El reciente estreno de la película El autor, de Manuel Martín Cuenca, ha avivado mi interés por leer el relato de Javier Cercas, titulado El móvil, en el que se inspira. Cercas lo escribió con 24 años. Detalle a considerar a la hora de ponderar lo leído.
En parte la novela es una reflexión sobre el ejercicio de escribir, sobre la manera en la que el escritor y narrador de la historia quiere captar la realidad o parafrasearla en su texto, poniendo para ello todos los medios disponibles a su alcance, en la creencia de que su novela tendrá tirón si logra escanear o pasar a limpio la realidad, volcando sobre el papel conversaciones, comportamientos y demás actividades humanas ajenas, que el escritor cosificará y suturará.
Los quebraderos de cabeza y los devaneos del autor en su relación con la materia prima de su obra -los vecinos de la comunidad- consumen la narración y en parte el interés del lector, pues creo que lo que se aquí se enuncia no es nuevo y he tenido la sensación de escuchar un estribillo que me suena manido. El final, juega con lo metaliterario, con la idea de que su quehacer será una réplica de lo que luego irá a parar a la novela, donde los demás personajes serán poco menos que marionetas en las manos de ese que se sueña diosecillo autoral.
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El impostor (Javier Cercas, 2014)
Mondadori
2014
430 páginas
En la portada de la recientemente publicada novela de Javier Cercas, titulada El Impostor, vemos a un señor tapándose el rostro con las dos manos. ¿Siente vergüenza?. ¿Tiene algo que ocultar?,¿Es el protagonista de la novela?.
Javier Cercas decide ir tras la pista de Enric Marco, aquel abuelete encantador que presidió la asociación Amical de Mauthausen (que reunía a los deportados españoles en los campos nazis durante la II Guerra Mundial), hasta que descubrieron sus mentiras.
Nos cuenta Cercas al comienzo del libro que durante siete años, tras desatarse el escándalo que supuso saber que Marco no había estado nunca en un campo de concentración nazi, y que todo lo que había contando hasta el momento había sido fruto de su fantasía o de sus lecturas sobre el asunto (que conocía al dedillo pues cursó la carrera de historia), el autor de esta novela quiso escribir sobre Marco, lo cual no dejaba de darle cierto reparo, lógico cuando Marco tenía a todo el mundo en contra, y muchos incluso afirmaban que lo mejor que podía hacer éste a la vista de sus viles acciones era suicidarse y no era muy conveniente por tanto volver a airear su historia, menos aún tratar de buscar cualquier justificación a su conducta.
Cercas no busca la concisión, o no del todo, así que el libro resulta extenso, demasiado a mi parecer, con las más de 400 páginas que tiene la novela. Me preguntaba si en este libro Cercas iba a rehabilitar a Marco mediante un relato biográfico, dándole la oportunidad de justificar cada una de sus acciones, de sus mentiras. A medida que vamos leyendo, nos encontramos ante la visión oficial, la que da Marco, y luego la versión corregida y deformada por la realidad, una realidad aguafiestas que deja el relato épico de Marco reducido a una existencia más del montón: vulgar, gris y previsible, donde Marco fue uno más de esa mayoría silenciosa que esperó a que muriera Franco, para recuperar su libertad.
Respecto a una posible biografía, éste no es el interés de Cercas, porque la intimidad de éste sólo le pertenece a Marco, y Cercas maneja sólo la historia oficial (que estuvo a un tris de consolidarse como tal) lo que estaba al alcance de todos y la corrige con las confidencias que Marco a regañadientes le va haciendo, a medida que Cercas vaya desmontando a Marco.
