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Lectura fácil y necesaria

Bienvenidos sean los premios como el Nacional de narrativa otorgado este año a Cristina Morales por su Lectura fácil y necesaria. Lo comenté por aquí a mediados de diciembre del pasado año para ir poco después a poblar mi Sumun 2018.

Leo que las librerías y las bibliotecas se ven desbordadas por un alud de lectores (ojo a los alunizajes) que quieren leer la novela de Cristina y pienso en la letra de Viva Sueciadeberíamos decir más veces/ te deseo lo que te mereces

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Lectura fácil (Cristina Morales)

Cristina Morales (Granada, 1985) en Lectura fácil desde unos presupuestos anarquistas reparte hostias como panes de masa Madre a los independentistas catalanes, cuperas, machos-machas fachas neoliberales, asistencialistas, movimientos asamblearios, a todo aquel lenguaje retórico, uniformador, al poder establecido, domesticador y normalizador, que quiere alienar al ser humano, disolviéndolo en colectividades de toda clase… y lo hace desplegando un lenguaje abrumador, lúcido, inteligente, vanguardista, corrosivo, humoroso (Nati, es una creación colosal), que te vuelve loco (léanse con calma el fanzine Yo, también quiero ser un macho) y el repasito que le da a Ivars), que hace que te estalle la puta cabeza mientras tomas conciencia de cómo se reparte el peso del poder y el dominio desde el comienzo de los tiempos, al tiempo que uno va dándole vueltas a la emancipación femenina y a todo aquello que la frena, la impide o directamente la sanciona: el macho, sus actos y su lenguaje.
Lectura fácil (Cristina Morales)
Para plasmar todo esto los personajes son cuatro discapacitadas intelectuales que se expresan y argumentan con una locuacidad verborreica rayana en la perplejidad (la mía): Àngels, embebida en la escritura de su novela autobiográfica por guasap, bajo el sistema de Lenguaje fácil, que nos permite conocer de primera mano el funcionamiento de los CRUDIS y RUDIS.
Nati, discapacitada sobrevenida cuyos ententes con todo pichagato en sus clases de bailes (inevitable no pensar en la muy recomendable Que nadie duerma) son de lo mejor (y esto es mucho decir) del libro. Aún me estoy descojonando de su charleta sobre el porté y la lúbrica escena, ese triángulo sexual isósceles y diferido, con Ibra y Marga. Cristina demuestra lo proteico de su lenguaje y cómo en esta novela es puro movimiento y herramienta para cuestionárselo todo.
Marga, quien deja la casa en la que viven tuteladas las cuatro para irse de okupa con ayuda de la PAH (impagables y muy sustanciosas las actas y conversaciones mantenidas en el ateneo arnarquista), mientras las autoridades se afanan en buscarla para ponerla bajo a techo, a buen recaudo, es decir, bajo observación y tutela, de nuevo.
Patri, quien se las tiene que ver con el monstruo judicial, dando su testimonio, a fin de determinar judicialmente si Marga debe ser esterilizada o no.

Habría de ser esta valiente, incisiva y mordaz (en las antípodas de cualquier complacencia) novela, riquísima de ideas (lo de Lectura fácil del título tiene su retranca, porque avanza en vertical) ambientada en Barcelona, de dominio público, estar presente en cada instituto, en cada casa, en cada biblioteca, en cada puesto de trabajo, en cada asamblea, en cada barra de bar, en cada pareja y familia, pero de momento y ya que esto es como pedirle peras al olmo, una utopía, que significa un no lugar, para empezar, leámonosla. Gramófono en mano.

Lectura fácil ha sido una lectura acojonante. Lectura acojonante significa que al leer se te caen las compuertas mentales (si de entrada no nos da por cerrarlas, buscando el repliegue, porque la autora va pisando callos y soltando patadas a la entrepierna todo el tiempo), tal que al oír en la radio hace nada hitazospaternalistascarcelarios como “Déjala que baile con otros zapatos/ Unos que no aprieten cuando quiera dar sus pasos/ Déjala que baile con faldas de vuelo/ Con los pies descalzos dibujando un mundo nuevoooooo” me dan ganas de vomitar.

Malas palabras de Cristina Morales

Malas palabras (Cristina Morales 2015)

Cristina Morales
190 páginas
Editorial Lumen
2015

El año pasado nos dieron la brasa con el centenario de la I Guerra Mundial. El 28 de marzo del presente año (2015), por si hay algún ciudadano español (nacionalizados también) que aún no se ha enterado, se cumplen 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, nacida como Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada.

Las editoriales se han puesto las pilas y verán, si se fijan, las librerías abarrotadas de obras de Santa Teresa. Espido Freire ha aportado su grano de arena, con Para vos nací, Cristina Morales también. El de Cristina se titula Malas palabras. Como no quiero usar tales malas palabras, no vaya a ser que Teresa o alguna otra entidad celestial me fulmine con algún rayo divino, iré al grano sin dejarme llevar por instintos demoniacos.

Creo que un libro sobre Santa Teresa tendría que ser escrito por un escritor o escritora que haya vivido lo suyo, que esté ya en el ocaso de su vida, que tenga más pasado que presente.
Poner en manos de Cristina, nacida en 1985, la extraordinaria (dicen) vida de la Santa para hablar por boca de esta, tiene un serio problema y es que la figura de Santa Teresa en manos de Cristina se ve achicada, y constreñida por las limitaciones de la escritura de la autora, que hace lo que puede, como todos cuando se ponen a escribir, y lo que puede y hace es plasmar por escrito los devaneos mentales de la Santa, la cual, en el siglo XVI que le tocó vivir, fue insumisa, libertaria, independiente, inteligente, mordaz, levantisca y cuantas loas, o vituperios, les vengan en gana, pero que sobre el papel no tiene ninguna consistencia, entidad, relevancia, ni relieve, no pasa de 1D (una dimensión), y el único momento en el que el libro deja de ser un texto inanimado es cuando Teresa habla de su madre y ahí sí siento correr por mis venas la sangre de su madre Beatriz/Beatroz, y no cuesta nada empatizar con sus múltiples partos, su triste vida, su soledad, su sumisión. Que el mejor personaje de un falso relato autobiográfico no sea la propia autora, será un acto de humildad, pero…

El libro no es una experiencia religiosa/mística.
El libro no es la Hostia de bueno.
El libro es (casi) un Martirio.
El libro sí es un lío de faldas o de hábitos.
El libro no puede darse el lujo de dilapidar 15 páginas hablando de unas elecciones primarias en un convento.

Si el libro fuera bueno, o muy bueno o excelso, ahora mismo estaría leyéndome algo de Santa Teresa, El libro de la vida por ejemplo, o pasandolas moradas y no es el caso, porque estoy ya con Celso Castro entre manos.