El escritor Juan Ramón Santos (autor de, entre otras, las novelas Biblia apócrifa de Aracia o El síndrome del endocrino y ganador en 2019 del Premio Felipe Trigo en su modalidad de narración corta con El síndrome de Diógenes y en 2021 ganador del XXIX Premio Edebé de Literatura Infantil con el libro «El Club de las Cuatro Emes») reseña Muerto de risa en Con VE de libro.
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Tiempo de cuidados. Otra forma de estar en el mundo (Victoria Camps)
Victoria Camps
Tiempo de cuidados. Otra forma de estar en el mundo.
arpa
Año de publicación: 2021
208 páginas
Victoria Camps escribió este ensayo, Tiempo de cuidados. Otra forma de estar en el mundo, durante el confinamiento. A pesar de que la pandemia sigue ahí, el confinamiento ya va quedando atrás y parece que volvemos a lo de siempre.
Creo que era Javier Gomá el que decía que la pregunta que tocaba hoy hacerse era qué queríamos hacer con la libertad de la que disponemos.
Leyendo el ensayo de Victoria, la pregunta a hacerse, más que con la libertad parece guardar aquí relación con la fraternidad, y es: ¿qué tipo de humanidad queremos en un futuro, cómo damos sentido a la existencia?, y la ética se me antoja el camino correcto, en ese ir hollando la senda de la virtud, arando con nuestra conducta decorosa, cincelando nuestra manera de ser, nuestro ethos.
La sociedad española ha ido incorporando a su corpus normativo leyes que tienen que ver con la dependencia (la pregunta es cómo somos capaces de conciliar la promoción de la autonomía con la dependencia del sujeto), con la eutanasia (ayudando a morir a aquel que quiere morir y no puede hacerlo por sus propios medios), quizás porque los cuidados son hoy algo entendido como algo transversal. Cuidados que han de entenderse en una sociedad cuidadora como deberes y derechos universales, por tanto, cuidados ya no dispensados solo en el ámbito familiar y reservados casi en exclusiva a las mujeres, y tratar asimismo de que prospere la idea de que el cuidado sea considerado como un valor público.
La autora plantea que muchas cosas fallaron durante la pandemia y que curiosamente los que más solos estaban, los abuelos en las residencias, tuvieron todavía una mayor dosis de soledad a resultas del confinamiento y la reclusión.
Cuidados que recaen en gran medida en los profesionales sanitarios, cuando para la autora estos deberían implicar a todos los estamentos de la sociedad, en el ámbito público como en el privado. Es un hecho que las sumas invertidas en políticas públicas de protección, luego no son evaluadas, que nos encontramos ante una gestión pública burocratizada, ineficiente, y como se ha visto, escasamente flexible.
Reflexiona la autora acerca de qué entendemos por cuidar, la importancia que tienen estos cuidados (no solo la parte física, sino lo que tiene que ver con el acompañamiento, el estar ahí, la escucha activa, la protección…), la necesidad de una sociedad virtuosa, con ciudadanos capaces de asumir una serie de responsabilidades y de llevar a cabo los cuidados, considerando a los individuos, como dijo Kant, un fin en sí mismo, no un medio para usos de otros individuos, lo que los convertiría en una cosa; los cuidados reservados a la gente mayor, y el papel importante que deben ocupar las personas que ocupan esta franja de edad cada vez más amplia, senectud que implica también aprender a envejecer; la conciencia de que la sociedad está formada por personas interdependientes, que nos necesitamos los unos a los otros, humanos más que humanos, vulnerables y capaces de dar lo mejor de sí mismos.
Sin olvidarnos de la necesidad que hay hoy de la fraternidad, el vínculo que une a todos sin distinciones y, porque une, mueve a corregir las desigualdades y a ejercer la libertad con más responsabilidad.
Está por ver si seremos capaces de poner el cuidado en el centro de nuestras relaciones humanas, o si volveremos a lo de siempre, al egoísmo, al hiperconsumismo…
Ensayo que relacionaría con otros títulos como La fragilidad del mundo. Ensayo sobre un mundo precario (Joan-Carles Mèlich) y Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita (Josep Maria Esquirol)

Stendher en Santandal. Un cuento cantábrico (Moisés Mori)
Estos últimos años voy leyendo con gozo los libros de Moisés Mori y pienso en Estampas rusas. Un álbum de Ivan Turgueniev, No te conozcas a ti mismo. Nerval, Schwob, Roussel o César Aira y la silla de Gaspard.
Como vemos todos ellos son ensayos sobre escritores. Stendher en Santandal es otra vuelta de tuerca. Un ensayo acompañado de un cuento cantábrico. Texto híbrido que incardina lo ensayístico con lo novelesco.
El objeto del estudio aquí es Stendhal, sus obras más conocidas como La cartuja de Parma o Rojo y negro (no he leído ninguna de las dos), sin desdeñar otras obras autobiográficas como Vida de Henry Brulard. Y ampliando el círculo también hablará Mori de Henry James, Michaux, Proust y también la recepción y estudio de la obra de Stendhal en escritores como Balzac, Mérimée, Leys, Julian Barnes, Zola o Menéndez Pelayo.
Stendhal es todo un personaje, una personalidad la suya construida con muchas máscaras, subyugante, o así se me antoja después de leer a Mori. Es de traca que hoy a muchos les suene Stendhal, no por su producción literaria, sino por el síndrome, que aquí también tiene su presencia e importancia. Síndrome que es artificio, ficción, literatura.
