El escritor y crítico literario Manuel Fernández Labrada reseña mi novela Cuando el corazón se cierra hace más ruido que una puerta en su imprescindible blog literario Saltus Altus.
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Donde el bosque se espesa. La Canilla Teatro
No hay aquí una magdalena ingerida por el narrador como puerta de acceso al pasado, sino una caja con las hechuras de la Caja de Pandora, cuya apertura puede conllevar nefastas consecuencias. Si por nefasto entendemos remover el pasado, aunque hiera.
Está por ver quién fue Rafael Cobreces, dado que a menudo las historias, como los rumores, pasan de mano en mano sin que nadie se atenga a comprobar su veracidad. El contenido de la caja que obsesionaba a una anciana al morir será la que permitirá a sus descendientes, a Antonia y a su hija Ana, tener hilos de sobra de los que tirar para recorrer el pasado familiar. La caja contiene postales, medallitas, fotografías, cartas, cajas de cerillas…)
El viaje valioso además de horizontal ha de ser vertical si queremos que sea transformador para el viajero. De esta manera, Antonia y Ana desoyendo las recomendaciones del marido y padre, Zoran, al comprar los billetes que les llevará lejos de Santander, hasta los Balcanes (a Banja Luka) descubrirán en el seno familiar el horror con mayúsculas, la muerte y la destrucción que caracterizó el siglo XX, con dos guerras mundiales y otras muchas locales, como los exterminios perpetrados en los Balcanes o nuestra guerra civil española. Los acontecimientos sitúan los hechos en los campos de exterminio nazi, en los campos de internamiento en Francia, adonde fueron a parar los republicanos que huyeron y cruzaron la frontera al acabar la Guerra Civil española.
Todo este caudal de hechos y acontecimientos dramáticos y violentos son servidos con una puesta en escena muy sofisticada, que cifra muy bien la complejidad de la trama, así como todos sus meandros y vericuetos. Funciona muy bien ese bar o cabaret en donde la obra echa a andar, Ahí el narrador, o charlatán -muy bien interpretado por Miguel Ruiz- da la bienvenida a todos los muertos, una legión incontable. Espacio que sirve también para convertir la historia en un esperpento, como tan bien se manifiesta en la conversación que Hitler mantiene con uno de sus lacayos, convertido en marioneta, el führer croata Ante Pavelic (quien mató a cientos de miles de serbios, judíos y romaníes) y que hoy descansa en el cementerio de San Isidro en Madrid.
Más allá de los cientos de millones de muertos que dejan tras de sí todas las guerras, están los que sobreviven, los vencidos y humillados y también los vencedores. O los que de repente pasan de ser vencedores a vencidos pero logran hacerse una nueva identidad o blanquear su pasado. Sucedió después de la segunda guerra mundial con la fallida desnazificación, con los torturadores argentinos reconvertidos en entrañables abueletes o con los militares más sanguinarios de la dictadura en España reabsorbidos por la incipiente democracia.
Cuando Antonia y Ana viajen a Yugoslavia descubrirán los pormenores de las atrocidades cometidas por La Ustacha creadora del estado independiente de Croacia sembrando el terror a través de la limpieza étnica, en el Campo de concentración de Jasenovac. Por eso este viaje será vertical, porque a su regreso Antonia y Ana, después de conocer más cosas sobre el pasado de Zoran ya no pueden ser las mismas, quizás por como dejó dicho Faulkner “El pasado nunca está muerto. No es ni siquiera pasado”. En Donde el bosque se espesa, el pasado revive, renace y dolerá tanto como un parto.
En escena, en el teatro Ideal calagurritano, a rebosar, ocho actores y actrices muy metidos en el papel: Susana Reinares, Marta Martínez, María Ángeles Antoñanzas, Alberto San Emeterio, Laura Reyes, Inés Sáez Benito, Borja Merino y Miguel Ruiz.
La memoria histórica mueve tanto como conmueve, quizás porque, nos guste o no, somos memoria viva y La Canilla Teatro con esta obra: Donde el bosque se espesa, dirigida por Daniel Rubio, sobre la obra de Laia Ripoll y Mariano Llorente, da muy buena muestra de ello.
