Si pensamos en novelas breves que se leen en poco más de una hora y que nos deparan un sinfín de alegrías, tomen nota de esta nouvelle del nonagenario Andrea Camilleri, El homenaje, y de otra de la que ya hablé en su día, igual de deliciosa que la presente titulada Gotas de Sicilia. El homenaje del título es el que las autoridades locales van a tributar a un fascista casi centenario que inopinadamente, es un decir a esas alturas de la película existencial, muere de un infarto cuando un excarcelado antifascista y regresado al terruño siciliano, en una charla con el abuelo menta a un hombre del que le hablaron en la cárcel: palabras que obran como una balacera sobre el anciano, que morirá en el acto. El asesino verbal regresa de nuevo a la cárcel después de recibir una buena somanta de palos. Lo bueno viene luego cuando tras las panegíricas soflamas vindicando la figura del muerto, gloria del fascismo -que apareja la posibilidad de cambiar el nombre de una calle que llevará su nombre y una pensión vitalicia para la viuda- vemos cómo a medida que salen nuevos datos pretéritos a la luz, su figura se irá velando, poniéndose en entredicho según se vaya revisitando la historia y se corrija y se le saquen los colores. Camilleri va dando vueltas de tuerca hasta el giro final, manejando un humor muy saludable, caricaturizando aquí al fascismo, aunque el uso, abuso y manipulación de la historia hemos visto que ha sido facultad tanto de los totalitarismos de diestra como de los de sinistra.
Salamandra. 2017. 80 páginas.