Este año se cumple el centenario del nacimiento de Miguel Delibes. La industria editorial pone en el mercado libros como el presente. Un libro ilustrado por Antonio Santos muy corto, un texto el de Jesús Marchamalo (Tocar los libros) que parece más propio de un reportaje en un suplemento dominical.
El título hace mención a una de las pasiones de Miguel Delibes, el ciclismo. Hubo otras, como la literatura, la familia, la caza… En esta suerte de microbiografía Marchamalo comenta la primera vez que Delibes anduvo en bicicleta, la obtención del premio Nadal en 1948 y su posterior entrevista con Pío Baroja, cuando ganó la oposición a la Cátedra de Derecho Mercantil, su preferencia por trabajar con el bullicio de los niños en casa, gritos, carreras y la algarabía a la hora de la merienda o cuando se hacía cien kilómetros en bicicleta (¡con aquellas carreteras y aquellas bicicletas!) para ir a visitar a su novia y posterior esposa, y su pérdida a una edad temprana.
Yo creo que vale siempre la pena ir a las fuentes y recomiendo encarecidamente la lectura de Mi vida al aire libre, o bien leer Señora de rojo sobre fondo gris, maravillosa novela sobre el duelo, o esa tensión entre lo rural y lo urbano tan bien recogida en El disputado voto del señor Cayo, o aquellas Viejas historias de Castilla la Vieja que cifraban bien la pasión cinegética del sabio Miguel Delibes.
La sombra de Delibes, al igual que la del ciprés, sigue siendo hoy afortunadamente todavía muy alargada.