Parquesvr (Stereo; Logroño)
Sucedió hace tres años, regresando en coche tras una caparronada en Anguiano, cuando un colega me animó a escuchar una canción: Yo no soy monárquico, soy Juancarlista, sonó el estribillo un buen número de veces. Mi colega flipaba con ese grupo que se llamaba Parquesvr. Sí, como suena, me dijo. Pero mucho ojete, que la u es una v. El caso es que tres años después, un 28 de marzo, los Parquesvr vienen a Logroño de gira (en el circuito Girando por Salas), a la calle Mayor, al Stereo, y agradezco no medir dos metros para no ser decapitado por las lámparas de techo que briosamente la camarera zarandea una y otra vez, creando luces y sombras a su paso. En el mínimo escenario, dispuestos los cinco miembros del grupo. No hay miembras. Batería, guitarra, bajo, teclados. A la voz Javier Ferrara. El tío se ofrece disfrutón en el escenario, sonríe a menudo, se le ve feliz. El bigote es un imán. Esa es la actitud vital: gozar. Y lo hace desgranando ante cien personas canciones humorosas, manejando las luces largas de la ironía, el crimen perfecto de la jocosidad. Comienza el show con El ingles se enseña mal. Miro a mi alrededor todo lo que de mí da mi periscópico cuello y no veo jóvenes, sino gente nacida en los sesenta, setenta y si me apuras, en los ochenta. Por eso triunfa 1992. Somos peña que no sufrimos por amor, ni por desamor (¡pero cómo no deshacerse como un mojicón en leche tibia al oír y sentir el temazo Tu nombre es una puerta por cerrar), sino por alopecia (así lo cantan en ese tema llamado Alfredo’s: Landa, Di Stefano, Kraus). Calvas hoy brillantes que menudean frente al cantante, algunas ocultas bajo gorras de rejilla. Cabezas que se menean en todas las direcciones, cuerpos descoyuntados al ritmo de la rumbia, de la cumbia, de los guitarrazos rockeros; sonidos eclécticos, mezcla de géneros, series: The Last of Us y autores, ¿Debo leer a Baudelaire?. Habría que preguntarle a alguna escritora presente en la sala. Si molesto, os vais, reza el último disco de Parquesvr. Pero allí nadie se va, no sabemos si hay alguien de Murcia en la sala y se molesta, si las inventivas e invectivas contra los peperos, o los ayusistas harán blanco o no. Tampoco nadie dice Que te pares, salvo cuando hay que dejarse la voz para unirla a la de Javier y a su fraseo, a sus ju(e)gos de palabras y así Almodóvor Amenábor. Las canciones se engarzan durante una hora y cuarto como eslabones de una cadena, y la imagen nos lleva sí o sí a la canción que los catapultó al éxito, que los hizo virales, que puso a Parquesvr en el mapa, cuando (!ojo!) hoy nadie entiende un mapa. Hablamos del gran farsante Lance Armstrong. Y hay que ver lo que es el delirio: un grupo casi metido en el escenario, desatado del todo, con gorras de Reynolds (ahí corrió Perico; y hay que lamentarse y echarse la mano a los huevos, porque no sonó Por un puto pico) en la cabeza, gritando como locos !!!Pelotóooooooooooooooooooooooooooooooooon!!!! No, no somos legión. Por los pelos.
Cuando el corazón se cierra hace más ruido que una puerta (Francisco Hermoso de Mendoza)
Sinopsis:
Cuando el corazón se cierra hace más ruido que una puerta es otra vuelta de tuerca más en la singular novelística de Francisco Hermoso de Mendoza. El reencuentro de un grupo de amigos y sus parejas en una Casa Rural durante cuatro días, pasará de ser algo entrañable y amistoso a convertirse en una escalofriante, violenta y claustrofóbica pesadilla. Un contundente thriller, inquietante, oscuro y psicológico en el que el autor muestra las miserias humanas en todo su esplendor. Novela coral, misteriosa y trepidante cuyos inesperados giros mantendrán en suspenso al lector hasta el clímax, resuelto en un desenlace de infarto.
Ápeiron Ediciones, 2025. 126 páginas.
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