Editorial Planeta-DeAgostini
Prólogo y traducción de Juan Bravo Castillo
2001
445 páginas
Lamento haber tardado tanto tiempo en leer esta obra maestra. La compleja y poliédrica figura de Emma Bovary, siglo y medio después de la publicación de la novela de Flaubert sigue dando mucho de qué hablar.
Emma Bovary resulta fascinante, por obra y gracia de la portentosa prosa de Flaubert, que logra mediante una historia, poco o nada espectacular, subyugarme durante casi 400 páginas. La vida de Emma es una historia de inconformismo, marcada por la tragedia final que es su muerte.
Emma no se siente a gusto en ninguno de los roles que la sociedad, imponía a las mujeres a mediados del siglo XIX. Se casa con Charles, de quien pronto descubrirá que no está enamorada, y que ni siquiera el amor que éste le tributa le sirve para nada. Tendrán una hija que criará una nodriza y que tampoco despertará en Emma, salvo algún arrebato maternal, ningún instinto, ni deseo de ejercer de madre de su hija.
Emma se cree destinada a vivir algo grande, hermoso, majestuoso, y la vida que lleva es un cárcel, una jaula dorada, si se quiere, pero algo muy pequeño, gris, anodino, incapaz todo ello de saciar sus aires de grandeza, su cosmopolitismo, su ansía de riquezas, de viajes, de vestir las mejores galas, de nadar en la abundancia.
Y Emma intentará escapar de su cárcel, a través del flirteo primero y del adulterio después con dos hombres que la seducen, y la invitan a soñar, sin que aquello no pase de ser eso, un sueño, un anhelo, una pretensión inútil, toda vez que sus amantes consideren demasiado arriesgado obligar a Emma a que esta deje a su marido para irse con ellos, ya sea con Léon, Rodolphe o finalmente de nuevo con Léon, con quien tiene una segunda oportunidad, que no prosperará tampoco.
Flaubert describe con maestría todo ese torbellino de sentimientos encontrados, deseos, anhelos, inquietudes, frustraciones, sueños, que pugnan en el interior del alma humana, no solo en el corazón de Emma, de ahí la grandeza del texto, de ahí su paso a la posteridad.
Flaubert logra una labor de introspección de tal calado, de tal precisión, de tanta fuerza y lirismo desgarrador, que ha sido un deleite perderme en las páginas de este libro, avanzar en la historia, lamentar un final, marcado por la «fatalidad» (o más bien por la imposibilidad de Emma de vivir una vida plena) así de trágico como de inevitable.