David Foster Wallace
Mondadori
1208 páginas
2002
Hay libros que no quieres que se acaben y otros que no ves la hora de terminarlos. La broma infinita es uno de ellos.
El libro del escritor americano, ya fallecido, David Foster Wallace (DFW), es uno de esos libros a los cuales les precede su fama. DFW se suicidó después de media vida con depresiones. Cuando alguien muere está demostrado que la obra de cualquier artista coge vuelo, la de los escritores también.
La Broma Infinita (The infinite jest) la publicó DFW en 1996. En España llegó en 2002. DFW junto a otros escritores americanos como Philip Roth, Cormac McCarthy, Don DeLillo y Thomas Pynchon, nos dicen especialistas en literatura americana como Eduardo Lago que conforman un cuarteto de los mejores escritores americanos vivos. Me temo que la literatura americana contemporánea no es lo mío. Quizá tenga que ver con un hecho cultural, con lo poco que tiene que ver un americano y un europeo o español. Así he leído a DFW con curiosidad reverencial. Hay un alud de páginas en la red donde la gente se dedica a explicar de qué va el libro, a desmenuzarlo, capítulo a capítulo, como hacían los fan de Perdidos en Lostpedia.
A medida que lo vas leyendo, uno entiende el sentido de estas blog aclarativas.
DFW tenía un mundo propio. Un mundo que al lector no le resultará fácil entrar.
En ciertas páginas me he reído y asombrado con las cosas que DFW es capaz de plasmar en el papel. Tanto por su originalidad como por lo caústico de su prosa. Pero ha sido un espejismo. Más allá de la página 600, he sufrido leyendo. Algo parecido a hacer el Camino de Santiago andando sin entrenar previamente. El desafío consistía al final en acabarlo, para comprobar que casi todo queda en el aire.
Me gustan los escritores concisos. DFW peca de verborrea digital y da la impresión de que todo lo que le venía a la cabeza lo vomitaba en el papel. El libro hubiera resultado igual de bueno o malo con muchas páginas menos. A la larga, la historia se alimenta de otras muchas historias. El libro lo podemos visualizar bajo la apariencia de un árbol y donde DFW es una ardilla que corretea por el mismo a su antojo, ya sea por el tronco o por las ramas.
Hay páginas que tienen el mismo atractivo que el de un prospecto. Hay páginas que son ristras de acrónimos. La galería de personajes que nos presenta DFW es lo mejorcito que uno puede conocer o soñar: drogadictos, prostitutas, sádicos, violentos, alcohólicos, pederastas, violadores, acosadores sexuales, etc. Si uno cree que ya todo está perdido y que el mundo está podrido La Broma Infinita quizá le ayude a precipitarse al vacío, porque el libro es triste y gris como el grafito.
Encontrarán en la red personas para quienes este libro es un objeto de culto, críticos literarios que nos digan que este libro es una las cien mejores novelas americanas de todos los tiempos (que ha influido e influirá a miles de escritores), otros a quienes su lectura les ha transformado (esto se entiende que es para bien). A mí La Broma me ha hecho perder casi un mes de mi tiempo. Tiempo que hubiera dedicado gustosamente a leer a otros libros que tengo esperando sobre la mesilla desde hace semanas. Un amigo me pasó La Broma infinita en epub para leerlo en el móvil. Resultaban más de 5000 páginas, así que decidí acarrearlo de un lado para otro, valiéndome de un carro.
La broma infinita no lo es. Por los pelos.
Leyendo un domingo soleado en un parque La Broma un niño que conocía me preguntó si eso que estaba leyendo era La Biblia. Le mostre el título y se encogió de hombros. Eso sí, la portada le resultó muy graciosa.