el dedo en ojetes ajenos se acostará con jóvenes de las que pronto se hastiará, al comprobar que son casi tan simples como él.

A sus 70 años verá como la muerte ronda cerca y hace entonces un análisis de lo que ha sido su vida. Un análisis apenas riguroso, donde pide perdón con la boca pequeña, por haber dejado a su esposa por otra mujer más joven, en un culto al culo que provoca más risa que otra cosa.

Respecto al estoicismo esto sale en la contraportada porque el protagonista dice que admite su situación con estoicismo, sin más. Una idea sin desarrollo, donde todo pasa por ver como todos sus amigos van muriendo de cáncer o enfermedades análogas. La vida o vejez (o muerte) plasmada como una masacre.

Y esas son las pérdidas de las que hablaba en un principio. Pérdidas no sólo físicas, pues también alejará de su lado a su hermano Howie, un dechado de virtudes que lo tiene todo, y que es el contrapunto perfecto para hundirlo aún más en su medianía.

El protagonista es simple, carece de cualquier relieve, sus reflexiones son naderías y no me creo nada de lo que me cuenta. Nada. Así que sobre esa premisa, su arrepentimiento me parece una pose, un estoicismo que no es tal.

Además y lo que es peor, Roth, se despacha con una forma de narrar tan simplona, sublimando lo banal y superficial, hasta cotas tan elevadas que hace de lo vulgar y mundano su bandera y (al menos en este libro) estilo.
A pesar de que Everyman (título original de la novela) nos pueda concernir a todos, no se debe emplear una prosa vulgar para narrar una existencia vulgar.

Lean Stoner, y entenderán a lo que me refiero.