Jacques Bonnet
2010
Anagrama
139 páginas
Del mismo modo que los enamorados tallan a navaja sus nombres dentro de un corazón en la corteza de un árbol o el alpinista pone la banderita al llegar a la cima, el lector deja en la blogosfera su acercamiento a un libro escribiendo algo parecido a una reseña. Este libro cayó en mis manos por puro azar. Dejé un libro en la biblioteca y en el cajón donde lo deposité tras devolverlo, alguien había dejado a su vez este libro. Me gustó su portada y su título y me fui con él para casa.
Esas bibliotecas llenas de fantasmas no remiten a lo esotérico, dado que esos fantasmas (fantômes) son: el papel o cartón que se pone en el lugar de un libro retirado de un estante de la biblioteca, de un documento que ha sido prestado, en palabras de Petit Larousse.
Jacques es alguien a quien le place tanto leer como acumular libros. Habla de una biblioteca, la suya, que cuenta con más de 20.000 ejemplares. Y nos explica lo complicado que es esto de acumular tanto libro.
Los libros son caros cuando se compran, no valen nada cuando se revenden, alcanzan precios astronómicos cuando hay que encontrarlos una vez que se han agotado, son pesados, se empolvan, son víctimas de la humedad y de los ratones, son a partir de cierto número, prácticamente imposibles de trasladar, necesitan ser ordenados de una manera específica para poder ser utilizados y, sobre todo, devoran el espacio.
A menudo tan difícil es acumular tanto libro, ya sea por razones de espacio o monetarias, como lo es el acto de leer en sí, el cual supone restar tiempo a la familia, al sueño, al ejercicio físico, etcétera.
En este sentido Jacques es un 4×4, un todoterreno, un voraz lector a quien no se le pone ninguna lectura ni circunstancia por delante. Veamos.
Tengo la suerte de poder leer en medio del ruido, de la multitud e incluso rodeado de conversaciones que no me interesan. Y también la facultad de hacerlo durante todo un día y de seguir hasta bien entrada la noche. Y la de descansar haciéndolo tras un día ajetreado. Leer me cansa tan poco como nadar a un pez o volar a un pájaro.
Las páginas en las que Jacques habla de sus libros favoritos, de esos libros que hay que leer, de sus listas, de la adquisición de los mismos, de las distintas clasificaciones de libros en una biblioteca de varias decenas de miles de ejemplares, apenas me han interesado.
Me quedo con la reflexión que hace sobre las nuevas tecnologías, internet en concreto.
Internet y la televisión generalizada han eliminado el aburrimiento, que siempre ha sido el aguijón más poderoso de la lectura, […] además la facilidad para conseguir libros a distancia, la consulta de los textos digitalizados, […] transforman la condición de la biblioteca, que ya no es más que una manera, entre otras, de acceder al conocimiento.
Es interesante también lo que Jacques nos cuenta entre los personajes y sus autores, donde a menudo los personajes pasan a la historia y sus autores no, o en menor medida. Es interesante la anécdota que nos cuenta acerca de la puesta de largo en el cine de Moby Dick, de la mano de John Huston, donde nadie sabía, porque en libro no se decía, qué pierna es la que le faltaba al capitán Ahab (Gregory Peck).
Para acabar dejaros con la la historia del Príncipe Mahmud al Dawla bin Fatik que en la Edad Media tenía la biblioteca más importante del Cairo.
El príncipe adoraba leer y escribir, y se consagraba noche tras noche a su pasión apenas bajaba del caballo. Fue un gran poeta. Cuando murió repentinamente, su esposa, también princesa de la familia reinante, ordenó a sus esclavos reunir todos los libros de Mahmud en el patio interior de su palacio. Y allí entonó cantos fúnebres mientras arrojaba lentamente a la gran fuente uno por uno aquellos libros que le habían privado de su amor.