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Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos (John Berger)

Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos, libro publicado por Nórdica con traducción de Pilar Vázquez, con ilustraciones de Leticia Ruifernández y prólogo de Manuel Rivas – John Berger: La mirada fértil, la mano sincera.

Libro este que me depara una gran emoción, no sólo estética, pues como apunta Rivas, Berger transmite sinceridad. No son un precioso cascarón vacío los textos de Berger, sino que esa emoción que recorre todos los escritos en estos ensayos sirve para poner en palabras conceptos y sentimientos acerca de la distancia, la ausencia, el desarraigo, la emigración (emigrar siempre será desmantelar el centro del mundo y, consecuentemente, trasladarse a otro perdido, desorientado, formado de fragmentos) la muerte, ya sea observando el paisaje en las High Lands, por ejemplo, o reflexionando sobre el tiempo y el espacio merced a las estaciones de ferrocarril.

Se alternan las poesías, con las prosas, también poéticas y las preciosas ilustraciones, generando su lectura una especie de halo, de elevación, de mudanza, pues son muchos temas los que Berger aborda, y a los que confiere, a pesar de su brevedad, la suficiente gravedad y profundidad para suscitar nuestro interés. Basta leer las dos piezas breves que dedica Berger a los pintores Van Gogh y Caravaggio para entender lo antes afirmado.

La experiencia del autor sirve para afirmar la crueldad del mundo, la injusticia y aquí sus palabras, las prosas y poesías, sirven como amparo y cobijo, buscando al otro, desafiando el peso del tiempo, con el anhelo de dormir juntos. Aquí, ahora. Ese instante, ese amor que siempre busca acortar las distancias el sexo que nos devuelve a la unidad, ese momento, es el que cincela y fulgura con palabras Berger para nosotros; y lo hace de forma primorosa, bajándonos los humos, pues para Berger, un lugar en el que ser fosfato de calcio ya es suficiente.

Nórdica libros. Ilustraciones de Leticia Ruifernández. Traducción de Pilar Vázquez. Prólogo de Manuel Rivas. 2017. 208 páginas.

Pepitas de calabaza

Sabía leer el cielo (Timothy O´Grady y Steve Pyke)

Timothy O´Grady
Fotos: Steve Pyke
Pepitas de Calabaza
175 páginas
2016
Traducción: Enrique Alda
Prólogo: John Berger

Esta novela editada por Pepitas de calabaza, con traducción de Enrique Alda, la podemos entender como la visita a un museo en cuyas paredes vemos colgadas fotos en blanco y negro. Fotos de rostros alegres, tristes, radiantes, vencidos, piadosos, perplejos. Fotos de parejas con hijos, de acantilados, de tumbas, de espantapájaros. Fotos borrosas, fotos de manos ajadas, de chozas, castros, carreteras.

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Supongamos que junto a esas fotos hubiera unos textos que dieran cuenta de lo que vemos en las fotos: los nombres de los dueños de esas caras, la ubicación física donde se hicieron las fotos, cuándo se tomaron. Seguiríamos sin entender nada. Nos haría falta un relato, un imán que juntara esas limaduras visuales, las existencias, los espacios físicos, que cogiera el cabo del pasado para contarnos una historia, que en esta novela son muchas historias, ya que la voz que narra es la quintaesencia de aquellos movimientos migratorios que tuvieron lugar en Irlanda, en la segunda mitad del Siglo XX.

El narrador es un hombre que en su postrera vejez (ese momento vital en el que el trabajo ya está hecho) recuerda lo que ha sido su vida hasta entonces. Él es uno de los muchos que tuvieron que emigrar a los Estados Unidos, a Australia, a Gran Bretaña y fue su quehacer en una tierra extraña: pavimentar carreteras, romper cemento, excavar, retirar barro, levantar muros, contar ladrillos, hacer carreteras.

