2008
Editorial Mondadori
137 páginas
Álvaro Enrigue (Guadalajara, Jalisco 1969) publicó La muerte de un instalador en 1996. Doce años después llega a España publicada por la Editorial Mondadori.
Álvaro Enrigue ganó el XXXI Premio Herralde de Novela con su novela histórica ‘Muerte súbita» de la que daré cuenta cuando la lea.
Esta novela a pesar de su reducido tamaño, resulta muy jugosa. Enrigue selecciona con acierto cada frase y hace buena la máxima: menos es más, ya que en muy pocas páginas somos testigos, primero de la muerte de un artista, El Utopista que se precipita por una balaustrada, y más tarde de la bajada a los infiernos del artista/instalador Sebastián Vaca, que tiene la desgracia de caer en manos de Aristóteles Brumell, un millonario sin escrúpulos que convierte la muerte ajena en espectáculos sublimes, quien durante décadas ha logrado mantener su estatus, engrasando voluntades, comprando políticos, sindicalistas, ultimando enemigos, quien siente tal desprecio por el arte, a pesar de ser coleccionista de cuadros, que reduce a los artistas a meros insectos, con quienes practicar sus dotes de entomólogo macabro o erigiéndose personaje de un cuento infantil
qué curioso, pensaba que tendrías los ojos claros, por inglés. Los tengo negros, para verte mejor (página 21).
Así, la maldad de uno y la estulticia y ambición del otro, allanarán el camino para la tragedia del último.
El arte se nos muestra a los ojos de Aristóteles como algo recreativo, en manos de cuatro zumbados perezosos e indolentes, que a cualquier excentricidad catalogan como obra de arte, como esas alucinadas e hilarantes instalaciones que lleva a cabo Sebastián Vaca, un arte que se representa y vende como transgesor, al mismo tiempo que es subvencionado por el Estado o por mecenas ocasionales que entienden el arte como un pasatiempo o una buena manera de especular y/o blanquear capitales.
Con Álvaro Enrigue me pasa como con Yuri Herrera (también mexicano). Sus historias me resultan hipnóticas, como extraídas del tiempo, relatos universales, vívidos, potentes, donde no falta el humor, la ironía, la traición, la corrupción, la adicción, todo aquello que nos hace humanos o inhumanos en este caso.
Una muy buena y recomendable novela esta de Enrigue.