Archivo de la categoría: Editorial Anagrama

La misma ciudad (Luisgé Martín 2013)

La misma ciudad Luisgé Martín
Luisgé Martín
Editorial Anagrama
2013
131 páginas

Porque sabemos hacer del escapismo un arte (Porque las cosas cambian, Enrique Bunbury)

Mi manera de comprometerme fue darme a la fuga (Viudita de Clicqout, Joaquín Sabina)

Paradoja del interventor (Gonzalo Hidalgo Bayal), El bolígrafo de gel verde (Eloy Moreno), Un estado del malestar (Joaquín Berges), Absolución (Luis Landero), son algunos libros que recuerde donde el protagonista quiere dar un giro a su vida, lo cual a menudo pasa por hacer las maletas.

En el libro de Luisgé Martín, que se lee en un visto o no visto (alrededor de 1800 parpadeos) el protagonista, Brandon Moy, trabaja en Nueva York, en Las Torres Gemelas (aunque ubicarla allí parece un chiste porque la novela es un ejercicio de deslocalización, pues en nada he percibido el aliento americano en la historia), la vida que lleva no le convence, su relación marital no tiene el fulgor ni el apasionamiento de los comienzos. Tampoco participar de la educación y crecimiento de su hijo es razón suficiente para seguir a su lado, así que cuando ve una de las Torres desplomarse (un suceso que narró con extrema verosimilitud Don Delillo en su libro El hombre del salto, que podría bien ser el mismo que vemos en la portada de libro de Luigsé) decide que a partir de ese momento él será uno de los miles de muertos en el atentado. Tras despojarse de cualquier seña de identidad, tiene lugar su alumbramiento. Moy pone entonces tierra de por medio. Puede ir a cualquier parte. Acaba en Bostón.
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Daniela Astor y la caja negra (Marta Sanz 2013)

Daniela Astor y la caja negra
Marta Sanz
2013
272 páginas
Editorial Anagrama

Una hoja, una castaña, un (magnífico) libro sobre la verde hierba. Eso vemos. No es una indirecta, el libro no es un castaña, todo lo contrario. El marco es intencionado, porque el libro me resulta otoñal, melancólico, cadencioso, pluvioso.

Al haber leído La lección de anatomía necesitaba seguir leyendo a Marta Sanz. Dicho y hecho. Daniela Astor y la caja negra, su última novela, me ha hecho sonreír, reír, llorar, emocionarme, en este ejercicio de memoria, ejecutado por Marta Sanz, muy plausible y recomendable, que se ha ganado mi fervor.

Al igual que en La lección de anatomía, la autora, buscará en el baúl de los recuerdos, para mostrarse con las mejores galas o para arrancarse la piel a tiras. Su capacidad de recordar, o de fabricar recuerdos es notable.

Catalina, la protagonista de este libro tiene doce años y la visión que ésta tiene por tanto del mundo es su mirada sobre la familia, las amistades de los padres, las revistas que consulta en la consulta donde trabaja su madre y poco más. Como la piel que habita, a Catalina no le gusta, acomodará en su mente a Daniela Astor, una mujer elegante, bella, políglota, inteligente, cosmopolita, a la cual quisiera parecerse. Y Catalina y su mejor amiga Angélica fabricaran con sus manos su propio micromundo entre las paredes de su cuarto, un cuarto que será testigo de la expansión de esos cuerpos núbiles, que devendrán mollares o magros, de esas nuevas protuberancias, de los desarreglos hormonales que certificarán su capacidad de procrear, de esos juegos que erizan la piel y convierte el deseo en algo húmedo…..

Ocupan un papel central en esta historia los padres de Catalina: Alejandro Hernández y Sonia Griñán. El primero con nombre de mariachi, que irá desdibujándose en pequeños pasos hacia la nada, como si una existencia se pudiera borrar sin apenas esfuerzo con una goma Milán y luego al repasar el contorno del nombre que fue, no se experimentara sensación alguna. Y la madre, Sonia, presencia ineludible, que agota, cansa, aborrece y odia, a ratos, Catalina, pero a la cual no podrá menos que amar, no porque sea su madre, que también, sino porque en el lote no solo van los genes, sino todo lo demás.

