!Se echa de ver tal falta de generosidad en el que desempeña sin cesar el papel del que da y reparte sus beneficios a la vista de todos! Lo que se debe hacer es dar y difundir los beneficios ocultando el nombre y el favor. O bien no tener nombre siquiera, como la Naturaleza ciega, que es lo que más nos conforta, porque no encontramos allí alguien que da y distribuye sus beneficios, alguien «de semblante benévolo». Verdad es que también habéis echado a perder esa confortacion introduciendo un Dios en la Naturaleza, con lo cual todo pierde su libertad y cae en la sujeción. ¿Cómo? ¿No tendremos nunca el derecho de estar solos con nosotros mismos? ¿Estaremos vigilados, guardados, importunados, gratificados? Si hay siempre alguien alrededor de nosotros, será imposible en el mundo la mayor parte del valor y de la bondad. ¿No valdría más darse a todos los diablos ante esa indiscreción del cielo, ante ese vecino inevitable y sobrenatural? Pero no es necesario; todo eso ha sido un sueño. !Despertémonos, pues!
Traducción de Pedro González Blanco.