Vidas en el exilio, tristes, míseras, vacías, malgastadas, sin apenas pasado al echar la vista atrás y sin futuro, ante días que se reparten entre duros trabajos y tabernas nocturnas en las que ahogar cualquier pensamiento en alcohol, donde solo la música les ofrece algo de consuelo y alegría. En el caso del narrador, también vendrá en su auxilio el amor redentor que encontrará en una mujer, en Maggie: su luz y su camino.

Ver las fotografías de Steve Pyke produce un efecto, leer las palabras de Timothy O´Grady produce otro. La suma de ambos, fortalece la narración, potencia la capacidad de evocar, y como dice John Berger en el prólogo, aunque las imágenes y las palabras no dicen las mismas cosas, ni conocen lo mismo, la suma de ambas creo que da lugar a una novela conmovedora, puntualmente cómica (El ojo de un caballo conforta. El ojo de una vaca entristece. El ojo de una oveja hace pensar que te vas a volver imbécil con solo mirarlo) cuya prosa sencilla y neta no ambiciona explicar el pasado, sino más bien mostrar nuestra soledad y nuestro tránsito -la lucha por la supervivencia- nada glorioso, en nuestro deambular por la faz de la tierra.

Lecturas Futuribles

Lecturas futuribles

El lector 4×4 se adapta a cualquier superficie o medio de transporte: avión, barco, coche, autobús o metro. Es algo parecido a las Fuerzas Armadas de la lectura. Funciona por tierra, mar y aire. Da igual que llueva, que haga frío o calor, el libro aguanta cualquier inclemencia. El lector cierra su ojos, duerme y sueña con sus lecturas.

Entre las futuras lecturas que pienso acometer hay un poco de todo, autores más o menos conocidos, otros a los que vuelvo y otros con los que me inicio. Son estos.

1. Fernando Clemot. El libro de las maravillas. Después de haber leído El Golfo de los poetas, tenía sincio de Clemot. El hombre me tiene pillado. Su prosa me enganchó. Le regalé a una amiga este libro y ahora me lo estoy leyendo y casi acabando. Y como me esperaba me está gustando mucho. (Crítica aquí)

2. José María Maravall. Las promesas políticas. Los libros que publica Galaxia Gutenberg no fallan. Vi una entrevista que le hicieron a Maravall en Cuatro hablando de este libro. La entrevista fue de lo más interesante, el libro es algo más farragoso, pero resulta ameno, documentado e ilustrativo.

3. Pablo Aranda. Los soldados. No he leído nada de Pablo. Leí la sinópsis y me gustó.

4. John Berger. El cuaderno de Bento. Berger es ya un clásico moderno. Crítico de arte, pintor y escritor. Las ilustraciones del libro son espectaculares. El texto supongo que estará a la altura. Veremos.

5. César Aira. Relatos reunidos. De Aira leí Los fantasmas y me quedé perplejo. Leí por ahí que lo mejor del autor argentino son sus relatos. Allá que voy.

6. Mathias Énard. Calle de los ladrones. Recién sacado del horno, Énard publica libros con Mondadori como churros. Me gustó mucho El alcohol y la nostalgia. Reincido. Hay que ir a las fuentes, o al mueble bar. Depende de la sed.

7. Joyce Mansour. Islas flotantes. Una de las voces francesas más potentes que ha dado la primera mitad del siglo XX. Eso nos dice la editorial. (Crítica aquí)

8. Jonathan Franzen. Libertad. El último del grupo. Franzen, llamado a ser La Gran Esperanza Blanca de Las letras Americanas (junto a Roth, McCarthy, DeLillo y Pinchon). Pensaba que estaba ambientada la novela en el Lejano Oeste, y resulta que trata sobre una familia del Medio Oeste y nos cuentan que es la mejor novela publicada sobre las heridas del 11S. La dejo para el final, como el zagal que reserva las patatas fritas para darse un homenaje después del huevo con puntillas.

Al final aplicaremos la propiedad conmutativa y como el orden de los sumandos no altera la suma, los leeré como me dé la ventolera. En todo caso siempre hay libros que se cruzan en el camino, como los animales, y que en lugar de ser atropellados, sucede al revés, son ellos los libros los que atropellan nuestra voluntad y nos vemos abocados a su lectura.