Stefan Zweig
Acantilado
2002
72 páginas
En 72 páginas Zweig se las arregla para contarnos una historia de amor no correspondido difícil de olvidar.
Todo comienza cuando un señor recibe entre su correspondencia (aquellos años epistolares), un sobre sin ninguna seña del remitente de la misiva.
Dentro del sobre van unos folios escritos por una mujer.
Esa mujer innominada siempre ha mostrado hacia el señor destinatario de su carta un amor tan sobrenatural como no correspondido. Un amor que brota cuando la joven tiene trece años -su amado vecino algunos más-, y que el paso del tiempo irá avivando, exaltando, hasta la obsesión enfermiza, hasta el umbral de lo patético, ya que para esta mujer, estar al lado de su amado, una y otra vez a lo largo del tiempo, en tres ocasiones, sin que el destinatario de su cariño, de sus caricias, de su fervor sexual, tenedor de tan mala memoria, que cada encuentro, es un nuevo encuentro, no le supone a su amada la menor afrenta, el menor menoscabo en su dignidad, perdida ésta en el primer estadio de su febril y descompensado enamoramiento. Y además hay un niño, su hijo muerto, al que la mujer está velando y quien poco después de morir este, al día siguiente, escribe esta misiva, quizás una despedida, ni siquiera una llamada de auxilio, ni siquiera un ajuste de cuentas, más bien algo más simple, un alzar la voz, disculpándose, antes de que el olvido la desaparezca del todo.
Zweig despliega para nosotros este monólogo del amor, con la sensibilidad y riqueza de matices (en esa labor de introspección) que le caracteriza. Así, su lectura no puede ser menos que gozosa. Un libro de corta extensión y mucha profundidad, de los que crece en vertical.