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Sófocles

Edipo en Colono (Sófocles)

Edipo en Colono, a pesar de ser la última tragedia escrita por Sófocles, es como una precuela de Antígona y la continuación de Edipo Rey. Si en Edipo Rey, éste decide exiliarse al conocer quien es, en esta obra, parece ser que Edipo no se exilia, sino que es desterrado por sus dos hijos, un buen tiempo después de que todos conozcan la historia y el pasado de Edipo.

En esta obra Edipo una vez expulsado de Tebas por sus hijos, vaga errante y va a parar a Colono, cerca de Atenas, y allí recibe las atenciones de Teseo. Edipo recibe la visita de uno de sus hijos, de Polinices, a quien no le perdona el trato que le deparó en el pasado, así que cuando este le pide ayuda, pues anda pugnando con su hermano para tomar el control de Tebas, contando para ella con los argivos, su padre lo manda a paseo, literal.

Si en otras tragedias sofocleas las muertes de todo tipo abundan, aquí el único que muere es Edipo, y lo hace en paz, en un lugar que solo conoce Teseo, a fin de evitar posteriores enfrentamientos.

Lo trágico aquí es lo que sufre Edipo, un rey venido a menos, que ciego y anciano va dando tumbos junto a su hija Antígona, que oficia de lazarillo, y que en su escaso horizonte vital profiere agudas reflexiones sobre esto de vivir, cuando este término es una vela a punto de consumirse. Antígona, se erige como la gran protagonista, siempre positiva, justa, buscando la concordia, el entendimiento, el acuerdo; una Antígona que tras morir su padre se dirigirá a Tebas y allí, fiel a su forma de ser, leal a sus principios, que serán precipicios, encontrará la muerte suicidándose, tras vindicar sin éxito su derecho a enterrar a su hermano Polinices, aquel que detestaba su padre Edipo.

Editorial Gredos. 2010. 160 páginas. Traducción de Assela Alamillo.

Gredos

Edipo Rey (Sófocles)

Esta tragedia de Sófocles (que vivió !90 años!), se centra en Edipo, padre de Antígona, al cual como es de esperar en una tragedia Sofoclea, le sucederán toda clase de penalidades. Edipo, rey de Tebas se entera por un oráculo que es él el responsable de las penurias y de la situación que atraviesa la ciudad. Al igual que en Antígona, como hacía Tiresias con Creonte, aquí, el adivino -sin orillar la verdad- hace lo propio con Edipo y le informa de que es él el culpable de todo, pues mató a Layo, el anterior rey (a quien ya le habían enterado que si tenía un hijo, éste le mataría, así que tras una buena cogorza, y después de acostarse con Yocasta y tener un churumbel, deciden apartarlo de ellos y dárselo a un pastor -tras atravesarle los pies con unas fíbulas- para que lo mate, cosa que el pastor no hace, de tal modo que el bebé cae en manos del rey Pólibo de Corinto, y pasa a ser Οἰδίπους o Edipo «el de los pies hinchados»), y se casó luego con la esposa de este, con Yocasta -hermana de Creonte-, que es su madre, aunque él entonces no lo sepa. Una vez que Edipo se entera de que como decía el oráculo, él mato a su padre, vestido este de forma informal, lo que impidió reconocerle su autoridad, y que ha cometido incesto con su madre, teniendo hijas que son a su vez hijas y hermanas suyas, decide reventarse las pupilas y quedar ciego, para luego desterrarse.

Para colmo de males, cuando Yocasta se entera de que Edipo es su hijo, atormentada por su relación incestuosa decide ahorcarse en su lecho conyugal. Más tarde, en otra tragedia Sofoclea, Edipo en Colono (ciudad natal de Sófocles), veremos a Edipo vagando acompañado de su hija Antígona, un Edipo a quienes los dioses le concederán vida inmortal y poder, pero esto lo comentaremos en otra ocasión.

Como comentaba Carlos García Gual en La muerte de los héroes, en lo referido a Edipo, nos cuenta que ya en la Odisea, aparecía Yocasta, llamada aquí Epicasta, y Ulises cuenta que en su visita al Hades, allí estaba Yocasta, donde refiere que se casó con su hijo por ignorancia, que luego se ahorcó en un lazo corredizo en su propio dormitorio, dominada por la angustia.