A la par que constatamos brutalmente la realidad que circunda, horada, socava y sostiene (los afectos, la constancia y el tesón afectivo ofrecido por Angélica y sus padres) a Catalina, tenemos un falso documental poblado de musas del destape, de mujeres convertidas en icono sexual, en películas ya olvidadas, una vez superados los viajes a Perpignan, donde una teta o un culo eran objeto de culto, la piel femenina un mapa inexplorado, mujeres que anhelaban ser amadas más que comprendidas, que querían tener una voz propia, ser algo más que un cuerpo escultural, un objeto admirado y deseado por pajilleros de manos rápidas u hombres acaudalados.

No debemos tampoco olvidar que hace poco más de tres décadas hubo mujeres y médicos que fueron a la cárcel por abortar y practicar abortos, como la madre de Catalina, para quien aquello que hizo, sería algo no agradable pero necesario.

Marta Sanz narra todas estas cosas con una sencillez que pone los pelos de punta, porque a medida que vas leyendo, lo leído va ganando en intensidad y como si de una bola de nieve se tratara, cada palabra, alimenta la siguiente, para ir creando algo grande, que arrolla y desmantela mis defensas a su paso, sí, una gran bola de nieve, que fundiré con mis recuerdos, cosidos a los de Catalina, al echar la vista y recordar como era la vida a los doce años, qué papel jugaron (y siguen jugando) los padres en todo este trayecto, si el adulto que todo niño lleva ya dentro de sí, haría buenas migas con el niño que todo adulto lleva dentro, o no se dirigirían la palabra, porque es absurdo hablar ante el espejo.

Marta Sanz en devaneos | La lección de anatomía

En la orilla (Rafael Chirbes 2013)

Rafael Chirbes En la orilla portada libro Editorial Anagrama 2013
Rafael Chirbes
Editorial Anagrama, 2013

Rafael Chirbes se confiesa un escritor amateur, uno de esos que no sabe si escribirá más, porque cada libro es un desafío, una incertidumbre y nunca se sabe hasta cuando podrá uno seguir ordeñando tinteros, emborronando cuartillas, creando historias y personajes.
A Chirbes no lo había leído antes. Sí había visto la serie Crematorio, basada en su novela homónima, que me pareció magnífica. Si en Crematorio se explicaba al por menor cómo fueron esos años dorados de la burbuja inmobiliaria, ahora Chirbes publica, seis años después, En la orilla, cuando la burbuja ya ha estallado, cuando la premisa de que el precio de la vivienda siempre iría al alza, se demostró falsa, cuando los negocios relacionados con la construcción se fueron cerrando en tromba, sucediéndose los impagos, el embargo de bienes, dejando varados como pecios, construcciones a medio hacer, luego abandonadas, y tuvo lugar el advenimiento de esta crisis, de la que nuestros gobernantes nos avisan de que saldremos el año que viene (¿más brotes verdes?).

A medida que avanzas en la lectura de En la orilla te das cuenta de que no hay una trama (así lo reconoce el propio autor en esta entrevista), un argumento definido, sino que estamos ante una polifonía de voces: una desmesura de 437 páginas, donde parece que hay cabida para casi todo, sumando a la voz del protagonista (la de Esteban un empresario carpintero abocado al cierre, dado que un negocio que tenía entre manos se ha ido al traste, arrollándolo y para quien su mundo, ahora, se va derrumbando, sin poder y sin querer ejercer éste oposición alguna), la de Liliana, la mucama suramericana que le limpia cada día el culo al padre de Esteban, la de su amigo Francisco (que permite al autor hacer una crítica demoledora del mundillo de la alta restauración), los recuerdos de la niñez de Esteban, su relación siempre problemática con su padre, al que ahora se ve obligado a cuidar en su vejez y más satisfactoria con su tío. Y hay muchas más voces, tramas superficiales y otras que bullen en los intersticios de la novela, como en esos marjales muy presentes en la novela (que generan una atmósfera asfixiante), en ese estercolero, esa salida al mar, que lejos de purificar, sirve de basurero, donde arrojar cadáveres, materiales de construcción, pistolas y cualquier otra inmundicia.