El cuento cantábrico le permite al autor expresarse a través de su narrador y presentarnos este a su tío Kike, hombre y nombre que dan mucho juego pues la literatura ha encumbrado a un buen puñado de Henry(s). No olvidemos que Stendhal nació como Henri Beyle.
El texto, tanto el ensayo como el cuento, abunda en las referencias literarias, así desfilan, presumo, las filas del autor: Vila-Matas, Belén Gopegui, Jordi Soler, Artaud, Tavares, Michaux, Álvaro Enrigue, Mariana Enríquez…
Aquí la literatura lo impregna todo. Las conversaciones, pensamientos y reflexiones de los personajes, también el tiempo de recreo que Kike emplea en sus triángulos e imperfectos futuros.
Lecturas que para Kike pueden ser transformadoras, literatura aquí manifestada como juego, e imaginación, ya desde su título, y que es también ofrecimiento y promesa.
No sé si hay libros que vamos buscando o si son ellos los que se encargan de encontrarnos. Recuerdo caminar por el paseo marítimo de Peñíscola y a Luis hablándome de este libro, enhebrando mi curiosidad.
Sea como fuere, un libro tan libresco y literario y humoroso e ingenioso como este de Mori, me depara una lectura gozosa, muy capaz de sumirme de tal manera en el texto que ni las curvas de la sinuosa carretera que por el Camero Nuevo conduce hacia Soria me han producido mareos.
En mi última visita a Santandal comprobé que la mítica Librería Estvdio de la calle Burgos había cerrado sus puertas, para abrir La Casa del Libro en su mismo emplazamiento.
Stendhal en Devaneos; Ernestina o el nacimiento del amor

El loro de Budapest (André Lorant)
El loro de Budapest
André Lorant
Fulgencio Pimentel
Año de publicación: 2021
416 páginas
Traducción de Alfonso Martínez Galilea
Toda autobiografía tiene algo de reconstrucción, supone ir armando piezas, las suministradas por la memoria, a través de fotografías o recorriendo en persona la topografía erigida por las ya borradas huellas del pasado.
André Lorant, autor de El loro de Budapest, con traducción de Alfonso Martínez Galilea, mediante esta autobiografía se encuentra a sí mismo, ajusta cuentas con su pasado (proceso autobiográfico en el que espera obtener una sentencia absolutoria); sobre la mesa elementos como el perdón y la reconciliación, sobrevolando su figura la sombra de los traumas infantiles, el exilio, el desarraigo, el sentimiento de desterrado que lo ha acompañado siempre.
André Lorant, nacido en 1930, de orígenes judíos, luego converso, fue bautizado como católico. Mantuvo su prepucio pero perdió sus orígenes, afirma. En 1956 abandonará Budapest rumbo a Francia. En la adolescencia sufrirá primero al régimen nazi, al invadir éste Hungría y después, el yugo soviético.
Todo me hacía pensar en el principio fundamental del sistema soviético: la falta de humanidad asociada a la más despiadada represión.
La escritura de estas páginas le permite a André reencontrarse con su padre y su madre, con el propósito de tratar de entender la naturaleza de la relación que mantuvo con ellos. Con su padre depresivo, mediante pesquisas que quizás le permitan borrar la sombra del suicidio paterno. Y dar luz a la relación tan especial que mantuvo con su madre, la persona que más quiso.
Nacido en el seno de una familia burguesa (en sus recuerdos no faltan los viajes estivales de la infancia a Abbazia, en Italia, los recuerdos sobre las niñeras), André alimentó su espíritu ya desde muy joven con la lírica y se hizo aficionado a la ópera a los once años. Más tarde, la literatura, su tesis sobre La comedia humana de Balzac, le abrió las puertas a la docencia, primero en Budapest y más tarde en París.
En 1997, tras cuatro décadas de ausencias, André regresará a Budapest para emprender una travesía por aquellos lugares que definieron su existencia: la casa en la que vivió con sus padres, su barrio, el colegio de los escolapios, la estación de tren en la que abandono Hungría clandestinamente 1956, los comercios ahora cerrados. Regreso doloroso. La herida sigue abierta.
Esta continua vecindad entre los asesinos y sus víctimas y la incapacidad de todos por enfrentarse al pasado han contribuido a acrecentar mi malestar por hallarme aquí.
Su intención es dejar constancia de cosas que han sido ocultadas en su país, al ser el testigo único de algunas que se verá obligado a transmitir a las futuras generaciones. Entre ellas el antisemitismo húngaro del que fue víctima, llegando a portar su inmueble la estrella amarilla, inmueble que será invadido en 1944. Testigo del ascenso, en las postrimerías de La Segunda Guerra Mundial, al poder, de La Cruz Flechada, con Ferenc Szálasi al frente, partido de carácter fascista, proalemán y antisemita.
El flujo y reflujo de la marea de recuerdos a la que se enfrenta André, rompe la cronología de los hechos, tal que los recuerdos que llegan hasta la playa de su memoria arriban como los restos de un naufragio, a los que el autor se asoma con curiosidad y cierta reserva, pues no sabe en qué momento, aquello que registró su mente entonces, se verá ahora desplegado sobre el proyector de su memoria, para ser luego registrado en estas páginas dolientes y cauterizadoras.
El loro de Budapest son las espléndidas y sutiles memorias de un pequeño-judío-de-Budapest-que-todavía-vive.