Archivo de la categoría: 2021

De Logroño a Viguera en bicicleta por la Vía Romana del Iregua

De Logroño hasta Viguera son 24 kilómetros que se pueden hacer perfectamente en bicicleta por la vía Romana del Iregua. Tomando como punto de partida Puente Madre. Al seguir el trazado de la vía romana, convertida hoy en senda, asfaltada o de tierra, no entras en contacto con ningún vehículo, salvo en algún tramo asfaltado a la altura de Nalda.
El camino de ida es ligeramente ascendente y en nuestro discurrir iremos dejando distintas localidades a nuestra izquierda y derecha: Lardero, Villamediana de Iregua, Alberite, Albelda, Nalda o Islallana hasta llegar finalmente a Viguera.
En distintos tramos iremos protegidos por la sombra de los árboles, o bien con el río y acequias en nuestros flancos, ofreciendo una melodía muy amena. La vía romana es compartida tanto por ciclistas como por caminantes luego hay que guardar las debidas precauciones.
El último tramo antes de llegar a Viguera es duro; tanto la pista como el acceso al pueblo, con pendientes muy inclinadas.
Una vez en la plaza solo restan 500 metros hasta el Balcón de Viguera al que hay que acercarse sí o sí, dado que ofrece unas vistas majestuosas.
Luego, ya con los deberes hechos es menester darse un homenaje gastronómico y regalarse un buen refrigerio.
La ida nos llevó una hora y cincuenta minutos. La vuelta, una hora y cuarto. Gastamos 1300 calorías.

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Más información Vía Romana del Iregua.

Cascada de Cirezos

Partiendo de Reinosa y tomando la carretera que dirige hacia la estación de esquí de Alto Campoo, superado Entrambasaguas, podemos dejar el coche en el margen izquierdo de la carretera, después de un trayecto de 20 minutos.

A la altura de lo que se conoce como El Henar. Allí surge una pista forestal que después de aproximadamente unos cincuenta minutos de agradable caminata nos deja en las Cascada de Cirezos. Siguiendo la pista, en un momento determinado veremos una bifurcación, hemos de tomar entonces el camino que va hacia la derecha (desechando el camino que por la izquierda desciende), no obstante, está indicado con unas señalizaciones en madera. En nuestro caminar veremos vacas, caballos y perros. A nuestros oídos llegará la melodía de los campanos, el arrullar voluptuoso del río que oiremos a nuestra izquierda, al fondo y que poco a poco irá a nuestro encuentro a medida que vayamos ascendiendo. Una vez llegamos a un pequeño puente sabremos que hemos llegado a la Cascada de Cirezos. El agua estaba que cortaba pero eso no impidió un baño tan refrescante como breve. Y calentarse luego, como un lagarto al sol, sobre una gran piedra.
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Después del baño seguimos la carretera hasta la estación de Alto Campoo, buscando el punto más alto al que era posible acceder en coche. Allí está la inscripción del Pico Tres Mares (en cuyo pico y de sus tres vertientes nacen tres ríos los cuales irán a desembocar uno al Cantábrico otro al Atlántico y otro al Mediterráneo) y más arriba la cruz. La gasa de niebla frente a los ojos nos hurtó la visión de los Picos de Europa.

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Gozando hasta la médula

Nos dejamos caer por tierras leonesas hasta la ciudad de Ponferrada y pudimos constatar que estos pasados días de julio el sol calentaba de lo lindo, con una temperatura rayana en los cuarenta grados. Disfrutamos de dos visitas. Una al Castillo Templario sito en la zona antigua. Por fuera parece pequeño pero una vez dentro, sus dimensiones engañan y en la visita se consumen tres horas sin esfuerzo. A pleno sol la explanada del recinto interior me sabía a cadalso. Fortificación que, como se ve, mantiene su belleza tanto de día como de noche. Castillo erigido en 1178 como guardián del Camino de Santiago y su paso por el puente de piedra de hierro (Pons Ferrata), morada de templarios y señores, con 8.000 m2 de superficie. Excelente muestra del arte militar medieval en España. En nuestra visita tuvimos ocasión de visitar el Castillo Viejo y el Palacio Nuevo, las rondas alta, baja y del Sil, las torres, saeteras, troneras y matacanes en su labor defensiva.

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La segunda, La fábrica de la luz, Museo de la energía, en las afueras. Este último contaba con algo interesante y era el empleo de pantallas en los que trabajadores ya jubilados explicaban la que había sido su labor; fogonero uno de ellos. Cómo no pensar entonces en el relato de Kafka. El Museo está ubicado en la antigua central térmica de la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP), en funcionamiento entre 1920 y 1971. Sigue leyendo

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Kafka. El abismo de la literatura (Roberto Mosquera)

Leo Kafka, el abismo de la literatura escrito por Roberto Mosquera y editado por Guillermo Escolar. Biografía de Kafka de 912 páginas en la que se abunda en los pormenores del día a día del autor checo. Pormenores (salta a la vista que el autor está muy bien documentado) que cifran su existencia gris, monótona y breve. Kafka muere en 1924 superados los cuarenta años, a resultas de una tuberculosis de laringe. No existía entonces la estreptomicina (descubierta en 1943). Siempre estuvo enfermo. Su cuerpo de más de 180 centímetros apenas superaba los cincuenta kilogramos. La enfermedad crónica le supuso la jubilación de la compañía de seguros en la que trabajaba con 39 años.

