Josep Maria Esquirol
Acantilado
2021
174 páginas
Josep Maria Esquirol logra que sus ensayos filosóficos, como el presente, resulten sumamente amenos, quizás porque las ideas que expone y la manera en las que las presenta y desarrolla ofrecen algo parecido al amparo que ofrece una prosa lenitiva. Y no porque vaya el autor por los derroteros de la autoayuda, que no va, ni ofrezca soluciones, que tampoco, sino porque su escritura, su filosofía, la entiendo y así la leo como una filosofía para la que el principal infinitivo es amar, un ideal, una meta que liga y casa bien con la bondad, que entiendo cada vez más necesaria en tiempos convulsos y furibundos.
Unas palabras que ya desde el título sitúan al humano, más humano como su objeto de estudio y de preocupación. El humano que nace de la nada y ahí la maravilla, herido desde el nacimiento por la vida, la muerte, el tú y el mundo.
Humano vulnerable y contingente, entre el cielo y la tierra, entre la gravedad y la entropía, con su piel fina y su corazón grande, aquel que siente cuando toca y sus ojos se humedecen, aquel que canta y celebra la vida, y pregona su existencia, que supera lo binario, no el cero y el uno, que también, sino el día y la noche, la luz y la oscuridad, capaz de doblegar la lanza lacerante para hallar la curva de la sonrisa, del abrazo, del regreso, del reencuentro, aquel que no quiere ser un superhombre sino sencillamente ser más humano, fortaleciendo aquello que nos hace más humanos, no en su apartamiento del mundo sino con más mundo, con más contacto, con más afecto y comprensión, en su repliegue del sentir, buscando más el ayuntamiento y el ligamento que la escisión.
El roce de la muerte siempre está ahí, lo sabemos bien, pero si hacemos de nuestra existencia algo concreto, intenso y consistente quizás logremos lidiar los embates del nihilismo, mientras duramos y somos y amamos.