Estamos en Madrid, en el verano de 1938. El tiempo también está desquiciado y el calor pegajoso da paso a trombas de agua. La ciudad resiste en manos de los republicanos, que muy optimistas piensan entonces que Madrid será la tumba del fascismo, que no pasarán, sin embargo, las tropas franquistas tomarán la ciudad unos pocos meses más tarde: en marzo del 39.
En este contexto la cruda historia (basada en hechos reales, en el barrio de Chamberí) que se nos cuenta aquí es la de un crío de quince años, que queriendo vengar la muerte de su hermano falangista, asesinado por los milicianos, la emprende a tiros con los milicianos que pasan por la calle, haciendo gala de su buena puntería y matando a varios de ellos.
Obviamente los milicianos no van a quedarse de brazos cruzados. Todos saben que el joven saldrá de su guarida con los pies por delante. Algo de cordura parece querer aportar Matías, el mando de más rango, sin quererse contagiar por el ánimo vengativo y belicoso de su compañero Severo, aunque tiene motivos, pues su hijo, tendría también quince años si no hubiera sido asesinado por los nacionales.
El cerco se estrecha y el desenlace (el guion de David Muñoz es muy contundente y combina muy bien con los dibujos en blanco y negro que muestran a las claras un Madrid devastado física y moralmente) me lleva a pensar en una película que he visto recientemente, Nº 24, porque cuando se entra en esa vorágine de violencia, en la necesidad de impartir justicia, ya solo hay blanco o negro, vida o muerte, morir o matar, aunque como en este caso, no sea necesaria y sí evitable. Porque si la vida ya te empuja con un aullido interminable. La muerte, ni te cuento.
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David Muñoz y Andrés G. Leiva
Astiberri
2021
130 páginas