La Moneda de Carver
Javier Morales
Reino de Cordelia
Año de publicación: 2020
136 páginas
Ocho relatos correctos y variopintos conforman La moneda de Carver de Javier Morales. En ellos sus personajes buscan un punto de fuga, alguna clase de evasión, ya sea a través del escarceo sexual (cuando el deseo se abre a la infidelidad), la escritura, algo en suma que los desentumezca de un día a día plomizo e inerte.
Los finales son abiertos y en algunos de ellos se deja la puerta abierta a la esperanza (la luz al final del túnel cuando se vislumbra la superación de una ausencia), o a la constatación de que el tiempo que se fue no volverá, ya lejano e inalcanzable.
Muy presente en todos los textos personajes que escriben (habida cuenta la cantidad de novelas en las que los personajes son escritores que reflexionan sobre su oficio, este tipo de novelas/relatos constituyen ya un género temático), acuden a talleres de escritura, son traductores, y en los relatos que protagoniza un tal Samuel su labor deviene en investigación, pesquisa, biografía/autobiografía y tributo hacia poetas (el extremeño Ángel Campos Pámpano) o escritores como José Antonio Gabriel y Galán, Gayga (a quien Javier dice deberle su empeño de querer ser escritor) que permite a los interpelados (hermanos de los difuntos) recordar y compartir sus recuerdos, porque estaremos de acuerdo en que si estos no se comparten, la memoria es un erial.
Los relatos de escritores hablando de otros escritores (Carver, presente no solo en el título y Chéjov, con el relato El perrito de la dama) tienden a ser bastante plomizos, por lo que tienen de muleta, apoyo y lastre. No lo son tanto cuando sobre un relato de Cheever, El nadador, se construye otro, La casa de Eccles Street (en el índice hay una errata), sustituyendo las piscinas por azoteas.
La pintura comparece por la mano de Hopper, artista plástico que también figuraba en uno de los relatos que leí hace poco de Elvira Valgañón en su libro Línea de penumbra titulado Objetos perdidos.
La España rural de hace cinco o seis décadas, bajo la mirada de dos niños/adolescentes se muestra en los relatos Cementerio alemán y El tiempo del tabaco. En Cementerio alemán la literatura, la escritura, la lectura de los poemas, es un nido y luego en los albores de la vida adulta, tierra promisoria. El tiempo del tabaco plasma bien el duro trabajo bajo el sol de una labor en vías de desaparecer, donde un joven tiene sus más y sus menos con otro joven que le birla el bocata y que ¿alberga la semilla acre de la venganza?.