Parricidio, matricidio, infanticidio, incesto, suicidio, destierro… Sí, amigos, la Tragedia griega era esto.

Edipo Rey, como Antígona o Medea, son tragedias que se representan en los teatros una y otra vez.

Editorial Gredos. 2010. 160 páginas. Traducción de Assela Alamillo Sanz.

Sófocles

Antígona (Sófocles)

Mucho he disfrutado con esta tragedia de Sófocles, la primera que he leído de este autor, aquel que incluso se libró en su época de las mofas de Aristófanes. Tragedia que no pasa de moda, pues cada poco la vemos representada en los teatros. La última, por estos pagos, obra de Miguel del Arco.

El tema que trata es muy actual, y tiene que ver con la desobediencia de Antígona, quien desafía el poder establecido -un desafío doble, tratándose de una mujer, la cual debería de plegarse según está establecido en esa época, a su rol de mujer sumisa y silenciosa- cuando se empecina en no dejar insepulto -algo que ella considera a todas luces injusto- el cuerpo de su hermano muerto Polinices -considerado un traidor, que merece que su cuerpo sea devorado por perros y cuerpos, según Creonte, en una especie de ensañamiento con alguien que ya está muerto, pues Polinices al ver que su hermano Eteocles no le deja gobernar, cuando le toca, pues se van turnando, se va a Argos y monta un ejército para tomar el poder, tal como describió Esquilo en su obra Los siete contra Tebas-, plantando así cara al tirano de Tebas, el cual condena a muerte a Antígona -pero que en lugar de lapidarla, decide Creonte dejarla en una cueva, de tal manera, que sea el frío, el hambre, la sed, aquello que la ultime-, lo cual acarreará una cascada de tragedias que como piezas de dominó, no hará otra cosa que dejar el terreno lleno de cadáveres, muertos muy queridos de Creonte -pues al suicidio de Antígona, habrá que sumar las muertes de su hijo Hemón, que pretendía a la difunta, y la de Eurídice, madre de Hemón y esposa de Creonte- que sufrirá en sus propias carnes las consecuencias de su poco atinada resolución, su irreflexión y el no querer prestar atención a las palabras del adivino Tiresias.

En la edición de Gredos son 1353 versos, que se leen con fruición.

Editorial Gredos. 128 páginas. 2010. Traducción de Assela Alamillo Sanz.

Cartas a Sandra

Cartas a Sandra (Vergílio Ferreira)

Vergílio Ferreira
Acantilado
101 páginas
2010
Traducción de Isabel Soler

En esta novela de Vergílio Ferreira publicada por Acantilado con traducción de Isabel Soler, el autor portugués acomete algo que concierne a cualquier lector, el duelo, pues tarde o temprano todos perdemos algún ser querido cuya ausencia nos sume en la soledad, en el dolor, que aliviamos a través del recuerdo de la persona ausente, luego a través del recuerdo del recuerdo, así Paulo, quien a través de diez cartas a su amada Sandra trata de conjurar su ausencia. Cartas que a Paulo le sirven para exteriorizar sus pensamientos y para ajustar cuentas, pues la figura de Sandra a pesar de que tenga los visos de una divinidad, a quien la muerte preservó de cualquier menoscabo, a Paulo le dolía, le dolía ella y su forma de ser con él, y es a través de las palabras como Paulo formula preguntas sin respuestas, a aquello que le hizo sufrir en más de una ocasión, como el rechazo de ella, en sus comienzos, de una foto suya que él le ofreció. El recuerdo de su amada es un recuerdo sensual, muy carnal y en casi todas las cartas está presente ese momento de comunión, de arribar a lo recóndito, lo insalvable, lo indesvelable de su amada, ese momento donde dos cuerpos son uno y el amor entra en el orden de las esferas, de las constelaciones, una comunión ya imposible donde las palabras, copulativas o no, se reemplazan por los puntos supresivos que escribe el día a día, cuando Paulo en su cama no siga ya ocupando su espacio, su margen en la cama, el mismo que cuando Sandra vivía, sino que ocupe el centro, momento en el quizás Sandra deje de ser una divinidad y devenga algo más real, un rostro que se desdibuja, un cuerpo desleído, que la memoria de Paulo ya no podrá volver a recomponer.