Dice la narradora que Mãn significa la enteramente colmada, la que no tiene nada que desear. Curioso porque ella crece sin sueños, sin esperanzas, sin futuro y con un pasado al que va una y otra vez para que sepamos de su existencia triste, de la ausencia de caricias, de la presencia femenina en su vida pretérita y luego un presente con un restaurante (pocas recuerdos son tan poderosos como los evocados por el aroma y el sabor de ciertos platos) y un marido y dos hijos y el tornado de un amor inopinado que brotará y correrá el riesgo de arrasarlo todo: ese nido que dice haber construido ramita a ramita durante dos décadas.
La narración de Kim Thúy (Saigón, 1968) corre el riesgo de resultar ñoña y si no lo es poco le falta. He leído algunos libros traducidos por Laura Salas Rodríguez (como Muerte de un silencio) y tengo la sensación (que ya he comentado en otra ocasión) de que la traducción mejora el libro, pues en los poemas y en libros como el presente cada palabra tiene tal peso específico que cambiar una palabra supone pasar de la tibieza a la emoción.
El otro día leía El canto del cuco en el que Abel Hernández comentaba que en su niñez su madre por las noches le leía a él y a otros familiares el Quijote. Aquí sucede lo propio con Maupassant. Sucede que uno acaba amando a un escritor, luego su lengua, y finalmente su país. En el caso de la narradora quizás esto no sucede pues al dejar Vietnam y mudarse a Canadá, se queda en esa tierra de nadie donde uno no es ya de ninguna parte y extranjero en todos los lugares.
Los apuntes históricos, como la unificación de Vietnam del norte y el sur, con los comunistas en el poder y sus consecuencias (que la narradora sufre en primer persona), son la parte del libro que más me ha interesado.
Periférica. 2016. 134 páginas. Traducción de Laura Salas Rodríguez.