Y Chirbes va desgranando la historia de Esteban y sus devaneos sexuales, yéndose luego por las ramas, volviendo de nuevo al camino central, para luego ofrecernos más anécdotas, todo ello con una prosa vibrante, potente, contundente, seca y dura, que no ofrece concesión alguna. Puedes abordar el libro por cualquier parte y sacar algo provechoso de él.

Su libro me parece triste y desolador, que no sensiblero ni sentimentaloide, porque tras esos años de bonanza y desparrame, tras bañarse muchos a diario con ese maná que caía del cielo bajo la forma de billetes de 500 euros, tuvo su fin el encantamiento y el comienzo de la pesadilla, y los cierres de empresas, y los despidos en masa, y el deambular con las manos en los bolsillos, llenos de horas pérdidas. Y uno piensa en el dicho que dice “quien siembra viento recoge tempestades”. Y ahí el autor es inclemente. Porque aquí los malos de la película no son los bancos, ni los banqueros (que también se llevan lo suyo), ni las preferentes, ni el mercado, ni los políticos, sino el ser humano en su conjunto, o mejor el ser humano particular, individual, cuando este sufre el mal de la codicia, de la estulticia, de la envidia, cuando la negrura espesa la sangre y enturbia la razón, enajenada ésta por el oropel, por el espejismo que luego fue.

Chirbes mete las dos manos a fondo en el vientre, para tocar las vísceras de sus personajes, y de ahí sale una lectura que desarma, que embriaga de realidad y noquea, que rehúye de echar balones fuera tanto como de la justificación exculpatoria. Más bien a lo hecho pecho y si ahora tocar penar, penaremos. Pero miremos primero hacia el interior, antes de amorrarnos al manido sonsonete que todos conocemos, ese que dice que los culpables siempre son otros, los errores siempre ajenos. Y ahí Chirbes es valiente, porque vuela libre. Y por eso Esteban, ese gran personaje, que se sabe vencido, rumiará su infortunio en soledad, con los brazos caídos, dejando que su cuerpo sea desbrozado por el temporal, por las citaciones judiciales, por la abnegación en el cuidado de su padre.

Además de todo lo comentado, en el libro hay un sinfín de asuntos menores pero igualmente interesantes sobre los que el autor se manifiesta a través de su personajes, mostrando un conjunto muy acertado de lo que es nuestra sociedad (o al menos sobre la parte sobre la que enfoca), mediante un juicio muy lúcido, severo y descarnado a la vez que profundo.

Intento de escapada (Miguel Ángel Hernández 2013)

Miguel Ángel Hernández Intento de escapada portada libro Anagrama marzo 2013 Jacobo montes
Editorial: Anagrama
Año de publicación: marzo 2013
Autor: Miguel Ángel Hernandez (Murcia 1977)
Páginas: 237

Miguel Ángel Hernández (Murcia 1977) había publicado hasta la fecha libros de relatos, microrrelatos, ensayos y crítica de arte. Intento de escapada es su primera novela. Se la publica Anagrama. Acaba de salir al mercado el mes de marzo.

Al final del libro el autor nos explicará por qué en esta ocasión optó por escribir una novela en lugar de un ensayo. Por qué usar un personaje a quien, cual ventrilocuo, hacer hablar, poner en su boca, las ideas que uno tiene sobre el arte, tema que controla, dado que Miguel es profesor de Historia de Arte y ha reflexionado y escrito mucho sobre el tema en sus ensayos y artículos, a pesar de su edad.

