La construcción de una biblioteca era, hasta hace poco, la construcción de una identidad, por eso no podemos heredar bibliotecas, afirma Hilario, autor de Construyendo Babel, en esta suma de ensayos que cifran el impacto que la lectura primero, y la escritura después tienen en su autor, el cual se preguntará cuál fue el primer ladrillo en la construcción de su particular biblioteca, su Babel.
Desfilarán un buen número de escritores y escritoras por estas páginas, tantos que no hubiera venido mal un índice, para poder acceder a ellos de forma rápida.
Fue Veli quien, durante mis años de instituto me sugirió lecturas como Stanislaw Lem, Virginia Woolf, Fernando Pessoa, Antoni Artaud o Juan Rulfo. Fue ella quien sembró la confusión en mi espíritu cuando en España todo el mundo quería volver a poner orden..
Por entonces, mis libros favoritos no pasaban el listón de Edgar Allan Poe. Leía mucha novela negra: Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Chester Himes, Wade Miller, Horace McCoy, James M. Cain, Ross Macdonald, John Franklin Bardin… También leía a Yukio Mishima, Carson McCullers, J. G. Ballard, Boris Vian, Sven Hassel, Stefan Zweig, Graham Greene, Isaac Asi mov, Knut Hamsun, Philip K. Dick..
Evoca su trayectoria corta en el mundo del atletismo; más tarde, en la Universidad a amigos como Manolo Casaseca, y recomendaciones como La media distancia de Alejandro Gándara (en cuya escritura intervino más la goma que el lápiz).
El recorrido vital sigue mediante reflexiones acerca de la escritura con autoras como Annie Ernaux. Hilario también adopta aquí un tono confesional. Esta autobiografía no sólo es de papel, a pesar de que esté construida con libros. El lector será testigo de la difícil relación con su padre. La distancia e incomunicación que mediará entre ellos. En ocasiones superada con conversaciones sobre Beckett (y energía que necesitamos para cometer ciertas lecturas) y también alguna otra sorpresa como ese Construyendo Babel del título, que veremos a qué atiende. Presentes están las historias familiares, en donde se filtran la guerra civil y la dictadura, las rencillas, los odios, los ajusticiamientos, las purgas entre vecinos, el exilio de sus abuelos.
Se convertirá Hilario también en un alma errante. Sus andanzas por Reino Unido y los Estados Unidos tienen un aire walseriano, como de positividad, de ir sumando; la identidad es un palimpsesto, pienso. Se evidencia esto cuando trabaja como chambermaid. Un trabajo fácil, con el que obtiene propinas, lee el periódico gratis y que le permite, al hacer las habitaciones, fantasear con la vida de los otros.
Hilario pone un acento en autores poco conocidos como Henry Darger, autor de la novela The story of the Vivian Girls. Novelón de 15.000 páginas, del cual solo hay un manuscrito en el Intuit de Chicago y del que Hilario consiguió leer las 5000 primeras páginas. Un libro sobre el que no podrá hablar con nadie ya que nadie lo ha leído, que él sepa.
Otro autora mencionada es Mary Ann Clark Bremer, autora de Una biblioteca de verano, según Hilario, ella y su traductor, Hugo Bachelli, son dos ficciones.
Otro de los autores curiosos que aquí comparecen es Henri Simon Leprince, el cual escribió una autobiografía de varias miles de páginas que quedó inédita. O la figura de Dragan Djordjevic, escritor y sospechoso de asesinato. Otros son autores locales, como Cristóbal Serra, bastante desconocido y muy poco reconocido. Otros aquí tratados son más populares como Philip Roth o Pierre Michon.
Para ir concluyendo.
En realidad, creo que soy un ser humano frustrado. Presumo de vida y solo tengo una biblioteca. A esta última he conseguido darle un sentido, un rumbo que la contenga de la A la la Z; sin embargo, mi vida continúa dispersa, carente de orden alfabético.
Y otros lectores sé que iremos siguiendo los pasos de Hilario, al tanto de sus lecturas y de su escritura, porque somos letraheridos de nacimiento, y porque como cantaba Xoel, Todos somos nada; sin las palabras, dime, ¿qué nos queda?