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Kafka. El abismo de la literatura (Roberto Mosquera)

Leo Kafka, el abismo de la literatura escrito por Roberto Mosquera y editado por Guillermo Escolar. Biografía de Kafka de 912 páginas en la que se abunda en los pormenores del día a día del autor checo. Pormenores (salta a la vista que el autor está muy bien documentado) que cifran su existencia gris, monótona y breve. Kafka muere en 1924 superados los cuarenta años, a resultas de una tuberculosis de laringe. No existía entonces la estreptomicina (descubierta en 1943). Siempre estuvo enfermo. Su cuerpo de más de 180 centímetros apenas superaba los cincuenta kilogramos. La enfermedad crónica le supuso la jubilación de la compañía de seguros en la que trabajaba con 39 años.

La oficina me resulta enormemente pesada y a menudo intolerable, pero en realidad me acomodo a ella muy bien.
Ganó más de lo que necesito. ¿Para qué? ¿Para quién? Seguiré ascendiendo en el escalafón ¿Con qué fin? Ese trabajo no me gusta y si no me aporta independencia como compensación ¿por qué no mandarlo paseo?

Y para entonces su escritura era ya un flujo intermitente de escaso caudal. Al igual que otros autores como Juan Rulfo, a Kafka no le fue necesaria una obra extensa para pasar a la posteridad.

Me pregunto qué hubiera sido de Kafka sin la figura de su amigo y gran valedor Max Brod. Kafka escribe y tiene dudas sobre el valor de su escritura. Algo que creo es común a todo escritor. Pero Max la anima a escribir, le da confianza y apoyo, mueve sus manuscritos, se empeña en que vean la luz, pues lo considera el mejor escritor en lengua alemana del momento, en la primera década del siglo XX. Y Kafka va escribiendo sus relatos como El fogonero o La metamorfosis, que ven la luz y son publicados e incluso traducidos a otras lenguas, y le granjean cierto reconocimiento y unas ventas muy magras, apenas unos cientos de ejemplares en el mejor de los casos.

Según Unseld: A sus ojos, la vida literaria de su tiempo no iba mucho más allá de un reflejo esperpéntico y negativo de su ideal. Su actitud ante la literatura contemporánea no era solo escéptica; reaccionaba con estupefacción ante la febril actividad de sus colegas escritores en sus intentos de asegurarse el éxito por todos los medios posibles.

Vemos su relación (Kafka era judío, aunque se veía como un judío sin judeidad) con el sionismo, que no le acaba de convencer, aunque en algún momento pensara en ir a Palestina. La complicada relación con su padre para el que la escritura era una veleidad sin sentido. Sin embargo, Kafka contó siempre con la comprensión y el amor de su hermana Otta.

Una parte importante en la biografía de Kafka fue la correspondencia que mantuvo con Felice y luego con Milena. Cartas que le escribió a Felice (¿Felice?), en las que lejos de retratarse como un príncipe azul, se mostraba como un hombre enfermo, débil, insociable, taciturno, rígido, casi desprovisto de toda esperanza. No obstante, a Kafka ser tan cenizo y agorero no le funcionó, o no como preveía. Le pintó a Felice la cosa bien negra y ella dijo Sí al matrimonio que Kafka le propuso, a pesar de que este le hacía ver que la vida a su lado sería un coñazo, pero ella dijo Sí. Y así anduvieron a trancas y barrancas, reparando la distancia con su correspondencia, conjurando los miedos en la escritura, rellenando el vacío con una esperanza famélica y encuentros agridulces. Él, tratando de alejarse, el compromiso galvanizando su corazón, ella, como un insecto muy capaz de confundir miel con hiel. A Kafka, sus cartas, por nada alentadoras que resultaran fueron un buen cebo para ¿Felice?. Y así pasaron la vida: carta va, carta viene. Jugando sus cartas. Siempre esperando la misiva con el corazón acelerado, hasta que aquello se acabó.

Estatua de bronce dedicada a Franz Kafka en Praga

Estatua de bronce dedicada a Franz Kafka en Praga

Y entró luego en escena Milena y Kafka sigue en sus trece, sin decantarse, incapaz de conciliar su escritura con una pareja, con la posibilidad de ser padre, idea que deshecha pues no quiere que su vástago pueda portar también su enfermedad. Kafka que no quiere sufrir compañía, amurallado en su pretensión y anhelo de silencio (a menudo interrumpido ya fuera por el ruido de una serrería, el tronar de unos niños en su jugar o el murmullo proteico propio de toda ciudad) y soledad. Pero a veces sentía el escozor de la pulsión del sexo, la necesidad de compañía, para ir más allá de la confidencia epistolar y retomar el contacto humano con su hermana Otta, con Max, buscar y encontrar la luz fuera de la madriguera, luz que miraría con los ojos de una fiera acosada.

Al final de sus días Kafka encuentra un ángel, con el rostro de Dora Diamant, una joven a la que conoce por casualidad y surge entre ellos una relación especial, a pesar de que Kafka casi le doblaba la edad. Juntos vivirán en Berlín. Todo ese mundo interno de Kafka tan sombrío y angustiante, su estado enfermizo, sus miedos y temores, todo ese mundo piel adentro es lo que luego supo plasmar después tan bien en sus relatos y novelas inconclusas; acto de escribir entendido para el como un acto de soledad y entrega absolutos. Y creo que esta extensa y amena biografía nos permite muy bien entender todo esto, y conocer a Kafka, alguien que no obstante, y por muchos detalles personales, íntimos y cotidianos que se nos ofrezcan aquí, se me antoja hermético, distante, inasible.

Si la vida es una carencia, Kafka tuvo todos los frentes abiertos, todas las batallas perdidas y su único recurso y bastión fue la escritura, una tabla de salvación que el destino fue apolillando hasta su final.

El libro se completa con un Apéndice que recoge las obras de Kafka explicando el argumento y su recepción crítica; seguido de las Referencias bibliográficas y un Índice onomástico.

Roberto Mosquera
Kafka. El abismo de la literatura
Guillermo Escolar Editor
2021
912 páginas