El arte de la prudencia es una lectura interesante, enriquecedora y necesaria.
Baltasar Gracián que escribió este libro a mediados del siglo XVII (en 1647) habla de un sinfín de temas que nunca pasarán de moda y que tienen que ver con nuestra manera de ser y actuar.
Gracián recomienda actuar con prudencia, mesura, decoro, moderación, no dejarse cegar por las pasiones, que nos pierden, y más bien, nos invita a ejercer el autocontrol, a no destacar o singularizarnos, a no alardear de virtudes ni defectos. Siendo la virtud el último parrágrafo que cierra el libro, el número 300.
Algunos temas se repiten con escasas variaciones (mucho se habla de no contagiarse por el virus de la necedad, de mantener reservas en nuestro proceder, de no darlo todo, de dejar siempre a nuestros congéneres con ganas de más, un irnos ofreciéndonos poco a poco, para mantener así el factor sorpresa. Otro punto importante es mantener la coherencia, optar por la seriedad y ser chistoso en contadas ocasiones. Lo crucial es que, un mal paso puede echar todo nuestro trabajo, toda nuestra reputación por tierra. Una carrera ejemplar se viene abajo por una mala decisión) e incluso cae el autor en ciertas contradicciones al recomendar una actitud y luego la contraria (como en lo que ha de ser nuestro proceder respecto a los murmuradores, donde primero aconseja mantenerlos al margen de nuestras vidas, y luego bailarles al algua, conscientes del daño que nos pueden hacer). En este sentido creo que se podían haber eliminado algunos párrafos y haber ofrecido los resultantes con una mayor extensión.
Dejando de lado estos asuntos menores, esta obra de Gracián resulta valiosa como invitación a la templanza y en especial a conducirnos a pensar sobre nuestros actos y las consecuencias que se derivan de lo que hacemos y decimos. Nos dice el autor cómo hemos de ser, en ese irnos puliendo, en nuestro camino hacia la virtud, pero lo complicado, el cómo conseguirlo, el cómo llegar a ser virtuosos, apenas se concreta, a pesar de lo cual esta lectura creo que propiciará nuestras reflexiones sobre un montón de situaciones que todos experimentamos en el día a día ya sea en el ámbito laboral, familiar, académico, parejil, con los amigos; momentos en los que podemos optar por ser virtuosos, afables, respetuosos o por ser faltones, insultantes, desabridos…
En estos momentos que vivimos de suspense y de suspenso político, las muy vigentes palabras de Baltasar Gracián, bien podrían ser un haz de luz, un cordel del que tirar para que los políticos superen la necedad, lo obtuso de sus posiciones y abrir estos sus mentes a la prudencia, al decoro, despojando de su proceder, la soberbia, la cerrilidad, el odio, la furia, el insulto, en pos de una siempre necesaria cordura.
Lecturas periféricas | Sobre la brevedad de la vida (Séneca), De senectute política. Carta sin respuesta a Cicerón (Pedro Olalla), Meditaciones (Marco Aurelio)