El protagonista es Marcos un joven de 21 años que viste de negro, alto, fondón y prealopécico, de esos que leen las revistas con las dos manos sobre la mesa. Se entiende, porque en lugar de porno, Marcos consume revistas y libros de arte. Marcos que es un crack en lo suyo, en sus estudios de Bellas Artes, tiene la gran suerte, a través de una de sus profesoras, Helena, la típica profe que está buena (o que directamnte te pone) a más no poder y con la cual uno se dejaría los cuernos que no ha puesto, tan solo por oír de su boca (de ese pozo de miel) una palabra de reconocimiento, de ponerse en contacto con un artista total. Si bien lo que Marcos anhela, como el resto, más que reconocimiento será darle a su profesora un buen repaso, de la pe a la pa, un reconocimiento a fondo, exhaustivo. Esas ITVs que te dejan exhausto con la mirada perdida y la lengua colgando.

Helena le propone a Marcos trabajar junto a Jacobo Montes, un artista que tiene un peculiar visión del arte (transgresor, escatológico..), que no deja nunca indiferente con sus trabajos al límite, quien va a organizar una perfomance en la ciudad y que contará con Marcos para que éste le haga el trabajo de campo, la recogida de información: esa materia prima sobre la que luego Jacobo pergeñará su obra de arte.

Lo interesante del asunto, es que si las palabras que leemos fueran las del autor, a sus 35 años, brillaría quizá demasiado el desencanto, la pantomina que es el arte, pasto y forraje para el comadreo y el mamoneo, para la recomendación de artistas, que nada tienen de tales, allá donde el marketing es el brazo armado del arte como producto de consumo y donde las grandes firmas recurren a artistas globales para hacer aún más globales sus empresas.

Miguel y esto me parece el gran acierto de esta novela (junto a la sutil evolución que experimenta Marcos) recurre a Marcos, quien a sus 21 añitos todavía está tierno y es moldeable y virgen. Y así todas esas ideas abstractas que el joven estudiante tiene en la cabeza y sobre las que uno podría estar una vida y dos, dándole vueltas, al final deben tomar tierra, coger forma y volumen y hete ahí que las ideas, ya no sobre el papel, sino potencia convertida en acto, apestan, huelen, contaminan, hieren o reconfortan, como afecta y trasciende cualquier acción humana que se ejecuta, para bien o para mal.

Será entonces cuando Marcos advierta la sima bajo sus pies, porque debe entonces posicionarse, tomar decisiones, coger el toro por los cuernos o a Helena por los pelos, o mirar para otro lado, dejarse la voz gritando u optar por la callada, luchar por una idea o dejarse arrollar por ella. En definitiva, meterse en harina y llenarse de mierda: ser juez y parte de las acciones de Montes, quien siempre en el filo, se servirá de cualquier cosa que tenga a mano, inmigrantes sin papeles como Omar también, para llevar a cabo sus performances, su concepto del arte llevado al extremo, con el que remover cuerpos y mentes, en ese momento en el que lo estético deja de ser ético para devenir otra cosa.

El libro de Miguel me ha gustado por cuanto invita a la reflexión y uno se formula unas cuantas preguntas al leer su novela (el papel del arte, sí lo estético debe ser ético, si un artista puede ser un hijo de puta sin dejar de ser artista, si el arte debe siempre ser ético o incluso legal, cúal es el valor de una vida, si todo tiene un precio, si la dignidad humana es algo intrínseco o es un atributo más que viene conformado o impuesto desde fuera, etc).

Al final, a mí me sucede con el arte (moderno), lo mismo que con la religión, que me parece una broma mayúscula, donde alguien te puede escribir 1.300 páginas acerca de lo que representa un lienzo en blanco y habrá un coro de palmeros y otro de asentidores, alabando y defendiendo como suyas las palabras del Autor de la Obra.