Durante más de 300 páginas seguimos las andanzas ficticias de Marco, ya sea en Mallorca con los anarquistas, recluido en el penal de Kiel, luego en el campo de concentración de Flossenbürg, convertido luego en secretario general de la CNT, más tarde y ya jubilado como vicepresidente de FAPAC. En resume, Marco se nos presenta como un mediópata ansioso de estar en todas las salsas, de figurar, de hacerse notar, y salir de la grisura del anonimato. Lo consiguió, de tal manera que en Cataluña le entregaron la Cruz de Sant Jordi, la máxima distinción civil que nadie puede recibir, que tras el escándalo restituiría.
Cercas se lleva unos cuantos quebraderos antes de comenzar a escribir el libro acerca de la pertinencia o no de escribir acerca de alguien como Marco: un impostor. Argumenta Cercas que no habiendo por medio nada personal, no teniendo nada que reprocharle a Marco (a pesar de que en sus primeros encuentros no pudiera menos que juzgarlo), como sí que les sucedía a las víctimas españolas de los campos nazis o a sus descendientes, él se acercaba a Marco con ganas o con la esperanza de saber por qué lo hizo, qué fue lo que llevó a mentir de forma compulsiva, a inventarse un pasado, maquillando su historia y empleando para ello algo tan susceptible como son las víctimas del Holocausto nazi.
Cercas recurre a la figura de Alonso Quijano y a don Quijote. Si Marco es un don Quijote que se inventa un mundo a su medida en el que dar lo mejor de sí mismo, al final, Cercas, o su literatura, o mejor, su libro, en su afán de rehabilitar a Marco, lo que conseguiría sería que Marco dejara de ser don Quijote para convertirse en Alonso Quijano, que se desprendiera éste así de sus múltiples caretas, y asumiera su realidad gris, corriente, vulgar, que dejase de soñar, de fabular y asumiera lo que es, lo que es alguien que pertenece a una mayoría: una medianía sin relieve.
En varios momentos sí que creo que Cercas se va por las ramas, y que esta novela sin ficción, cuya personaje lo es, porque valga la paradoja todo lo que cuenta (o casi todo, o muchas de las cosas) Marco es falso y por tanto ficción, hubiera ganado en intensidad y contundencia con una ligera poda, una mayor concrección y menos reiteraciones, como la cita acerca del pasado de Faulkner por ejemplo o las taxonomías sobre las verdades a cargo de de Platón, Nietzsche, Montaigne o Kant.
Cercas demuestra buen olfato, como buen perro de presa que es, como buen impostor (así se califica él), coge una historia jugosa, la de Marco, una farsante con mil caras, y trata de rehabilitarlo, y si no de quererlo, al menos de comprenderlo, y el hecho de acercarse a él y escucharlo ya es un paso que muchos no están dispuestos a dar. ¿Lo hace Cercas por el interés, por el dinero, por quitarse también el así la careta?. Eso sólo él lo sabe.
Y si parece que todo gira en torno a Marco, no es menos importante, más bien determinante, la figura del historiador que lo desenmascaró, Benito Bermejo, ese aguafiestas que cumpliendo su trabajo despertó a nuestro particular Quijote de sus delirios de grandeza, llevándolo a una realidad que a punto estuvo de devorarlo, o hacerlo trizas.
Que el libro está vendiendo mucho y bien es algo objetivo, que Cercas ha vuelto a dar en el clavo también. Que a la novela le puedo poner ciertas objeciones (en su extensión, y en cieras reiteraciones) pero que reconozco su originalidad, su valentía (plasmadas en las agudas reflexiones sobre la industria de la memoria histórica, sobre la industria del Holocausto, sobre el papel y/o autoridad del Historiador y de las Víctimas), su solvencia y como buen mago, hace también de la literatura un juego de prestidigitación, pues nada es lo que parece a fin de cuentas con ese Marco de las mil caras, que dijo no ser un falsario y comprobamos al final de la novela que eso también era falso.
Sabiendo que todos estamos condenados, quizás ciertos tremendismos, ciertos juicios sumarios, sobran. Además, viendo las noticias impostores nos sobran: Pujol, Nicolás, Urdangarín, etcétera.