La oficina me resulta enormemente pesada y a menudo intolerable, pero en realidad me acomodo a ella muy bien.
Ganó más de lo que necesito. ¿Para qué? ¿Para quién? Seguiré ascendiendo en el escalafón ¿Con qué fin? Ese trabajo no me gusta y si no me aporta independencia como compensación ¿por qué no mandarlo paseo?

Y para entonces su escritura era ya un flujo intermitente de escaso caudal. Al igual que otros autores como Juan Rulfo, a Kafka no le fue necesaria una obra extensa para pasar a la posteridad.

Me pregunto qué hubiera sido de Kafka sin la figura de su amigo y gran valedor Max Brod. Kafka escribe y tiene dudas sobre el valor de su escritura. Algo que creo es común a todo escritor. Pero Max la anima a escribir, le da confianza y apoyo, mueve sus manuscritos, se empeña en que vean la luz, pues lo considera el mejor escritor en lengua alemana del momento, en la primera década del siglo XX. Y Kafka va escribiendo sus relatos como El fogonero o La metamorfosis, que ven la luz y son publicados e incluso traducidos a otras lenguas, y le granjean cierto reconocimiento y unas ventas muy magras, apenas unos cientos de ejemplares en el mejor de los casos.

Según Unseld: A sus ojos, la vida literaria de su tiempo no iba mucho más allá de un reflejo esperpéntico y negativo de su ideal. Su actitud ante la literatura contemporánea no era solo escéptica; reaccionaba con estupefacción ante la febril actividad de sus colegas escritores en sus intentos de asegurarse el éxito por todos los medios posibles.

Vemos su relación (Kafka era judío, aunque se veía como un judío sin judeidad) con el sionismo, que no le acaba de convencer, aunque en algún momento pensara en ir a Palestina. La complicada relación con su padre para el que la escritura era una veleidad sin sentido. Sin embargo, Kafka contó siempre con la comprensión y el amor de su hermana Otta.

Una parte importante en la biografía de Kafka fue la correspondencia que mantuvo con Felice y luego con Milena. Cartas que le escribió a Felice (¿Felice?), en las que lejos de retratarse como un príncipe azul, se mostraba como un hombre enfermo, débil, insociable, taciturno, rígido, casi desprovisto de toda esperanza. No obstante, a Kafka ser tan cenizo y agorero no le funcionó, o no como preveía. Le pintó a Felice la cosa bien negra y ella dijo Sí al matrimonio que Kafka le propuso, a pesar de que este le hacía ver que la vida a su lado sería un coñazo, pero ella dijo Sí. Y así anduvieron a trancas y barrancas, reparando la distancia con su correspondencia, conjurando los miedos en la escritura, rellenando el vacío con una esperanza famélica y encuentros agridulces. Él, tratando de alejarse, el compromiso galvanizando su corazón, ella, como un insecto muy capaz de confundir miel con hiel. A Kafka, sus cartas, por nada alentadoras que resultaran fueron un buen cebo para ¿Felice?. Y así pasaron la vida: carta va, carta viene. Jugando sus cartas. Siempre esperando la misiva con el corazón acelerado, hasta que aquello se acabó.

Estatua de bronce dedicada a Franz Kafka en Praga

Estatua de bronce dedicada a Franz Kafka en Praga

Y entró luego en escena Milena y Kafka sigue en sus trece, sin decantarse, incapaz de conciliar su escritura con una pareja, con la posibilidad de ser padre, idea que deshecha pues no quiere que su vástago pueda portar también su enfermedad. Kafka que no quiere sufrir compañía, amurallado en su pretensión y anhelo de silencio (a menudo interrumpido ya fuera por el ruido de una serrería, el tronar de unos niños en su jugar o el murmullo proteico propio de toda ciudad) y soledad. Pero a veces sentía el escozor de la pulsión del sexo, la necesidad de compañía, para ir más allá de la confidencia epistolar y retomar el contacto humano con su hermana Otta, con Max, buscar y encontrar la luz fuera de la madriguera, luz que miraría con los ojos de una fiera acosada.

Al final de sus días Kafka encuentra un ángel, con el rostro de Dora Diamant, una joven a la que conoce por casualidad y surge entre ellos una relación especial, a pesar de que Kafka casi le doblaba la edad. Juntos vivirán en Berlín. Todo ese mundo interno de Kafka tan sombrío y angustiante, su estado enfermizo, sus miedos y temores, todo ese mundo piel adentro es lo que luego supo plasmar después tan bien en sus relatos y novelas inconclusas; acto de escribir entendido para el como un acto de soledad y entrega absolutos. Y creo que esta extensa y amena biografía nos permite muy bien entender todo esto, y conocer a Kafka, alguien que no obstante, y por muchos detalles personales, íntimos y cotidianos que se nos ofrezcan aquí, se me antoja hermético, distante, inasible.

Si la vida es una carencia, Kafka tuvo todos los frentes abiertos, todas las batallas perdidas y su único recurso y bastión fue la escritura, una tabla de salvación que el destino fue apolillando hasta su final.

El libro se completa con un Apéndice que recoge las obras de Kafka explicando el argumento y su recepción crítica; seguido de las Referencias bibliográficas y un Índice onomástico.

Roberto Mosquera
Kafka. El abismo de la literatura
Guillermo Escolar Editor
2021
912 páginas