Archivo de la categoría: Federico García Lorca

Bodas de sangre y Yerma

Bodas de sangre y Yerma (Federico García Lorca)

Bodas de sangre (1931) y Yerma (1934) son dos dramas teatrales lorquianos que comparten elementos comunes. En ambos, las protagonistas son mujeres dolientes cuyo sino es la amargura y su porvenir la desdicha. En bodas de sangre la novia se va a casar con el hombre que no ama y esto no le trae nada bueno, sino dolor y una tragedia descomunal que acabará con la muerte del novio y la de su amado Leonardo, en una reyerta entre ambos, en esos parajes desérticos que solo conocen la humedad de la sangre.

En Yerma, una mujer casada, tras dos años y pico sin descendencia se atormenta con el pensamiento de que nunca podrá ser madre, una situación que su marido, que no quiere tener hijos, no ve con malos ojos, no compartiendo por tanto el dolor y la desesperanza de su mujer, a quien le cargan el muerto de no poder tener hijos, de ahí su apodo. Aunque luego se verá que la mala simiente es la del marido, y al igual que en Bodas de sangre acabará también el drama con un crimen.

Si en Bodas de sangre la novia huye a la desesperada con su amor verdadero y consuman su postrero amor, Yerma no hará lo propio con Víctor, el trasunto de Leonardo, pues siempre rondan por medio el honor, la dignidad, la casta, todos aquellos valores que castran la libertad de la mujer y le impiden a esta superar el rol, impuesto por la sociedad (manifestándose esta a través de esos «dicen que», las murmuraciones y las maledicencias), de esposa servil, supeditada siempre a los deseos del hombre, entendido éste como el macho dominante, y la mujer, la hembra reducida a procrear, atender el hogar y tener al marido entre algodones.
Estos textos exigen ser declamados para un mayor disfrute, para apreciar toda su fuerza trágica, toda su poesía fúnebre. Lorca logra desgarrar(nos), llevar los sentimientos al límite, rayano con el paroxismo, metiendo las dos manos en el alma humana y creando personajes inmortales.

Hemos de tener presente también que estas obras se escribieron a comienzos de los años 30 del pasado siglo, lo que suponía, creo, una crítica feroz al papel que la mujer desempeñaba en la sociedad y hacía pensar con la llegada de la República en un horizonte distinto, que la guerra civil, y la dictadura de Franco truncarían, devolviendo de nuevo al país a las cavernas y a ofreciendo a la mujer de nuevo un porvenir abortado cifrado en sus labores.