Tema libre, último libro publicado de Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975), como su título ya avanza, hace en sus tres capítulos, Autorretratos hablados, Ropa tendida y Léxico familiar, de lo misceláneo su bandera.
El libro recoge conferencias, relatos breves, ensayos (balbuceos, hilachas de pensamiento), autoficción, poesía…
En un pasaje nos habla de aquellas canciones traducidas a un español macarrónico, como la del gato que está triste y azul de Roberto Carlos. Pocas horas antes de leer aquello había visto en televisión a los Scorpions hablando de su Wind of change (en un momento también baladeada en castellano) a cuenta de la caída del muro berlinés. Habla también de Camilo Sesto y de su vivir así es morir de amor y de la melancolía, que suena como un grito desgarrador y fervoroso. Y como uno lee y contrasta, cómo no pensar en el Brieva, un garito de Logroño donde siempre sonaba, supongo que aún hoy seguirá sonando, este temazo de Camilo Sesto.
Nos habla Zambra de las lecturas obligatorias infantiles (de la manera en la que leíamos entonces y en la que leemos ahora, si el lector cambia, si pierde ingenuidad, si pensamos que leemos mejor) y del descubrimiento que supone leer por placer (algo cada vez más complicado pues parece haber siempre razones para leer unos libros en vez de otros), de cómo al igual que Chejfec (como este describía en Útimas noticias de la escritura) también copiaba párrafos enteros de sus autores favoritos con idea de que algo se le pegara en su escritura. Aparece por ahí, entre bromas Mario Vargas Llosa.
Reflexiona acerca de la materialidad de la escritura, la diferencia entre hacerlo a mano, en una máquina de escribir o en un ordenador. Ahora sabemos que hay escritores que graban audios en el móvil y que transcriben el audio en palabras sobre la marcha, por lo que la materialidad de la escritura roza lo inmaterial.
Como profesor comprueba el escaso interés de sus alumnos por la lectura, aunque siempre hay, afortunadamente, excepciones. El caso que comenta me recuerda al que aparecía en unos de los relatos de Halfon de El boxeador polaco.
Zambra hace un hueco a lo doméstico y lo familiar; el embarazo de su mujer (la conciencia de ella acerca de lo importante y necesario que es el derecho al aborto) el nacimiento de su hijo, su estadía en México tras dejar Chile, las comparaciones en el habla, en las formas de vida, los tópicos. Aquí invoco a Cortázar y su bitácora.
Cuaderno de Bitácora (Julio Cortázar)
Calza Zambra dos relatos inéditos (y bastante flojos) que promete no publicar pero al final acaba cayendo en la tentación.
El último capítulo doble está dedicado al ámbito de la traducción, otra variante de la escritura. Nos habla Zambra de la incorporación del inglés a su lengua materna, el castellano, y la fantasía al aprender el inglés de ser otro al expresarse en esa lengua, de hacerlo de distinta manera a como lo haría en castellano. Un inglés que aprende traduciendo poesías. También filológicamente nos habla acerca de los acentos, las distintas maneras de decir, las variantes para expresar lo mismo en Chile, México, España y la sensación de que decir palabras en tu lengua te hace sentir un gozo inexplicable y quien sabe si también en casa. ¿Qué casa?, si como dijera Raul Ruiz, No sé qué idioma me habita.
Anagrama. 2019. 144 páginas